Capítulo 3 El Límite de la obediencia

Gael no dijo nada, pero su sonrisa creció, como si supiera que había tocado una fibra sensible. Mi mente estaba a mil por hora, tratando de organizar mis pensamientos, pero sus palabras resonaban en cada rincón de mi mente, como un eco que no dejaba de retumbar.

¿Por qué me atraía tanto?

Me forcé a apartar ese pensamiento, negando la extraña sensación que comenzaba a crecer en mi pecho. No podía permitirme caer en su juego, no podía permitir que esa magnetismo entre nosotros tomara control. Pero ahí estaba, desbordando mis límites y desafiando todo lo que pensaba saber de mí misma.

-Escribes bien, Daphne -dijo, su voz suave pero cargada de una intensidad que no podía ignorar-. Pero quiero ver si eres capaz de escribir sobre alguien como yo. No será fácil. Pero sé que te excita el desafío.

Lo miré fijamente, mi respiración agitada, pero intenté que mi voz sonara firme, aunque sabía que mi interior estaba comenzando a quebrarse.

-¿Qué es lo que realmente quieres de mí, Gael? -pregunté, más a mí misma que a él, buscando una respuesta que no estaba segura de querer escuchar.

Él se quedó en silencio por un momento, su mirada fija en la mía, penetrante, casi como si estuviera buscando algo en mi alma. Su presencia era sofocante, como si me envolviera completamente, como si ya fuera tarde para escapar. Finalmente, habló, su tono más bajo, más serio.

-Quiero que escribas mi historia, Daphne. Solo eso. Todo lo que he hecho, todo lo que soy... quiero que lo pongas en palabras. Y quiero que sepas que no será como lo imaginas. No será un simple relato de éxito o poder. Será más profundo, más oscuro.

Gael hizo una pausa, su mirada clavada en la mía, como si esperara que mis pensamientos se alinearan con los suyos. El aire entre nosotros estaba cargado de una tensión palpable, y no era solo por la intensidad de sus palabras. Había algo en él, algo que me mantenía atrapada, como una telaraña de la que no podía escapar, sin importar lo que intentara hacer.

-Te estoy dando lo que quieres, Daphne -continuó, su voz aún suave pero con una firmeza que no dejaba espacio para dudas-. Quiero que escribas sobre la oscuridad, sobre lo que realmente soy. No una versión pulida que el mundo pueda aceptar, sino la verdad que pocos conocen.

No respondí de inmediato. ¿Qué estaba buscando exactamente? ¿Un relato de su vida, de sus victorias y fracasos, o algo más? ¿Esperaba que lo entendiera, que lo aceptara? Mi mente seguía dando vueltas a sus palabras, pero algo dentro de mí ya comenzaba a ceder.

-Tú no eres lo que parece, Gael -dije finalmente, sin apartar la vista de sus ojos-. Nadie lo es. Pero... ¿por qué necesitas que lo escriba yo? ¿Por qué me elegiste a mí? Hay muchos escritores mejores que yo y que seguro no se habían negado, porqué yo?

Él se levantó lentamente de la silla, caminando hacia la ventana sin apartar la vista de mí. Sus pasos eran calculados, como si estuviera tomando su tiempo, preparándose para algo que solo él sabía.

-Porque tú... -dijo, su voz baja y enigmática-. Tú eres la única que puede ver más allá de las mentiras que todos creen sobre mí, no solo sobre mi, sobre cualquiera. Eres la única que no me teme, y eso me intriga.

Su declaración quedó flotando en el aire, y mi respiración se volvió más errática. La tensión entre nosotros era insoportable, como si todo fuera a estallar en cualquier momento. Mis pensamientos se entrelazaban, confundidos entre la atracción y la desesperación de encontrar una salida.

-¿Y como sabes que yo no te temía? No me conoces para nada y yo para ser sincera, tampoco conocia mucho de ti, ¿qué esperas que haga con esa verdad que quieres que escriba? -pregunté, mi voz un susurro tenso.

Gael se giró lentamente, sus ojos brillando con algo que no podía definir. Se acercó de nuevo a la mesa, esta vez más cerca de lo que me sentía cómoda.

-Haz lo que quieras con ella -dijo, su voz casi un susurro-. Pero no olvides, Daphne... Yo también soy el escritor de mi propia historia. Y si me conviene, te haré parte de ella.

-No quiero ser parte de ella y aun no respondía de mi pregunta

-Es cierto, hay muchos otros, pero me temen demasiado. Y tú no le temes ni al mismo diablo.

Mis manos temblaron sobre el escritorio mientras intentaba mantener la compostura, pero sus palabras fueron un golpe directo. No sabía si debía sentir miedo o una extraña excitación por la forma en que lo decía. Había algo en su presencia, en su control, que me empujaba más allá de lo que estaba dispuesta a admitir.

