Camila seguía de pie, rígida, como si su cuerpo temiera moverse y desencadenar una catástrofe. Sonreía con esfuerzo, con los labios tensos y las manos heladas. Sentía el calor del beso de Julián todavía en la boca, una huella que no se quería borrar.
-¿Vas a venir a acostarte? -preguntó Nico mientras se acomodaba bajo las sábanas.
-Sí, ya voy -respondió ella, obligando su voz a sonar normal.
Dio unos pasos, acercándose a la cama, y se tumbó a su lado sin mirar hacia el clóset. Sus pensamientos se amontonaban, desordenados: ¿Está respirando muy fuerte? ¿Se oyen los latidos? ¿Y si se mueve? ¿Y si...?
Nico se giró hacia ella y la rodeó con un brazo. Su calor familiar la golpeó de lleno. Su olor. Su peso. Todo lo que debería reconfortarla, pero que ahora se sentía... extraño.
-Hoy fue una noche larga -murmuró él, bostezando-. Si no fuera por Julián, me habría dormido en el puesto. Ese tipo tiene una energía inagotable.
Camila soltó una risita tensa. Oh, lo sé, pensó. La ironía era tan densa que casi podía morderla.
-¿Y Julián? -preguntó, con la voz fingidamente casual-. ¿Se quedó en el aeropuerto?
-No, me dijo que iba a caminar un poco antes de volver a casa. Ya sabes cómo es. A veces necesita aire.
El corazón de Camila dio un brinco. Claro, aire. Como esconderse en el clóset de tu mejor amigo para no ser descubierto después de besarse con su novia. Lo más ridículo de todo es que Julián seguía allí, probablemente con el celular en silencio, quizás arrepintiéndose, o... quizás no tanto.
-¿Estás bien? -insistió Nico, acariciándole el brazo.
Ella asintió, aún mirando al techo.
-Sí. Solo... estoy cansada.
-Te amo, Cami.
-También yo.
Pero la frase le salió más apagada de lo que esperaba. Nico no pareció notarlo; ya estaba cerrando los ojos. En cuestión de segundos, su respiración se volvió pesada, profunda. Dormido.
Camila permaneció despierta. Sentía el calor del cuerpo de Nico a su lado, mientras dentro del clóset, otro cuerpo esperaba en silencio. El peso de la situación la aplastaba. Sentía que estaba metida en una escena sin salida, atrapada entre la culpa y una sensación extraña que no terminaba de identificar. No era solo deseo. Era algo más profundo. Una curiosidad. Una pregunta sin respuesta.
¿Y si no hubiese sido un error?
Pasaron unos diez, quince minutos. O eso creyó. Cuando estuvo segura de que Nico dormía profundamente, se movió con cuidado, levantando apenas la sábana. Se incorporó, descalza, y caminó con pasos suaves hacia el clóset. Su corazón bombeaba con fuerza, como si cada latido fuera un llamado de atención.
Abrió la puerta con lentitud.
Julián estaba ahí, sentado sobre sus talones, sudando. La mirada que le lanzó fue casi un reproche, pero también tenía ese brillo travieso de quien ha sobrevivido una situación imposible.
-¿Estás loca? -susurró.
-Un poco, sí -respondió ella, igual de bajo.
Ambos se quedaron mirándose. El silencio entre ellos estaba cargado de electricidad. No sabían qué decir. Había tantas palabras posibles, y ninguna parecía la correcta.
-Necesitas irte -dijo ella finalmente-. Ahora.
Julián asintió, pero no se movió.
-Camila... ¿qué fue eso?
Ella bajó la mirada. Quería tener una respuesta. Una clara, una que sirviera para poner todo en orden. Pero no la tenía.
-No lo sé -admitió-. Fue un error. Un momento. Nada más.
-¿Nada más?
Sus ojos se encontraron de nuevo. Camila tragó saliva. Por un instante, volvió a ver lo que había sentido minutos antes. Ese fuego extraño. Ese despertar.
-Julián, por favor.
Él suspiró, resignado, y salió del clóset sin hacer ruido. Se detuvo junto a la puerta del cuarto, girando la perilla con precisión de ladrón profesional.
-No voy a decir nada. Nunca. Lo sabes, ¿no?
-Lo sé.
-Pero no voy a olvidarlo.
Camila cerró los ojos al escucharlo. No dijo nada. No podía. Solo lo escuchó desaparecer por el pasillo, y luego, el leve clic de la puerta de su habitación cerrándose con cuidado. Se quedó sola, con Nico dormido a su lado, y con un corazón que no encontraba su sitio.
Volvió a meterse en la cama, pero el sueño no volvió.
Había cruzado una línea, y aunque todo el mundo creyera que seguía donde siempre, algo en ella ya había cambiado. Algo que no se podía deshacer.
Y en la oscuridad, con el ventilador girando otra vez en su monótona canción nocturna, Camila sintió que lo que había comenzado como un error tenía la forma de un nuevo comienzo... o de una tormenta.