-¡Anímate! ¡Mira ese bombón! -menciona Tessa, señalando hacia la barra con una sonrisa traviesa-. ¿Hace cuánto que no tocas a un hombre? Y ese stripper que está allí, vestido de policía, tiene todo en su lugar.
Scarlett sigue la dirección de su dedo y observa al caballero del que habla su prima y amiga.
-Sabes que solo vine a pasar una noche agradable y relajada. No quiero tener nada con nadie -responde con serenidad, sin apartar la mirada del escenario.
-¿Si tú lo dices? -replica Tessa, dándole una sonrisa de esas que lo dicen todo.
-Creo que, en vez de buscarme prospectos sabiendo que soy una mujer comprometida, deberías centrarte en encontrar un hombre que te quite la virginidad de una buena vez.
-Sabes que soy de las que aún cree en el príncipe azul, en el amor verdadero para toda la vida... quiero una relación como la de mis padres -dice Tessa con convicción, casi como una confesión.
-Esos hombres ya se extinguieron, Tess. Créeme, si aún quedara uno, yo también desearía tener a mi lado a alguien como papá o como alguno de mis tíos, pero eso ya es algo difícil... por no decir imposible -responde Scarlett, con un dejo de melancolía disfrazado de humor ácido.
Tessa toma un trago de su copa, pensativa.
-Esas no deberían ser las palabras de una mujer que está a punto de casarse.
Scarlett la mira de reojo y pone los ojos en blanco con fastidio contenido.
-Conoces perfectamente las razones, así que no digas bobadas.
Tessa levanta ambas manos en gesto de paz.
-Aún sigo pensando que estás cometiendo un error.
-Calla, y mejor sigamos disfrutando de la noche, ¿quieres? -concluye Scarlett, tomando su copa y brindando con ella, como si ese gesto pudiera alejar la verdad incómoda que ambas conocen demasiado bien.
Scarlett, a su lado, sigue con la mirada al caballero al que se refiere su prima y amiga.
Ambas están en el club privado más exclusivo y lujoso de toda la ciudad. Valleys In The Dark es un edificio de cinco pisos que ocupa casi toda una manzana.
Un lugar donde todo depende de lo que desees vivir en la noche. Es un universo de opciones diseñado para complacer los gustos más variados.
Aquí puedes encontrar la compañía que prefieras, sin importar tu orientación sexual.
El lugar se rige por estrictos protocolos de seguridad, con estándares altísimos de confidencialidad y protección para los clientes.
Existen áreas específicas según tus intereses, aunque también puedes elegir mezclarse y dejarte llevar por el ambiente.
Scarlett y Tessa se encuentran en la zona VIP, disfrutando de bebidas sin alcohol en la sección exclusiva para acompañantes sexuales masculinos. En ese espacio, son las mujeres quienes eligen si desean únicamente un baile seductor o una compañía más íntima por el tiempo que deseen.
Los hombres pueden ser trabajadores del lugar o simplemente asistentes solitarios que buscan compañía. Una pulsera fluorescente en la muñeca indica lo que están buscando. Cada color comunica una intención clara y directa:
Verde: estoy dispuesta a todo.
Amarillo: busco sεx∅.
Naranja: aléjate, solo quiero disfrutar unos tragos.
Fucsia: me atraen personas de mi mismo sεx∅.
Rojo: emergencia. Es señal de auxilio, activa el GPS para ubicar rápidamente al portador.
El hombre en la barra tiene la espalda ancha, el cabello corto al estilo militar y un físico de infarto.
Sus brazos musculosos y su trasero firme captan la atención femenina como un imán.
Aunque Scarlett aún no le ha visto el rostro, se imagina que debe ser igual de atractivo. Todos los hombres en ese lugar parecen salidos del Olimpo: verdaderos dioses griegos.
Está vestido como policía. Es uno de los disfraces más demandados por las mujeres, que fantasean con ser atrapadas por un sexy hombre de la ley.
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-Mikkel, firma rápido ese maldito libro y vámonos de este lugar. Siento cómo esas mujeres me violan con la mirada -vocifera Alejandro, claramente incómodo. No logra disimular su malestar bajo la mirada insistente de varias asistentes.
El noruego se echa a reír, divertido por el humor agrio de su compañero.
-Ale, tranquilízate y mejor busca una mujer que te quite ese estrés que cargas encima -le sugiere Mikkel con una sonrisa relajada.
-Estamos de servicio -responde frunciendo el ceño. Su compañero, a quien considera más hermano que socio, es un auténtico playboy. Las mujeres lo siguen como abejas al panal.
