![UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD PARA AMAR[Novela corta]](https://cos-spres.cdreader.com/site-375(new)/0/15663/coverbig.jpg?v=f70a28079055eb5972dbe60603099db6)
Asa narrando:
2 años después...
Desperté con un escalofrío. Era como si un volcán dormido se hubiera movido dentro de mí. La oscuridad que me envolvía se disipó lentamente, como la neblina de la mañana que se atreve a dar paso al sol. Pero, a diferencia de un despertar tranquilo, mi mente era un laberinto de confusión y soledad. ¿Dónde estoy? ¿Qué me pasó?
Intenté abrir los ojos, pero parecían pesados, como si alguien hubiera puesto un manto de arena sobre mis párpados. Finalmente, tras un esfuerzo titánico, logré forzar una rendija. La luz era deslumbrante, un brillo blanco y frío que lastimó mi visión. Cerré los ojos nuevamente, sintiendo la debilidad arrastrarse por mi cuerpo. Era extraño, como si estuviese atrapada entre dos mundos, el real y el desconocido.
Cuando finalmente logré abrir los ojos por completo, la escena ante mí era casi surrealista. Las paredes eran blancas, inmaculadas, y el techo parecía elevado como si estuviera flotando en el aire. Todo olía a desinfectante, un olor que apenas podía identificar. Intenté moverme, pero mi cuerpo no obedecía. Una ola de pánico comenzó a apoderarse de mí.
- Calma, Asa... - susurré para mí misma, pero la voz que salió de mis labios estaba tan distante que me pregunté si realmente había hablado. El sonido resonó como un eco de un sueño, un recuerdo de algo que ya no era real. ¿Qué significaba "Asa"? ¿Qué era yo? ¿Qué había sido?
Intenté buscar en mi mente fragmentos de memoria, pero lo único que logré encontrar fue un vacío profundo. Imágenes comenzaron a aparecer y desaparecer como humo. Veía rostros, sonrisas, incluso lágrimas, pero eran tan etéreas que no logré reconocer a nadie. Un nudo se formó en mi garganta; la sensación de no pertenecer a ningún lado era abrumadora.
Los latidos de mi corazón comenzaron a acelerar, haciendo resonar mi pecho como un tambor de guerra. Miré a mi alrededor, en busca de cualquier indicio de quién era o qué podría haber sucedido. Fue entonces cuando noté algo: había dispositivos a mi alrededor, una telaraña de cables y luces parpadeantes. El sonido constante de un monitor llenaba la sala, marcando el tiempo como un contador silencioso de mi estado de vida. Eso era un hospital. Estaba en un hospital.
Los recuerdos comenzaban a regresar, pero no como una ola suave y familiar, sino como relámpagos desgarrando la oscuridad. Altibajos, risas, una luz deslumbrante... y luego, un accidente. Un momento. Una salida de carretera. El dolor. Podía sentirlo, casi como si todavía estuviera atrapada en esa experiencia. Mi corazón se hundió en la soledad de saber que había perdido tanto.
Mi mirada se fijó en un rincón de la habitación, donde había un pequeño cuadro con flores que recordaban la primavera. Eran tan vibrantes en contraste con la blancura estéril que me rodeaba. Deseé poder alcanzar las flores, tocarlas, sentir su suavidad entre mis dedos. Pero lo único que podía hacer era perderme en la confusión de los sentimientos: miedo, soledad, y una esperanza primordial que me arrastraba hacia la vida.
La puerta se abrió con un suave chirrido, y vi la silueta de alguien acercándose.
Una figura femenina entró en mi campo de visión. Su cabello, una cascada de mechones castaños, parecía brillar bajo la luz suave, y su rostro llevaba una expresión de incredulidad. La mujer venía hacia mí, pero no lograba recordar quién era. Una mezcla de confusión y alivio recorría mi cuerpo.
- ¿Quién... quién eres? - murmuré, la voz saliendo baja y arrastrada, como si la propia pronunciación de las palabras requería un esfuerzo colosal.
Ella se detuvo, congelada. Un momento que parecía extenderse por una eternidad. Y luego, mientras la estudiaba, una chispa de reconocimiento se encendió dentro de mí. El recuerdo vino lento y titubeante, pero finalmente se consolidó. Era ella. Mi madre.
- ¿Mamá? - La palabra salió casi como un susurro, una pregunta y una afirmación al mismo tiempo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y, en un movimiento repentino, se acercó y me abrazó. El calor y la fragilidad de su cuerpo contra el mío hicieron que el tiempo pareciera desvanecerse. En ese abrazo, había una mezcla potente de amor, alivio y dolor. Podía sentir el temblor de su respiración, la fragilidad que dejaba claro que algo mucho más grande que una simple separación nos había separado.
