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La noche había caído sobre la ciudad, y la lujosa casa en las afueras estaba envuelta en un silencio inquietante. Dahia, Dael y Lourdes se habían retirado a sus habitaciones, pero ninguno de ellos podía dormir. La mente de cada uno estaba ocupada con los detalles del plan que habían trazado.
A la mañana siguiente, Lourdes se levantó temprano y se