![UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD PARA AMAR[Novela corta]](https://cos-spres.cdreader.com/site-375(new)/0/15663/coverbig.jpg?v=f70a28079055eb5972dbe60603099db6)
Asa narrando:
El peso del silencio fue roto por un grito que reverberó por las paredes de la habitación.
- ¡Sal! ¡No quiero verte más! -exclamé, mi voz cargada de una mezcla de dolor y rabia. La fuerza en mis palabras era una revelación, una parte de mí que nunca se había manifestado antes. Permanecí paralizada, sabiendo que este era un momento crucial, una ruptura que no podía ignorar. Cada sílaba era como un eco de traición, y el rechazo cortó más profundo que cualquier adjetivo que pudiera describir.
El aire en el ambiente se volvió pesado, y la agitación entre los tres aumentó. Mi madre, siempre la pacificadora, intentaba intervenir, pero la tensión era palpable. Caminó hacia nosotras, con las manos levantadas en un gesto de súplica.
- ¡Calma, ustedes dos! Por favor, hablemos con calma. Asa, necesitas calmarte. Esta situación es muy difícil para todos nosotros. -dijo ella, su voz una mezcla de preocupación y amor.
Pero no podía escuchar. Solo la traición atravesaba mi pensamiento, y la sensación de que toda mi vida estaba siendo modificada frente a mí era casi insoportable. Miré a Alma, la ira burbujeando dentro de mí como un volcán a punto de erupcionar.
- ¿Cómo pudiste hacer esto, Alma? ¡Me traicionaste de la manera más cruel posible! ¡Mi novio, la persona que debería estar a mi lado, y tú te lo quedaste! -La última palabra salió como un soplo de veneno, y sabía que no había vuelta atrás. - Lo llamabas nerd, te burlabas de él de todas las formas posibles.
- Las cosas son diferentes ahora... Max ha cambiado y ahora es mío. Lo siento, pero ocurrió. -Alma estaba llorando, las lágrimas en su rostro se mezclaban con la rabia que iluminaba sus ojos.
- ¿Y yo? ¿Qué soy yo en esta historia? ¿Solo una espectadora de su vida? -Exploté, a un paso de ceder a un impulso de ira que estaba a punto de consumirme. - Puede que no lo hayas planeado, pero no me digas que no sabías que esto podría destruirme.
En ese instante, mi madre, en un gesto desesperado, empezó a buscar el timbre que llamaba a las enfermeras.
- Calma, Asa. Voy a llamar a una enfermera. Tal vez solo necesites un poco de ayuda para relajarte. Por favor. -Ella suplicó, casi en un susurro.
Pero las palabras de mi madre estaban muy distantes, perdidas en la tormenta de emociones que me rodeaba. Me sumergí en un ciclo de furia y dolor, recordando los momentos que consideraba sagrados, ahora manchados por una traición que ni la realidad podría borrar.
Las enfermeras llegaron rápidamente, y vi cómo una de ellas traía una jeringa con un sedante. Era como si el mundo estuviera a punto de desaparecer en una nube de niebla. Fui empujada delicadamente hacia abajo, pero la resistencia dentro de mí era obstinada.
- ¡No! ¡No quiero eso! -grité, tratando de alejarme de lo que estaba a punto de suceder. Las vidas se estaban desmoronando a mi alrededor, y la idea de sucumbir a un sueño profundo, mientras todo esto sucedía, parecía equivocada.
- Si no te calmas, solo va a empeorar. -dijo la enfermera de manera calmada, pero firme. Me di cuenta de que, en medio del tumulto, lo único que realmente quería era la libertad de sentir, incluso si el dolor era insoportable.
- Max... -murmuré, el nombre escapando de mis labios con un peso que apenas podía soportar. El vacío que ahora ocupa su lugar en mi corazón era insoportable.
Pero el veneno ya corría por mis venas. El ambiente comenzó a girar, y la confusión me envolvió, como una nube que cubría todo. Las voces de Alma y de mi madre se distorsionaban en ecos desconocidos. Cada palabra perdió su significado. Luché por permanecer consciente, por resistir a la oscuridad que se acercaba, pero era como tratar de sostener arena entre los dedos.
- Yo... te amo, Asa. -la última cosa que escuché, pero no sabía si era de Alma o de mi madre. Y entonces la niebla se consolidó, consumiendo mi conciencia, y sucumbí a una oscuridad confortable, solo para escapar del dolor que me consumía.