- ¡Ah, mi Asa! - exclamó, su voz entrecortada. - ¡Estás despierta! Pensé que nunca más...
El afecto de su presencia disolvió parte de la confusión que me envolvía, empujando algunas preguntas a la superficie.
- ¿Qué ocurrió? ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me pasó?
La expresión de ella cambió, y las lágrimas comenzaron a deslizarse por su mejilla.
- Tú... estuviste en un coma, - informó, cada palabra cargando un enorme peso. - Después del accidente de coche. Dos años, querida mía...
Dos años. El tiempo había pasado como un jarrón roto, cada fragmento un día perdido en un abismo que me separaba del mundo. Maldecí la ausencia de recuerdos, las lagunas que hacían todo aún más doloroso.
- No sé... No recuerdo nada. - La angustia se apoderó de mí de inmediato, y mi voz salió más alta de lo que pretendía. - Solo recuerdo... nada. Como si todo hubiera sido borrado.
Ella sostuvo mi mano, las suyas calientes y reconfortantes, como un ancla en medio de la tormenta que se formaba en mi corazón.
- Está bien, querida. Estamos juntas ahora. Y eso es lo que importa.
La presencia reconfortante de mi madre fue como un puerto seguro en medio de la tormenta. Pero a medida que la confusión se disipaba, otras preguntas surgían como olas implacables en mi mente.
- ¿Dónde está mi novio, Max? - Pregunté, mi voz un poco más firme ahora, pero aún cargada de aprehensión.
La mención de su nombre trajo un torbellino de emociones, recuerdos de sonrisas y caricias suaves. Un amor que ahora parecía tan distante como una estrella en una noche nublada.
La reacción de mi madre fue inmediata. Se detuvo, una sombra de incertidumbre cruzó su rostro, como si una hoja de hielo hubiera cortado el aire entre nosotras. Su mirada se desvió, cayendo directamente sobre la ventana, como si las respuestas estuvieran allí.
- ¿Mamá? - La palabra salió arrastrada, una súplica amarga. - ¿Dónde está él? ¿Pasó algo?
Fue entonces cuando la puerta se abrió silenciosamente, y Alma entró. El ambiente que hasta entonces respiraba curación, renacimiento, pasó a vibrar con una tensión palpable. Mi hermana estaba diferente - una nueva luz la rodeaba, pero había algo indiscutiblemente diferente. Ella llevaba un vientre prominente, un símbolo de vida que estaba creciendo.
- ¿Alma? - Dije, la voz fallando. No podía procesar la imagen ante mí. A pesar de la naturaleza feliz del embarazo, una profunda tristeza se instaló en mi corazón. - ¿Estás embarazada?
Ella asintió lentamente, una tímida sonrisa intentando formarse en sus labios. Pero la alegría que debería acompañar la revelación estaba envuelta en un velo de incomodidad. Observé su gesto mientras miraba a mi madre, que parecía atrapada en un mar de palabras no dichas.
- ¿Cómo... cómo sucedió esto? ¿Por qué parecen tener miedo de algo? - Pregunté, el recuerdo de mi coma pesando más que nunca sobre mí. El tiempo se había desplegado en un intervalo que no pude alcanzar. Para mí, habían pasado solo unos días - como una noche que duró una eternidad.
- El accidente... todo esto... - Alma comenzó, pero las palabras no parecían formarse. El aire en la habitación se había vuelto denso, una neblina de sentimientos que casi podíamos tocar. Mi madre miró a Alma, y en el silencio de la habitación, el tiempo pareció detenerse. Nada más que el latido de las máquinas, que ahora sonaban como un eco doloroso, llenaba el espacio.
Finalmente, mi madre respiró profundamente y se volvió hacia mí, como si se estuviera preparando para ofrecer un regalo y una carga al mismo tiempo.
- Asa, nosotros... - Mi madre comenzó a hablar con dificultad.
- Habla ya, ¿sucedió algo? ¿Por qué están dando vueltas para hablar? - Pregunté, un peso aplastante estableciéndose en mi pecho.
Alma se acercó, dudosa, y puso su mano sobre la mía.
La mano de Alma estaba caliente, un toque que debería ser reconfortante, pero en cambio, trajo una ola de angustia que me hizo querer retroceder. Pusimos todo en perspectiva, pero la atmósfera pesada permanecía en el aire, entre líneas de lo que aún necesitaba ser dicho. Alma parecía indecisa, como si cargara un peso que no sabía cómo compartir.
