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El sol se filtraba a través de las cortinas, bañando la habitación con una luz suave que prometía calidez. Sin embargo, para Víctor Martínez, aquel día no era como los demás. Al despertar, la confusión en su mente era más profunda que nunca. No era solo una cuestión de negocios, no era solo una atracción profesional. Lo que había experimentado en su oficina con Ricardo había tocado algo mucho más profundo en él, algo que no podía ignorar.
Se levantó de la cama con lentitud, tratando de no despertar a Sofía, que aún dormía plácidamente a su lado. La quietud de la casa, con su paz superficial, le parecía un contraste cruel frente al torbellino emocional que arrasaba su interior. Sabía que debía concentrarse en lo que estaba por venir: una junta importante, decisiones que afectarían el futuro de su empresa y su familia, pero todo eso parecía distante e insignificante comparado con lo que se había instalado en su corazón.
Se dirigió al baño, encendió la ducha y dejó que el agua caliente lo envolviera. Era como si pudiera ahogar sus pensamientos, como si el vapor pudiera borrar la imagen de Ricardo de su mente, pero no lo conseguía. La imagen de esos ojos oscuros, la forma en que su presencia llenaba la habitación, se mantenían ahí, persistentes, como una sombra que lo seguía adondequiera que iba. Se sintió ridículo. ¿Por qué estaba pensando tanto en alguien con quien apenas había hablado? No podía dejar de preguntarse si esto era solo un capricho pasajero, una confusión momentánea que desaparecería al regresar a su rutina. Pero en el fondo, sabía que no era así.
La charla que había tenido con Ricardo el día anterior resonaba en su cabeza una y otra vez. El hombre había hablado con tanta seguridad, pero lo que Víctor no podía dejar de notar era la sutil manera en que sus palabras se mezclaban con algo más, algo que parecía estar ocurriendo entre ambos sin ser reconocido. Había algo en su presencia que lo desestabilizaba, algo que lo desbordaba de una manera que no lograba comprender.
Después de la ducha, Víctor se vistió de manera automática, poniéndose el traje que usualmente usaba para las reuniones importantes. Pero incluso al mirarse al espejo, no se reconocía del todo. Había algo diferente en él, algo que no podía entender. La imagen del hombre exitoso, el CEO imponente, estaba ahora teñida con una incertidumbre que nunca antes había conocido. ¿Cómo podía estar cuestionando su propia vida, su matrimonio, su carrera, por la presencia de un hombre que acababa de conocer?
Sofía despertó mientras él terminaba de prepararse, mirándolo con esa sonrisa familiar que siempre le había parecido un refugio. Pero hoy, esa sonrisa le pareció distante, como si él estuviera viendo todo desde un vidrio empañado. ¿Cuánto tiempo más podría seguir ocultando lo que sentía? ¿Cómo podía pretender que todo estaba bien cuando, en su interior, la duda se había infiltrado como un veneno silencioso?
- ¿Todo bien, cariño? -preguntó Sofía, levantándose de la cama y estirándose.
Víctor asintió, sonriendo con esfuerzo.
- Sí, claro. Solo que tengo una agenda bastante apretada hoy. -respondió mientras ajustaba su corbata. Intentó sonar natural, pero sus palabras se sintieron vacías en sus propios oídos.
Sofía no insistió, como si ya estuviera acostumbrada a esa falta de profundidad en las conversaciones mañaneras. Él siempre estaba centrado en su trabajo, siempre ocupado con algo importante. Era lo que ella conocía, lo que siempre había aceptado de él. Pero había algo diferente en su mirada, algo que la hacía sentirse distante, casi como si estuviera mirando a un extraño. Sofía sabía que algo no estaba bien, pero no sabía exactamente qué.
La mañana transcurrió de manera rutinaria, pero en la oficina, la tensión crecía. A pesar de su esfuerzo por concentrarse en los números y las estrategias que Ricardo le había presentado, no podía dejar de pensar en el hombre que había alterado su mundo con su presencia. Había algo en Ricardo que lo desafiaba, algo que no solo le parecía intrigante, sino también inalcanzable, como si estuviera buscando algo más allá de lo evidente.
A media mañana, Ricardo apareció en la oficina para una nueva reunión. Esta vez, la cita no tenía tanto carácter de presentación, sino que era más bien un análisis profundo de lo que se estaba gestando en la empresa. Víctor le pidió que lo acompañara a su despacho, y cuando entraron, la atmósfera entre ambos era diferente. No era solo el profesionalismo lo que flotaba en el aire. Había algo más, algo no verbal que se movía entre ellos, sin ser dicho, pero tan palpable como la luz que se filtraba por las ventanas.
- Buenas tardes, Víctor. -Ricardo dijo, sin perder ese tono sereno que tanto lo caracterizaba. -Hoy quiero mostrarte un análisis más detallado de las tendencias actuales.
Víctor asintió, aunque su mente no estaba completamente en los números. En lugar de eso, se encontraba distraído por la presencia de Ricardo, por la forma en que su voz llenaba el espacio, por la manera en que sus ojos, al mirarlo, parecían atravesarlo sin esfuerzo.
La reunión avanzaba, pero la mente de Víctor estaba lejos. Cada palabra que Ricardo decía le parecía ahora cargada de una intensidad que antes no había notado. En un momento, sus miradas se cruzaron, y Víctor sintió una sacudida, como si el aire mismo se hubiera cargado de electricidad. Su pulso se aceleró ligeramente, pero rápidamente lo reprimió. No podía permitirse sentirse de esa manera. Estaba casado. Tenía una vida estable, una familia que lo amaba. ¿Qué era lo que le estaba sucediendo?
Ricardo continuó hablando, pero Víctor ya no podía concentrarse completamente en lo que decía. Su mente estaba atrapada en ese instante, en esa mirada que compartieron, en la sensación extraña que lo envolvía cada vez que Ricardo se acercaba. No entendía lo que estaba pasando. Nunca antes había sentido algo así por un hombre. Siempre había creído que su atracción por Sofía era suficiente, que su vida era perfecta tal como estaba. Pero ahora, la certeza que alguna vez tuvo sobre su vida, sobre su matrimonio, comenzaba a desmoronarse.
La reunión terminó finalmente, y Ricardo salió de la oficina con una sonrisa suave, pero Víctor no pudo evitar sentir que algo había cambiado irrevocablemente entre ellos. Cada paso que Ricardo daba al salir parecía aumentar la distancia entre Víctor y su propia identidad.
El resto del día pasó en un torbellino de decisiones empresariales, pero en cada rincón de su mente, Víctor no podía dejar de pensar en Ricardo. Al final del día, se encontró de pie frente a la ventana de su oficina, mirando la ciudad. El mismo paisaje que había visto miles de veces, pero ahora se sentía ajeno, distante. ¿Qué había cambiado en él? ¿Por qué no podía dejar de pensar en Ricardo, un hombre con el que apenas había compartido unas horas? ¿Qué era lo que realmente quería en su vida?
El precio de ser honesto consigo mismo, de ser fiel a lo que realmente sentía, comenzaba a manifestarse, pero no sabía si estaba dispuesto a pagar ese precio.
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