Y, con eso, la última fracción de mi realidad se deshizo, dejando atrás solo una profunda tristeza y una confusión que se desplegaría cuando despertara de nuevo.
[...]
Desperté con una sensación extraña. La luz de la habitación del hospital me deslumbraba momentáneamente, haciéndome parpadear varias veces hasta que mi visión se ajustara. Mis recuerdos eran fragmentados, como piezas de un rompecabezas esparcidas por una tormenta.
La enfermera me había administrado calmantes tranquilamente, eso me había hecho desmayar y por algún tiempo, me había hecho olvidar lo que estaba pasando. No es que eso importara ahora. Mi corazón seguía latiendo descontrolado, la rabia y el dolor mezclándose en mis venas. La noticia que recibí justo después de despertar todavía resonaba en mi mente: mi hermana, mi propia hermana, estaba embarazada de mi novio. Exnovio, corregí mentalmente, sintiendo un sabor amargo en la boca.
Mientras intentaba procesar todo esto, la puerta de la habitación se abrió lentamente. Allí estaba él, parado como una estatua. Sus ojos encontraron los míos y, por un momento, parecía que el tiempo se había congelado. Estaba diferente. Ya no era el chico nerd que recordaba, sino alguien irreconocible. Su cuerpo tatuado, los músculos que ahora definían su figura, todo en él gritaba cambio.
- Entonces, ¿así es como apareces después de todo? -Mi voz sonó más firme de lo que esperaba, cortando el silencio entre nosotros.
Él dudó, abriendo la boca como si fuera a hablar, pero no le di esa oportunidad.
- Has cambiado tanto, ¿verdad? Del nerd tímido a... esto. -Hice un gesto vago, señalando su nueva apariencia. - Es interesante cómo las personas se transforman cuando les conviene. Inclusive, traicionan a los demás por la espalda. ¿Cómo puede alguien estar con una mujer que le hacía bullying, que se burlaba de él y, sobre todo, hermana de la mujer que él juraba amar? ¿Y que en el momento más vulnerable de ella, él la estaba traicionando de la manera más asquerosa y repugnante?
Él dio un paso adelante, pero yo levanté la mano para interrumpirlo.
- No, no tienes derecho a decir nada. Tú y mi hermana... Se merecen mutuamente.
El dolor en su mirada era palpable, pero no estaba dispuesta a suavizar mis palabras.
- Confiaba en ti. Y mientras yo estaba aquí, luchando por mi vida, tú elegiste la peor traición posible.
Finalmente, él encontró la voz, pero sus palabras eran frágiles, casi susurradas.
- Asa, yo...
- ¡No! - corté, mi ira quemando cualquier intento de disculpas. - No quiero oír. Puedes haber cambiado por fuera, pero por dentro, sigues siendo el mismo cobarde.
El silencio se instaló de nuevo, pesado y sofocante. No sabía si él tenía más que decir, pero en ese momento, no importaba. Había cruzado una línea, y no había retorno.
- Sal. - dije, la palabra sonando definitiva. - Y no vuelvas.
Él dudó por un instante, pero entonces, como si finalmente entendiera la gravedad de sus acciones, se dio la vuelta y salió sin mirar atrás.
Sola de nuevo, dejé que las lágrimas que había estado conteniendo finalmente cayeran. El dolor aún estaba allí, pero la ira también. Y sabía que, de alguna manera, lograría reconstruirme a partir de los pedazos que quedaban.
[...]
Mañana siguiente...
La suave luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas de la habitación del hospital, proyectando sombras delicadas en las paredes. Aún estaba tratando de procesar todo lo que había sucedido cuando la puerta se abrió de nuevo. Esta vez, era el médico, seguido de cerca por mi madre.
Su rostro estaba marcado por el cansancio, pero sus ojos brillaban con un amor inquebrantable. Se acercó a mi cama, sosteniendo mi mano con una ternura que solo una madre podría ofrecer.
- Buenos días, Asa. - comenzó el médico, mirándome con una sonrisa alentadora. - ¿Cómo te sientes hoy?
- Estoy... tratando de entender todo. - respondí, mi voz un poco ronca.
Él asintió, comprensivo.
- Sé que es mucha información para absorber. Pero hay algunas cuestiones importantes que necesitamos discutir.
Mi madre apretó mi mano, como si quisiera darme fuerza. El médico continuó:
- Debido a los dos años en coma, tu cuerpo ha pasado por algunos cambios. Necesitaremos realizar algunos exámenes para evaluar tu salud general.