- ¿Por qué tanto suspense, Alma? - pregunté, tratando de mantener mi voz estable, pero el temblor traicionaba la calma que intentaba sostener. - Parece que hay algo que no me están contando.
El silencio se alargó nuevamente, y por un breve momento, los rostros a mi alrededor estaban congelados en una bruma de confusión. La expresión de Alma oscilaba entre el dolor y la empatía, como si estuviera a punto de soltar una revelación que podría desmoronar lo que quedaba de mi cordura.
- Porque... porque la verdad es difícil, Asa, - dijo ella, finalmente rompiendo el silencio, pero sus palabras parecían más una defensa que una explicación. - A veces, la verdad es... brutal.
- ¿Brutal? - Repetí, el corazón acelerándose. En algún lugar dentro de mí, algo comenzaba a formarse, una percepción tenue que me hacía querer alejarme, como si el mundo estuviera a punto de desmoronarse.
- Sí. Yo... no sé cómo decirlo, pero... mi hijo, - comenzó ella, la voz entrecortada. - es de Max.
Sus palabras resonaron como un trueno en una tormenta silenciosa - cortantes y devastadoras. El peso del significado de su afirmación me golpeó de lleno, y la realidad desmoronó lo que quedaba de mis expectativas. Una ola de desesperación llenó mi pecho, y la sala pareció girar a mi alrededor.
- No... no puede ser, - murmuré, las lágrimas brotando en mis ojos. - No puedes estar hablando en serio. Max... mi Max?
- Lo siento mucho, Asa. Yo... Estabas en coma, y la vida continuó. Él... él se involucró contigo, pero cuando tú... cuando estabas fuera... - Alma se interrumpió, las palabras pesadas casi imposibles de pronunciar.
El shock agrió el aire. La densidad del momento creció, un colapso que no estaba preparada para enfrentar. El amor que una vez tuve, lo que pensaba que aún existía, ahora se desvanecía ante la crueldad de la realidad. Max había elegido seguir viviendo mientras yo estaba atrapada en un profundo sueño.
- ¿Por qué? - Pregunté, la voz estrangulada en mi garganta.
- ¡No quería lastimarte! Sucedió y todo fue tan difícil... estábamos perdidos y terminamos pasando mucho tiempo juntos. Una cosa llevó a la otra y todo esto ocurrió. Perdóname... - imploró Alma, la desesperación en su expresión reflejando el dolor que me consumía. - ¡Nadie sabía si ibas a despertar, Asa! Y cuando despertaste...
- ¿Cuando desperté? - La interrumpí, la ira y el dolor luchando por el control de mi voz. - ¿Ahora es mi culpa? - Las lágrimas comenzaron a rodar libremente por mi rostro.
Estaba perdida en un mar de traición. Ahora, mi mundo se desmoronaba. Mi corazón estaba roto y desmenuzado como las hojas caen de un árbol en otoño - secas, quebradizas y, de alguna manera, muertas.
La conexión entre nosotros se desvanecía rápidamente, y el peso de las revelaciones crecía, volviéndose insoportable. Mi madre observaba en silencio, su mirada cargada de comprensión y empatía, pero ¿qué importaba eso ahora? El amor que tenía, el futuro que idealizaba, todo se desmoronaba.
- No sé si puedo manejar esto, - confesé, la voz casi inaudible. El shock y la traición inundaban mi cuerpo, un laberinto de sentimientos que me dejaba perdida. - ¡Me traicionaron de una manera tan cruel ... no puedo creerlo!
Alma estaba llorando, la mano aún firme sobre la mía como un puerto en la tormenta.
- Por favor, Asa... intenta entender. Nadie quería que esto sucediera. No quería esto. Solo quería que estuvieses bien.
- ¿Bien? ¡No entiendes, Alma! ¿Cómo es despertar de un coma, confusa y totalmente perdida? Y lo peor, descubrir que mientras tú luchabas por tu vida, tu hermana estaba acostándose con tu novio.
En ese momento, el mundo en el que existía, lleno de amor y esperanza, se desmoronó. El presente se volvió una visión borrosa, y el futuro que había imaginado se evaporó en un soplo. Las revelaciones estaban consumiendo todo, y me dejaban vacía.
Era una nueva realidad, una nueva vida, pero ¿qué vida? ¿Qué me quedaba, sino el dolor y la pérdida, mientras el eco de las risas que compartía con Max se convertía en un eco distante, como un sueño que nunca volvería?
Y mientras el peso de las verdades pesaba sobre nosotros en un silencio tenso, me di cuenta de que el verdadero desmoronamiento había comenzado y, con él, un nuevo viaje que no elegí.