Capítulo 7 VII: Hay que ser responsable

Los alumnos estaban corriendo con alegría mientras se esforzaban al máximo por ganarle a sus compañeros que ahora eran sus adversarios. Los partidos de básquetbol siempre causaban furor entre mis estudiantes.

Las chicas a veces se congregaban en las gradas para apoyar a sus compañeros como si de porristas se trataran. Era todo un espectáculo ver a los chicos darlo todo para poder hacerse con la victoria, sus notas no dependían de ello pero parecía que el honor era lo que realmente estaba en juego.

―¿Quién va ganando?― preguntó Annie colocándose a un costado de la banca donde descansaban algunos de los estudiantes que ya habían estado en cancha.

―Están empatados, estoy esperando a que alguien cometa una falta para que se decida en los tiros.

―No seas malvada y pita ya, están cansados.

―Están disfrutando, los dejaré un par de minutos más y luego les diré que pueden ir a sus casas.

―Este grupo y sus porristas son los únicos alumnos que quedan en la escuela.

―No lo creo, por ahí deben estar las fans de Sam. ¡Eso es falta!

Finalmente hice sonar el silbato y todos los alumnos se detuvieron de golpe mirándome con furia en aquellos pequeños y centelleantes ojos. Los alumnos se colocaron a los costados de la zona de tiro, el alumno afectado estaba en posición listo para hacer el lanzamiento.

Volví a soplar en el silbato y entonces él arrojó el balón con toda la concentración del mundo puesta en aquella bola.

―¡Entró!― gritó Sam desde las gradas.

Los gritos de las alumnas se hicieron escuchar por toda la cancha y unas cuantas de ellas aprovecharon para chocar manos con Samuel quien no pudo hacer nada más que corresponder el festejo con entusiasmo. Esas chicas también acababan de obtener su propia victoria a menor escala.

Los alumnos estallaron en gritos de emoción y se abrazaron unos a otros a pesar de haber jugado como contrincantes, mis chicos aún sudando por el esfuerzo y la adrenalina se acercaron a mí para festejar juntos mientras me cargaban y arrojaban en el aire como si me debieran la victoria.

―¿Profesora?― preguntó una voz masculina en la entrada de la cancha de baloncesto.

―Permítanme un segundo, tengo que ir a hablar con el tutor de una de mis alumnas.

Estaba tan avergonzada de que el hermano de Sara me hubiese visto envuelta en aquel festejo que aún tardé un poco en darle alcance en el cubículo porque no podía controlar el rubor que ascendía a mi rostro. Una cosa era que los alumnos tuvieran ciertas libertades y pudiesen convivir con los maestros de esa forma y otra muy diferente era el trato que tenía que darle a los padres de familia. Había toda una imagen de seriedad construída entre padres y maestros.

Una vez que ingresé me encontré con el chico comiendo encima de la pequeña mesa donde normalmente colocaba mi almuerzo, eso cuando no tenía más opción que hacer los reportes de clase en la oficina que me habían asignado.

―Buenas tardes.

―Buenas tardes, Sara me dijo que quería hablar conmigo.

―Oh si, ella me comentó que usted no podría pedir permiso en su trabajo para firmar la boleta de calificaciones de Sara, por lo que su encargada de grupo me ha pedido que se la entregue. Debe ser su hora de comida.

En aquel papel decorado con el membrete de la escuela desfilaban las notas de la chica. No eran calificaciones perfectas pero tampoco se trataba de la peor alumna, eran más bien calificaciones estándar.

―¿Hay alguna queja sobre mi hermana?

―No, pero sí le haré una observación sobre el comportamiento de Sara.

Su expresión antes seria se volvió tensa en cuanto dije esas palabras. Para mi era señal de que realmente se preocupaba por la educación de su hermana.

―Cuando recién ingresó era una niña muy amable, con pocas amistades pero todas parecían ser buenas personas. Últimamente he visto que evita hablar con sus compañeros varones, se ha mantenido un poco distante con su grupo de amigas y ha estado apática a la hora de hacer las actividades deportivas.

―Pondré más atención en ella.