Asentí, ya esperando algo así.
- ¿Y respecto a mi movilidad?
- Necesitaremos comenzar con fisioterapia lo antes posible. - explicó. - El tiempo que pasaste acostada puede haber afectado tus músculos y articulaciones. Será un proceso gradual, pero nuestro objetivo es ayudarte a recuperar tu fuerza e independencia.
La idea de pasar por todo eso era aterradora, pero también sentí una chispa de determinación. Quería mi vida de vuelta.
- Entiendo. - murmuré. - Estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario.
Mi madre me miró con un orgullo que calentó mi corazón.
- Estamos aquí para ti, Asa. El equipo médico siempre estará cuidando de ti hasta que estés lista para salir de este hospital. - dijo el médico con una sonrisa amable.
Él continuó explicando los próximos pasos, los tipos de ejercicios que haría y el equipo que estaría a mi lado durante la recuperación. Aunque el camino por delante parecía largo y desafiante, había una sensación de esperanza creciendo dentro de mí.
Cuando el médico se fue, mi madre permaneció a mi lado, acariciando mi mano.
- Eres fuerte, Asa. Siempre lo has sido. Y ahora no será diferente. - dijo ella. - Quiero que sepas que nunca acepté lo que pasó. Solo quiero que superes todo esto y que finalmente puedas seguir tu vida.
Asentí, la ira volviendo a superficie.
Sabía que habría días difíciles, momentos de duda y frustración, pero también sabía de mi fuerza y determinación; iba a salir adelante.
- Gracias, mamá. - susurré, sintiéndome agradecida por su presencia constante. - Vamos a lograrlo.
Y en ese instante, decidí que haría todo lo que estuviera en mis manos para volver a levantarme. Estaba lista para luchar por mi vida.
[...]
El silencio era casi ensordecedor, pero, de alguna manera, me permitía escucharme a mí misma con claridad.
Era de noche y estaba sola en esa habitación de hospital.
Miré al techo, las pequeñas manchas y marcas se convirtieron en un mapa de mis reflexiones. Nunca había pasado tanto tiempo sola, y, irónicamente, esa soledad me estaba haciendo compañía de una manera extraña. Era como si, finalmente, pudiera desprenderme de las voces externas que siempre trataban de guiarme, de moldearme. Ahora, solo estábamos yo y mis recuerdos.
Pensar en mi vida era como pasar las páginas de un álbum de fotografías descoloridas. Cada imagen traía consigo risas y lágrimas, amores y desilusiones. Recordaba cada corazón roto, las promesas hechas y quebradas. La verdad era que estaba cansada. Cansada de arriesgarme, de abrir mi corazón y exponerme, solo para ver todo desmoronarse. El amor, que un día me parecía un cielo azul, ahora era una tormenta, y ya no tenía ganas de mojarme.
Cuando salga de aquí, quiero cambiar. Quiero respirar libremente, sin el peso de las expectativas. Quiero descubrir quién soy fuera de las relaciones y de las etiquetas que la sociedad me ha impuesto. La idea de vivir por mí misma, de encontrar alegría en las pequeñas cosas, comenzó a cobrar forma. Podría explorar mis pasatiempos, redescubrir pasiones que dejé atrás. Tal vez volvería a bailar ballet, o tal vez escribiría un libro, donde cada palabra sería una nueva forma de liberarme.
La verdad es que ya no quería involucrarme amorosamente con nadie. El dolor de un corazón roto aún resonaba dentro de mí, y no había espacio para más heridas. Deseaba un amor mayor, un amor que no dependiera de otra persona. Un amor por mí misma, un amor que me sanara y me fortalezca.
Mientras el tiempo pasaba lentamente, me permití soñar con el futuro. Imaginé un lugar donde pudiera ser libre, donde los colores de la vida no fueran opacos, sino vibrantes. Un espacio donde pudiera reinventarme, donde el pasado no dictara quién soy.
Entonces, acostada en la cama del hospital, hice una promesa silenciosa a mí misma.
Un accidente no logró vencerme, así que ¿por qué dejaría que mi exnovio y mi hermana traidora me derribaran? Ellos piensan que pueden lastimarme, que pueden hacerme sentir menos de lo que soy. Pero soy más fuerte que eso. Cada cicatriz que llevo es una prueba de que sobreviví, de que enfrenté desafíos mayores. No voy a permitir que estas traiciones me definan. Soy la dueña de mi historia, y nadie va a quitarme eso.