Mikkel, noruego de 28 años, rubio, de ojos azules, mide 1.86 y posee una figura corpulenta. Su padre trabaja como jefe de prensa del Primer Ministro noruego. Estudió en una de las academias militares más prestigiosas de Gran Bretaña y, más tarde, ingresó a la Universidad de Harvard, donde conoció a Alejandro. Desde entonces, son inseparables.
-Nuestro turno terminó hace cuarenta minutos -añade Mik mientras consulta su reloj con despreocupación.
-Muévete, carajo. Si en diez minutos no has salido, te juro por Dios que me largo y te dejo aquí -lo amenaza Ale con fastidio, rodando los ojos y soltando un largo suspiro.
Da media vuelta y recorre el lugar con la mirada, tratando de no estallar mientras la música retumba con fuerza en sus oídos.
Mikkel niega con la cabeza; desearía que, por un solo día en la vida, Ale pudiera relajarse un poco.
-Por favor, deja de ser tan aburrido y trata de disfrutar un poco del sitio. Lígate con alguna mujer hermosa. Créeme, eso es justo lo que necesitas para dejar de ser tan malhumorado -insiste, ganándose una mirada asesina de su amigo.
-Ok, ok, entendido -agrega enseguida, levantando las manos en señal de rendición, mientras se aleja en dirección a la oficina.
El noruego quiere aprovechar la noche. No le vendría mal sacarse las ganas acumuladas. Las mujeres del club son espectaculares, de la alta sociedad o del mundo de la farándula, y si alguna le llama la atención, no dudará en tomar la iniciativa, enviarle un mensaje y entregarse a lo que el cuerpo le pida.
Con los ojos bien abiertos, Mikkel escanea el lugar hasta que se topa con una mujer de cabello negro, vestido ceñido a su cuerpo y una figura que no pasa desapercibida.
Le lanza un guiño con su clásica sonrisa pícara y luego se dirige apresuradamente a la oficina. Quiere terminar rápido con el trabajo pendiente y dedicarse de lleno al placer.
Mientras tanto, Alejandro revisa su reloj por tercera vez. Está impaciente. Los lugares ruidosos lo alteran, lo abruman. Desea largarse de una vez, pero el tiempo que le dio a Mik aún no se ha cumplido.
-Hola, guapo, ¿por qué estás solo? -escucha de pronto una voz aguda y coqueta.
Intenta ignorarla, pero una rubia con exagerados implantes se le acerca con decisión. Lo abraza sin previo aviso y le roba un beso fugaz.
Ale la aparta con firmeza, sorprendido por la osadía.
Pero la mujer no está acostumbrada al rechazo. Aprovechando un segundo de descuido, se lleva una pastilla a la boca, la oculta bajo la lengua y, sin dudar, lo besa de nuevo.
Esta vez, con precisión calculada, le deposita el afrodisíaco directo en la garganta, sin darle margen a reaccionar.
Marcello Alejandro siente los efectos casi al instante. Su corazón se acelera, la visión se le nubla.
Sabe perfectamente que lo han drogado. Necesita salir de allí cuanto antes, calmarse y aplicar el antídoto antes de perder por completo el control.
Empuja a la mujer con más fuerza y se abre paso entre la multitud, tambaleante y desorientado.
En su escape, choca de frente con una mujer de cabello azabache. Sus ojos verde esmeralda lo hipnotizan.
Su rostro tiene la pureza de la porcelana, su cuerpo es una sinfonía de curvas perfectas: senos firmes, cintura diminuta, caderas marcadas, piernas de infarto. Es una diosa.
Scarlett, que ha observado con atención el rechazo a la rubia y, ante la insistencia de su prima, decide interceptarlo.
Se coloca justo en su camino cuando él ya siente que su cuerpo comienza a traicionarlo.
Apenas la ve, algo dentro de Alejandro se descontrola. Su corazón golpea con violencia, su deseo se despierta sin permiso.
Anhela besar esos labios rojos y sensuales. La toma de la cintura y, sin decir palabra, devora su boca.
Ella responde instintivamente, enredando los brazos alrededor de su cuello, entregándose a ese beso intenso que los deja sin aliento.
Entonces, como una señal del destino, suena una salsa romántica cubana. La melodía parece envolverlos, conectarlos.
Sin pensarlo, comienzan a bailar. Scarlett, con elegancia y sensualidad, se desliza como si flotara sobre el ritmo.
Alejandro, con movimientos firmes y cargados de fuego latino, la sigue, derrochando magnetismo.
Con cada paso, un escalofrío les recorre la espalda, como si una energía invisible los envolviera.
Están atrapados dentro de una burbuja, ajenos al mundo, conectados por una tensión que va más allá de lo físico.
Todo a su alrededor desaparece.