―Me ha dicho que sus padres no están en casa y lamento tener que informarle esto a usted que sólo es su hermano mayor. Comprendo que Sara no quiere meterse en problemas para no causarle preocupaciones, pero aislarse de todos tampoco evitará que cause problemas, es parte de crecer.

―Intentaré hablar con ella.

―Tal vez sus padres...

―Dije que yo me haré cargo.

No volví a hablar, sólo esperé pacientemente a que terminara de firmar aquel documento para después salir de la oficina sin despedirse, sólo se fue con la misma seriedad con la que había llegado hasta aquí. En fin, esa no era mi responsabilidad, yo cumplí con darle ese pequeño aviso sobre el comportamiento de su hermana.

―¿Qué haces Gabrielle?

La voz de Sam me tomó por sorpresa mientras guardaba los documentos de mi escritorio.

―¡No me asustes! Acabo de hablar con el tutor de Sara, la alumna que se lastimó el tobillo el otro día y las cosas no salieron bien. Es una persona terca y arisca.

―Parece que te estás describiendo. ¿Estabas comiendo?

Sam señaló hacia la pequeña mesa donde estaban los recipientes con la comida del hermano de Sara. Por la prisa para salir del cubículo parece que dejó olvidado nuevamente su almuerzo, ya guardaría todo esto para entregárselo mañana a su hermana.

―Ese tipo olvidó aquí sus cosas.

―Menos mal que dijiste "ese tipo" estaba a punto de sufrir un ataque de celos si me decías que comiste con él.

Esas bromas siempre me hacían sonreír y sonrojar al mismo tiempo, por eso me alegraba poder ser parte del círculo de amigos de Samuel, siempre sabe cómo mejorar el ánimo de todos quienes le rodean.

―Hablando de celos, te vi chocar los cinco con tus fans, nunca se volverán a lavar la mano.

―No sabía que estabas al pendiente de mi. Creo que la relación va avanzando hasta el punto en el que debería considerar llevarte a cenar a un lugar lindo y único.

―Tal vez sea cierto, iré pensando en las posibilidades que tengo de aceptar. Tal vez lo haga si me vences en una carrera.

―Estoy en desventaja, tengo calzado formal. Mañana vendré preparado. ¿Quieres que te lleve a casa?

―Me encantaría pero traje la bicicleta y no creo que entre en tu auto.

―Me hiere tu rechazo― dramáticamente se llevó una mano hacia el corazón, ―espero que la próxima vez aceptes aunque tengas que dejar aquí esa bicicleta.

―Será para la próxima. Gracias por hacerme compañía Sam, te debo una.

―En ese caso sube al auto.

―¡Sam!― reprendí entre risas.

Ambos caminamos hacia el estacionamiento, sólo que él entró a su auto y yo monté mi bicicleta para ir directo a casa, sin embargo terminé regresando al cubículo para tomar todos los recipientes de comida que había dejado ahí el hermano de Sara, tal vez podría ir a entregarlos al edificio en el que trabajaba.

Con los recipìentes dentro de la mochila emprendí mi camino hacia el centro de la ciudad, sólo iría a esperar un poco en aquel sitio, si no lo veía por ahí simplemente regresaría a casa y no comentaría nada al respecto a la pequeña Sara.

A esta hora de la tarde parece haber mucha actividad en las calles, muchos autos atravesaban en diferentes direcciones y los transeúntes se congregaban para cruzar a gran velocidad las calles, como si el tiempo en los semáforos no les permitiera llegar sanos y salvos al otro extremo de la carretera.

Frente al edificio había un espacio con mesas de cemento y enormes sombrillas, al parecer los trabajadores tenían un lugar ahí para ingerir sus alimentos. Me senté un momento en aquellos asientos y esperé a que el chico saliera de la oficina, pero eso no sucedió.

Coloqué nuevamente la mochila sobre mis hombros y tomé la bicicleta para regresar a casa, sin embargo la voz de Sara llamó mi atención en cuanto la escuché llamarme.

―¡Maestra! ¡Maestra!― llamó agitando la mano en el aire para saludarme.

Increíble, ahora tendría que dar una explicación del por qué me encuentro aquí afuera del trabajo de su hermano, no pensé en que tendría que inventar una excusa sólo en caso de encontrarme frente a frente con su hermanita.

                         

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