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No había forma en que yo amaneciera en la cama de otra persona que no fuera la de mi casa o la de mi mejor amiga, pero ahora me veía despertando en el colchón de Sam.
Había tenido una noche terrible ayudando a revisar exámenes de dos materias diferentes en las que no había tenido demasiado interés en mis días de estudiante.
―¡Date prisa Gabrielle, hay que aprovechar que Cenicienta está de buenas y nos ha preparado el desayuno!
Tallé mis ojos con pereza y busqué a tientas el colchón vacío de Amor. El pequeño animalito seguía dormitando en el mismo lugar.
―Amor, date prisa porque debemos volver a casa.
Él me respondió con un leve ronroneo y comenzó a estirarse sobre la cama al igual que yo. Por fortuna había podido traerlo conmigo para que no pasara la noche solo en casa extrañando mi compañía.
―¡Guarden algo de jamón por favor!― grité en cuanto logré ponerme de pie fuera de la cama para comenzar mi rutina de las mañanas.
Al salir de la habitación de Sam me recibió el aroma del café recién hecho y algo que olía similar a una chuleta frita. Antes de poder probar bocado decidí ir directo al baño para poder arreglarme y dejar de tener el aspecto de un vagabundo.
El jabón tenía un aroma mentolado muy diferente al de mi casa, que olía a dulce de durazno. Las toallas para secarse las manos se sentían almidonadas. Me pregunto si Sam manda todas estas cosas a la lavandería para que alguien más se haga cargo, no me extrañaría que utilizara su dinero para facilitar sus tareas domésticas.
Estaba secando mi rostro cuando alguien tocó la puerta.
―Date prisa, se enfriará el desayuno.
―Ya salgo, esperen un poco.
Se me olvidaba que no estaba sola en casa, el compartir me orillaba a disfrutar menos de las cosas simples de estar en casa. Sacudiendo las manos salí del aseo y me encontré con mis amigos sentados sobre la mesa y a Amor mascando los trozos de chuleta que alguien había colocado en un tazón en el suelo.
―¿Quién le sirvió la chuleta?― pregunté observando cómo mi gato se relamía los bigotes con gusto.
―Fui yo, quise darle la bienvenida como mi invitado. Quiero que se una al club de fans― bromeó Sam.
Él estiró su largo brazo hacia la pequeña cabeza de amor y lo acicaló provocando que ronroneaba. Era un traidor, podía mostrar afecto hacia alguien sólo porque le habían servido un festín por la mañana, más le vale que no se acostumbre a esta clase de tratos.
Imité a mi gatito y comencé a dar cuenta de la comida que mis amigos habían colocado sobre la mesa, era lo menos que merecía después de pasar gran parte del Sábado evaluando a un montón de alumnos a los que no me correspondía evaluar.
―Necesitamos recuperar energía para la hora de cargar las calificaciones, recuerden que el sistema estará abierto desde el medio día y no podemos equivocarnos o la directora nos volverá a penalizar.
―Annie, Annie, Annie, deja de preocuparte por eso, de todas formas nunca has cometido esos errores. A este club sólo pertenecemos Gabrielle y yo ¿cierto?
―No somos iguales, mientras la directora sólo te va a llamar la atención, a mi me va a poner un castigo monumental como ser la que vaya a comprar los desayunos para la hora del almuerzo o barrer toda la entrada principal antes de que abra la escuela.
No estaba mintiendo, hasta la directora tenía preferencia hacia Sam y no se molestaba en disimularlo. esas eran las ventajas de haber nacido con una apariencia de príncipe en lugar de la apariencia de un "niño malcriado" tal y como mi padre siempre me lo hacía ver cuando era una niña.
Solté un suspiro ante el recuerdo de mi padre diciendo con orgullo que yo era su niño malcriado,
Cuando terminamos el desayuno yo me apresuré a levantar los trastes sucios para lavar de inmediato, era lo menos que podía hacer ahora que mis dos amigos se habían esforzado hasta para alimentar a Amor con buena comida.
Coloqué los guantes de goma sobre mis manos y comencé a pasar la esponja sobre los trastes sucios para deshacerme de la mugre y la grasa, debían quedar limpios antes de poder salir del departamento de mi mejor amigo.
―Dejaste tu café intacto― murmuró Sam pasando las tazas de la mesa al fregadero.
―No soy fan del café, me gusta más tomar leche o té.
―¿Baja tu rendimiento en el día o a qué se debe?
Agaché la mirada y tallé con fuerza uno de los platos que habíamos utilizado, la tensión me hizo evitar el tema y no pronunciar respuesta alguna ante su pregunta.
