Nico le dedicó una sonrisa cómplice, como quien entrega un regalo sorpresa.
-¿No te conté? Me salió el alquiler de esa casa que te mostré el mes pasado, la que estaba en la esquina con jardín. Julián y Sofi se vienen a vivir con nosotros. Vamos a compartir.
Silencio.
Camila parpadeó. Varias veces. Como si necesitara reiniciar.
-¿Julián... y Sofi?
-Sí, amor. Cuatro habitaciones, espacio de sobra, dos baños. Va a ser como vivir de vacaciones todo el año. Imaginate... vos y Sofi haciéndose cócteles, nosotros en la parrilla. -Nico rió, encantado con su propia visión-. Y además, ahorramos un montón. Todo ventajas.
Camila no respondió. Solo volvió la vista al parabrisas, intentando controlar la náusea súbita que la invadía.
¿Vivir con Julián?
Después de esa noche, apenas habían cruzado palabras. Él no había escrito. Ella tampoco. Ambos sabían que acercarse de nuevo era como tocar una llama viva. Se habían jurado a sí mismos que eso había sido un error, un impulso... una grieta que se cerraría con el tiempo.
Pero ahora, iban a tenerlo en la cocina. En la sala. En la ducha de al lado. En el patio.
Todos los días.
-¿Te pasa algo? -preguntó Nico, bajando un poco el volumen de la radio.
Ella intentó sonreír, pero su mandíbula estaba tensa como si contuviera un grito.
-No... solo me tomó por sorpresa.
-Pensé que te encantaría. Hace meses que venís diciendo que este departamento te asfixia.
-Sí, claro... es solo que... Julián y Sofi, wow. Es mucho.
Nico estiró la mano y le acarició la pierna.
-Va a salir bien. Confío en vos, en mí... en los cuatro. Somos como familia.
Camila sintió que el mundo giraba con una lentitud insoportable. Familia. Esa palabra le cayó como un chiste cruel.
Julián, por su parte, estaba sentado en el borde de su cama, mirando la pantalla del celular sin ver nada. Nico le había mandado el contrato del nuevo lugar, con emojis de festejo y un "¡Va a ser épico, bro!".
Y él, como un cobarde, había respondido con un "Sí, va a estar bueno ".
Pero por dentro, estaba devastado.
¿Qué carajo hice?
Cuando Nico le había propuesto compartir casa, le había parecido lógico. Cómodo. Natural. Eran amigos de años. Julián había dicho que sí casi sin pensar, como quien acepta una cerveza más.
Pero eso fue antes.
Antes del beso. Antes de la mirada de Camila en la oscuridad. Antes del clóset. Antes del deseo no resuelto que ahora lo seguía como un eco sucio.
Y ahora... iban a vivir juntos.
¿Cómo iba a soportarlo?
¿Cómo iba a tenerla cerca, ver cómo se reía con Nico, cómo lo besaba en la cocina, cómo compartía cama con él? ¿Cómo iba a aguantar sin delatarse? Sin mirarla demasiado. Sin buscarla con la mirada cuando ella pasara por el pasillo en bata.
Y lo peor... ¿cómo iba a vivir con esa tensión si Camila también la sentía?
Porque la conocía. Sabía leer sus silencios. Y en el último mensaje que intercambiaron -apenas un "estás bien?" suyo y un "sí, todo bien" de ella-, algo vibraba detrás. No estaba bien. Y él tampoco.
Esa misma noche, se encontraron.
Nico los había convocado a los tres para firmar el contrato y brindar con pizza y cerveza. Camila no tenía escapatoria.
Cuando entró al departamento de Julián, lo vio de pie, junto a Sofi, que hablaba con entusiasmo sobre los colores para pintar las paredes del cuarto. Él estaba callado. Sus ojos la buscaron apenas ella cruzó la puerta.
Camila sintió que el tiempo se detenía.
Julián tragó saliva.
Ella apartó la mirada.
La tensión flotó en el aire como un perfume invisible que nadie más notaba.
-¡Cami! -dijo Sofi, entusiasta, dándole un abrazo-. Qué bueno que vamos a ser roomies. ¡No sabés lo feliz que estoy!
-Sí... yo también -dijo Camila, fingiendo una alegría que no sentía.
Julián no dijo nada. Solo se acercó, le dio un beso en la mejilla -una línea invisible que tembló entre los dos-, y se alejó.
Durante toda la noche, se esquivaron como si jugaran a un juego secreto que los demás no podían ver. Una coreografía medida, donde cada roce accidental era un incendio contenido.
Y mientras Nico brindaba con entusiasmo por "una nueva etapa", Camila miró su copa de vino, y luego miró a Julián.
Y supo que todo estaba a punto de salirse de control.