Camila estaba ahí, de espaldas, con una taza en la mano y la mirada perdida en la nada. Tenía una de sus camisas puesta, apenas abotonada. Normalmente, la escena lo habría hecho sonreír. Pero algo lo detuvo.
-¿Cami?
Ella dio un leve respingo, como si la hubiese sorprendido.
-Ah, hola -dijo sin volverse-. Te hice café.
-Gracias -respondió él, tomando la taza que ya estaba servida sobre la mesada-. ¿Estás bien?
Ella asintió, demasiado rápido.
-Sí, solo... me desperté temprano. No podía dormir.
Él se apoyó en la isla de la cocina, observándola con atención. Algo no encajaba. Había una especie de distancia nueva en su forma de moverse. No podía ponerlo en palabras, pero lo sentía. Como cuando un amigo te dice que está bien, pero su sonrisa no llega a los ojos.
-¿Tuviste un mal sueño? -intentó.
Ella lo miró, y durante un segundo pareció querer decir algo. Pero se tragó las palabras.
-Nada importante.
Él se acercó y la abrazó por la cintura, buscando su cercanía. Camila no se alejó, pero su cuerpo se mantuvo tenso, como si tuviera la mente en otro lado.
-No sabés cuánto me ayudó Julián anoche -dijo Nico, apoyando la cabeza en su hombro-. Ese tipo tiene energía para rato, ¿no?
Sintió que ella se puso rígida por una milésima de segundo.
-Sí... claro -respondió, muy bajo.
Nico se apartó un poco y la miró. Estaba más pálida que de costumbre. Y sus ojos, aunque lo miraban, no parecían realmente presentes.
-¿Cami, qué pasa?
Ella forzó una sonrisa, pero era como ver a alguien usando una máscara que no encaja.
-Nada. Solo estoy un poco rara hoy. Te dormiste tan rápido anoche, me quedé dando vueltas. Pensando. Ya sabés cómo soy.
Él asintió lentamente, sin dejar de observarla.
La conocía. O al menos creía que la conocía.
Camila siempre había sido intensa, emocional, transparente. Cuando algo le pasaba, lo decía. Pero esto era distinto. No era enojo, ni tristeza. Era otra cosa.
-¿Me estás ocultando algo?
La pregunta salió sola. Él no la había planeado, pero al decirla se dio cuenta de que realmente lo creía.
Ella parpadeó varias veces. Su mano apretó la taza con más fuerza de la necesaria. Luego, bajó la vista.
-No, Nico -dijo, con una suavidad que le dolió más que cualquier grito-. No te estoy ocultando nada.
Pero su voz... no tenía firmeza.
Él sintió una punzada de incomodidad, como si alguien acabara de arrastrar una uña por el vidrio de su tranquilidad.
-Bueno -dijo con una sonrisa que intentó ser relajada-. Si querés hablar de lo que sea, ya sabés que estoy acá.
Ella asintió. Volvió a mirarlo. Y por un segundo, algo brilló en su expresión. Culpa. Nico lo sintió como un puñetazo. Pero antes de que pudiera decir algo más, Camila le rozó los labios con un beso rápido y se alejó hacia el baño.
Se quedó solo en la cocina, sosteniendo la taza tibia.
Algo pasó. Algo pasó y no me lo está diciendo.
Miró hacia el pasillo por donde ella se había ido. El sonido de sus pasos se había desvanecido. Y en su pecho, algo se encendía. Un instinto.
Hasta ese momento, Nico nunca había dudado de ella. Jamás. Pero ahora...
Ahora, empezaba a hacerlo. Estaba empezando a arrepentirse de haberle propuesto a Julián que compartieran piso.