―Está bien, no volveré a preguntar al respecto pero agradecería que no pusieras esa cara de tristeza, tus ojos pierden ese brillo que los caracteriza.
―Es por mamá― confesé cerrando los ojos con fuerza para evitar que las lágrimas salieran.
Tarde o temprano tendría que hablar al respecto y ya había permanecido mucho tiempo evitando cualquier tema que me trajera esta clase de recuerdos, pero también tenía la sensación de que si evitaba el tema ahora, no volvería a tener otra oportunidad de charlar con mis amistades al respecto.
―A ella le gustaba mucho beber café y papá siempre traía un vaso o preparaba un poco para ella por las mañanas. Cuando ambos murieron mis tías siempre servían café en cada uno de los aniversarios luctuosos posteriores y naturalmente comencé a rechazar la bebida.
―No lo sabía, para la próxima prepararé un cartón de leche sólo para ti y Amor.
Él pasó por detrás de mí y alborotó mi corta cabellera como si fuera un niño. El gesto me pareció dulce y sincero, así que sólo me quejé para continuar con el juego.
Haberlo con él me había quitado un peso de encima, admitir uno de mis problemas que giraban en torno a la pérdida de mis padres me hacían ver lo mucho que había progresado desde entonces.
Estiré mis brazos por encima de mi cabeza y mi espalda crujió como si hubiese pasado una semana entera sentada sobre la silla.
―Ya estoy cansada, dense prisa para que terminemos.
―Para tí es sencillo porque no tienes que escanear cada una de las evaluaciones Gabrielle. Si ya terminaste ven acá y ayuda un poco a tus pobres amigos.
―Ya ayudé mucho revisando esos exámenes, escanear está fuera de mi límite.
―Escanea unos cuantos y yo iré a comprar helado para la cena, si haces muchos entonces podrán dormir aquí y mañana las llevaré al colegio en mi auto― ofreció Sam.
―Trato hecho. Dame esas evaluaciones.
Tomé toda la carpeta donde se encontraban las hojas calificadas y comencé a pasar una por una sobre el vidrio del multifuncional que ya estaba conectado a la computadora de escritorio de mi amigo. La tarea no era difícil pero si era laboriosa, por lo que a la larga se volvía una tarea monótona y repetitiva.
Poco a poco fue anocheciendo hasta que nosotros terminamos de subir todas y cada una de las calificaciones bimestrales de los alumnos, ahora sólo faltaba que las boletas de calificaciones se imprimieran para mandar a llamar a los padres de familia a la junta general para que vieran el desempeño de sus hijos.
―¿Saben cómo le fue a Sara de tercer semestre?― pregunté al recordar que sus padres nunca asistían a las reuniones.
―No lo sé, lo veremos cuando todas las boletas estén listas. Por el momento es hora de ir a descansar.
―Hasta mañana chicas, siéntanse libres de utilizar la habitación y yo dormiré nuevamente aquí en la sala.
―Que pases una linda noche, gracias por permitirnos acampar en tu hogar.
―No hay problema Annie, el próximo bimestre nos tocará ir a trabajar en casa de Gabrielle.
Solo asentí y me puse de pie para ir a la habitación a colocarme la pijama mientras mi amiga tomaba posesión del baño para colocarse todos sus tratamientos faciales antes de dormir.
Al amanecer Sam cumplió con su promesa y nos llevó a la escuela en su cómodo auto para que no tuviéramos que ir caminando hasta la parada del autobús en espera de que alguna de las rutas nos dejara frente a la escuela.
―Durante la hora del descanso te veré en el estacionamiento Gabrielle, necesito que vayamos a recoger a tu gato al departamento para que lo puedas llevar cómodamente a tu casa.
―Si, nos veremos más tarde.
Al llegar hasta la entrada vi cómo Sara descendía de la bicicleta de su hermano y esperaba en la entrada a que él siguiera su camino hacia su trabajo.
―Buen día profesora― saludó en cuanto pasó a un costado de nosotros.
―Buen día― susurré de forma casi inaudible.
Annie y Samuel sólo me observaron pero nadie preguntó algo sobre aquel sujeto. De todas formas no tenía nada qué informar, tampoco lo conocía tanto como para decir algo más que no fuera "es el hermano de Sara".
Sin ponerle más atención a ese asunto dirigí mi camino hacia el interior de la escuela para darle una pequeña limpieza superficial al patio de recreo donde podría a los alumnos y alumnas a saltar la cuerda por equipos para trabajar su coordinación motriz.
Debí cumplir con todos los puntos de mi programa a evaluar para que los niños recibieran todas las clases completas y mi materia no fuera un pretexto para su desarrollo físico.