Contagio de amor
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Capítulo 6 VI

No sabía qué hacer. Estaba demasiado nerviosa y desconcertada. Temblaba, también y sentía una horrible sensación de frío que me trepaba por la espalda y me llegaba hasta la nuca y me campaneaba en la cabeza en forma insistente provocándome sensaciones de mucho miedo, angustia, pavor y también desconcierto. Yo me sentía incrédula y tonta en realidad, inmersa en numerosas dudas, Estaba desconcertada y descontrolada. Lo que quería era acostarme, soñar y despertarme y pensar que todo había sido nada más que una pesadilla. Tenía pánico.

Las informaciones en la televisión hablaban que en Inglaterra y Francia habían instalado ya la cuarentena y que habían muchísimos enfermos y los decesos empezaban a sumar decenas. se desató alarma en la India y los aeropuertos del mundo se iban cerrando uno a uno, extremando las medidas frente al poderoso contagio que se multiplicaba en todo el globo terráqueo.

-S'ils me laissaient enfermé à l'hôtel, j'aurais mieux fait de rester à la maison-, se quejó Laurent Deschamps. Estaba en el hall, con la mascarilla sujeta al cuello como si fuera una corbata o un moño, mirando y admirando mis piernas. Quería regresar a su país. Le sonreí aunque no podía verme la sonrisa.

-Es mejor que te subas la mascarilla, Laurent-, le dije en español. Él arrugó la cara y se alzó el barbijo.

-¿Y ya has decidido a dónde vas a viajar cuando estés de vacaciones? Tengo contratos con cruceros por el Mediterráneo-, me miraba haciendo brillar los ojos.

Me gustaba Laurent. Su mirada era penetrante, avasalladora, tenía una estampa perfecta y atractiva, muy masculina y su voz, como les dije, con ese acento francés, me derretía. Mis rodillas se doblaban delante de él. Además no dejaba de contemplar mi busto redondeado por la blusa. Se empinaba como cordilleras.

-Debe ser muy bonito el Mediterráneo-, me contagié del brillo de sus ojos.

-Bonita eres tú, Vanessa-, fue él muy insinuante. Eso provocó una fuerte descarga en mi espinazo. Me estremecí y de repente el fuego se alzaba en mis entrañas. Laurent me parecía demasiado interesante.

-Debe ser muy costoso ese crucero-, intenté cambiar la conversación.

-Yo te llevo gratis, mon amour-, me dijo. Uffffff, mis cascadas estaban desatadas y mi corazón latía de prisa, tamborileando mi pecho como un redoble apasionado. Puse mis manos en ele sin saber qué decirle.

-Como decimos en Francia, "une belle femme est un printemps éternel"-, dijo comparándome con la primavera. Tan solo escuchar su voz, me despeinaba y sentía el fuego chisporroteando por todos mis poros. Jeanette nos interrumpió.

-Hay un problema con el uzbeco-, me jaló del codo. Laurent me guiñó un ojo y yo le sonreí con encanto, con mucha coquetería pero inútilmente porque no veía mi boca por la mascarilla. Fui una tonta.

Farrukh Akbar, el uzbeco, estaba furioso e iracundo, discutiendo con Jean Pierre. Quería irse. No toleraba el encierro. Apenas habían pasado unas horas que se inició la cuarentena y ya explotaba por la ansiedad.

-Meni qamab qo'ya olmaysiz, men darhol yurtimga ketaman-, amenazó con irse a su país. Ya tenía sus maletas listas y se había quitado la mascarilla. Jean Pierre estaba aterrado.

--Tinchla, Farrukh, radioda bu faqat ertaga bo'ladi deyishdi-, intervine diciéndole que todo iba terminar al día siguiente. Él volteó con la rabia inyectando sus ojos, y sus suplidos eran los bufidos de un toro enardecido. Me miró con el rostro pintado de rojo igual a un camarón hervido.

-Solo hasta mañana, ni un minuto más-, hundió uno de sus enormes dedos en mi pecho y se fue de nuevo a su cuarto, jalando sus maletas.

--Niqobingizni kiyishni unutmang, iltimos-, le recordé lo de la mascarilla, pero no me hizo caso ni me escuchó. Subió al ascensor lanzando sus maletas, maldiciendo a todo el mundo en su idioma.

-Ay que haríamos sin ti-, dijo Jeanette y Jean Pierre se secó el sudor. -Imposible que resistamos quince días-, dijo y moviendo la cabeza se encerró en su oficina.

Con Brandon subimos a la terraza para ver las calles de Lima. Era nuestra primera noche en el encierro obligatorio. La tarde había estado demasiado movida, con muchos empellones, gritos, insultos, incluso. Nadie quería estar encerrado. Las embajadas nos llamaban y anunciaban vuelos humanitarios. Eso tranquilizó un poco los ánimos entre los huéspedes.

Era increíble lo que veía, una postal muy serena, apacible, un oasis perfecto: las calles estaban completamente desiertas, soplaba un viento apacible y habían luces desperdigadas como luciérnagas o una noche estrellada. Patrullaban soldados y más allá había una tanqueta.

-Jamás imaginé ver la avenida tan vacía y desierta-, se admiró Brandon.

Era cierto. Todo era quietud y silencio. Incluso el hotel estaba demasiado calmo. Los visitantes estaban en sus cuartos, el bar estaba cerrado al igual que el comedor. Jean Pierre había decidido llevar alimentos y tragos a cada habitación y evitar todo tipo de contactos. Habíamos tenido muchos incidentes en el curso del día y los dueños llamaban cada dos minutos para que el gerente les informe de cómo iban las cosas.

-El personal ha acatado la cuarentena, el problema son los huéspedes-, decía cavilando Jean Pierre. A él también le molestaba estar encerrado.

-Habrán vuelos humanitarios, están coordinando las salidas, quizás en dos o tres días sale el primer avión, pide paciencia a los huéspedes-, subrayó uno de los dueños.

El servicio de comida en las habitaciones la hacíamos nosotras. Los huéspedes solo podían abandonar sus cuartos por ratos, con mascarillas, manteniendo las distancias, sin contacto con nadie y lavándose constantemente las manos. Jean Pierre también ordenó que se colocaran surtidores de alcohol en gel en todos los rincones del hotel.

Me tocó atender justamente al uzbeco que andaba enfurecido.

- Tushlik, ser-, le anuncié que le tenía listo el almuerzo.

-Ándate a los infiernos y no regreses nunca-, me gritó malhumorado. Incluso estrelló una revista en la puerta.

Aspiré todo el aire posible y me puse roja como un tomate.

Recién llevábamos un día de encierro y ya me habían mandado muy lejos. Supe entonces que esa cuarentena iba a ser muuuuuuy larga.

                         

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