-No ,eso no es asi. Claro que siento temor, ¿me investigaste? Ok, no controlo a veces mi lengua, pero eso no significa que no tenga miedo, Gael -dije, aunque mi voz ya no era tan firme como antes. Mis palabras no tenían el mismo peso cuando sentía que él ya había ganado una parte de mí que ni yo misma entendía.

-Sí, te investigue. Y no, no le temes a nada. Por eso eres la elegida.

-Pues fui clara cuando te dije que no, no quiero escribir tu tonta historia, tu supuesta verdad, quiero irme y no me puedes obligar.

Él sonrió, una sonrisa que no llegaba a sus ojos, una sonrisa que decía todo lo que no necesitaba decir.

-Eso lo veremos, Daphne -murmuró-. Eso lo veremos.

Y, por un momento, el silencio entre nosotros fue más pesado que cualquier palabra que pudiera haber dicho.

-Solo déjame ir. Busca a otra que haga lo que quieras.!Esto es absurdo!

-Si, lo es. Pero eres tú y como se que no quieres ir a prisión empezarás hoy mismo a escribir. - camino hacia la puerta y se giró solo para darme un ultimátum- por el momento escribe lo que ha pasado hasta ahora, lo que te parezca sin disfrazar la verdad y me lo muestras, ya luego te diré que esta bien y que no. Y no quiero más no de respuestas, mi paciencia tiene un límite, Daphne.

El aire se tensó aún más con sus palabras, como si todo se estuviera desmoronando a mi alrededor, pero no podía dejar de mirarlo. Gael, siempre tan imponente, tan seguro, me había dejado sin opciones. Cada palabra que salía de su boca parecía hacer que todo fuera más real, más inminente. No había forma de escapar de su juego.

Mi respiración se volvió más superficial, el temor y la frustración se apoderaron de mí. Me sentía atrapada entre dos mundos: el de mi orgullo y el de su control absoluto.

-¿Cómo puedes ser tan...? -comencé, pero mi voz se quebró, como si me faltara la fuerza para continuar.

Gael no hizo un gesto, no se movió ni un centímetro. Pero podía ver cómo su mirada se oscurecía, más intensa que nunca. Se acercó nuevamente, pero esta vez su presencia era casi invasiva, como si se desbordara sobre mí.

-Yo no soy un hombre que se deja rechazar, Daphne. Y tampoco soy un tonto que deja que algo tan sencillo como una negativa me detenga. Sabes que no tienes salida. Así que, o empiezas a escribir, o no saldrás de aquí.

El peso de sus palabras cayó sobre mí como una losa. Estaba atrapada. Sabía que, si no cedía, las consecuencias serían peores, pero algo dentro de mí seguía resistiéndose, una pequeña chispa de rebelión que no quería extinguirse. Sin embargo, la verdad era que no podía ignorar la gravedad de la situación.

Me quedé en silencio, mirando las páginas en blanco de mi cuaderno. Era como si esa hoja vacía me estuviera desafiando también, como si esperara que escribiera algo que no quería pensar, que no quería aceptar.

-Tienes que entender, Gael, que esto no es solo una cuestión de escribir. Es una cuestión de control. De poder -dije finalmente, aunque mis palabras ya no tenían la fuerza que antes solían tener.

Él no respondió de inmediato, pero su sonrisa se amplió, como si cada palabra que yo pronunciara le confirmara que estaba bajo su influencia. Se acercó un paso más.

-El control, Daphne, no se trata solo de someter a otros. Se trata de dominar tu propia voluntad. De hacer lo que tienes que hacer, aunque no quieras. Y sé que lo harás, porque no tienes otra opción.

Mi cuerpo tembló al escuchar su voz, su fría determinación. Sabía que estaba rodeada, que cualquier resistencia que ofreciera solo me hundiría más en su red.

-No quiero esto. No quiero ser parte de tu juego. -Mi voz estaba llena de frustración, pero también de un miedo palpable que no podía negar.

Gael levantó la mano, calmado, como si ya supiera cómo iba a terminar todo.

-Ya lo dijiste, Daphne. Lo que no sabes es que ya estás en mi juego. Y no vas a salir hasta que yo decida que es el momento. -Hizo una pausa antes de agregar-: Escribe. La historia empieza ahora.

La puerta se cerró con un sonido sordo detrás de él, dejándome sola en la habitación, con la pesada carga de lo que acababa de suceder. La verdad, la oscuridad, todo lo que había querido evitar, ahora estaba en mis manos. El destino de esa historia... era mío, y no podía evitar la sensación de que ya había sido escrita de antemano.

            
            

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