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EL QUE NO QUISO LUCHAR FUI YO.
Capítulo 2.
Autora; Patricia López.
-No quiero molestar -me respondió tímidamente.
-No me molestas, me da gusto verte después de tantos años.
-Igualmente -sonrió, se sentó en la cama de mi hermanito.
-¿Te gusta leer? -la miré, ella siempre evitaba mirarme-, lo digo por el libro.
-Sí, me gustan mucho los libros, tu hermanito quería escuchar un cuento.
-Qué bien, ¿estás estudiando?
-Sí, estoy en bachiller, aún me falta un año -movió sus pies, al parecer no podía quedarse quieta-, ¿y usted ya terminó el colegio?
-Sí, estoy enfocado en mi carrera, falta poco para empezar a competir.
-Me da mucho gusto.
Sonrió y salió de la habitación. Era muy tímida, o aún sentía miedo por todo lo que le hacía. ¿Será que aún se acordaba? Me cambié de ropa, no le di mucha importancia a la visita de mi querida prima, los que no cabían de la dicha eran mis padres. Luego en la mañana me alisté para irme a entrenar como todos los días, mis compañeros me esperaban en la entrada y Sandra estaba en el patio con mi madre arreglando las flores. Me despedí lo más normal posible, con un simple "hasta luego".
Saludé a mis compañeros, a quienes se les querían salir los ojos. Todos miraban a Sandra. Empezaron a preguntar que quién era esa niña tan bonita, que estaba hermosa. Me pedían que se la presentara. Les dije que era una niña y ellos eran muy grandes para ella. Seguían hablando de ella, no entendía qué le veían. Seguimos entrenando y resultó que todos querían entrar a mi casa en la tarde.
Terminé de entrenar. No sé quién aguantaba a mis amigos que querían entrar a la casa, entonces lo hicieron con la disculpa de querer algo para tomar. Entramos y Sandra estaba sentada en la sala. A mis amigos se les salían los ojos, ellos saludaron y ella respondió con una sonrisa y se fue a la habitación de mi madre. Ellos quedaron tristes porque querían verla por más tiempo, pero por lo que veía Sandra no era como las demás mujeres que les encantaba que los hombres las admiraran.
Me daba risa la cara de desilusión de mis amigos, ellos pensaron que ella se quedaría platicando con ellos, mi madre nos preparó una jarra de jugo. Se quedaron media hora y Sandra no salió de esa habitación hasta que todos se marcharon. Se fueron tristes, yo me quedé en mi habitación descansando. Escuché que mi madre le dijo que iría a casa de una vecina y no demoraba, se fue con mi hermanito.
Sentí que Sandra salió al patio, luego de unos minutos decidí ir, estaba sentada en el corredor mirando pasar los autos. Me quedé observándola, al parecer aún no notaba mi presencia. Era tan tímida, pero sólo conmigo, porque con mi hermanito la escuchaba reírse a carcajadas. Caminé hasta ella, levantó la mirada, no pude descifrar lo que veía en ella.
-¿Qué haces? -pregunté.
-Aquí, viendo pasar los carros -sonrió-, sabes que donde vivo no se ven estas cosas, allá solo se ven los animales.
-¿Te gusta vivir allá? -me senté a su lado.
-Digamos que sí -sonrió-, me gustan mucho los animales, los amo, en el campo se pueden tener, lo único malo es que a veces me siento muy sola -fijó su mirada al frente.
-¿Y tus amigos o tu novio?
-Amigos no tengo muchos -sonrió con sus mejillas ruborizadas-. No tengo novio, mis padres no me dejan, soy muy chica.
-Pues mis amigos quedaron enamorados de ti -sus mejillas se tornaron rojas, que linda se veía así-, querían que te presentara con ellos.
-Diles que muchas gracias, pero no me interesa -se levantó y yo hice lo mismo impidiendo su paso.
-¿Por qué te vas? -sus ojos se encontraron con los míos, pero ella no sostenía la mirada-, ¿te aburrí?
-No, es que recordé que mi madrina me pidió que estuviese pendiente de algo que dejó cocinando.
-Vas y vuelves -me hice aún lado, para que pasara, solo asintió.
Me quedé sentado con la mirada perdida. Me desconcertaba mucho esa niña, lo nerviosa que se ponía cuando estaba cerca. Imaginé que era miedo o pánico lo que me tenía, ¿tan malo fui con ella?
No pensé que regresaría y sí lo hizo, se sentó a mi lado con una hermosa sonrisa que iluminaba todo su rostro.
Le pregunté cosas de su colegio como para romper el hielo, ella me respondía solo lo necesario. Por lo visto no solo mis amigos estaban embobados con ella, también lo estaba un vecino que vivía al frente, cada que pasaba le sonreía y se quedaba embobado con ella. Él tenía unos 16 años, justo en ese momento pasó por el frente y saludó muy amable, sobre todo a ella. No entendía qué le veían, era solo una niña. Él se alejó y ella lo siguió con la mirada.
-¿Te gusta? -ladeé mi cabeza para mirarla.
-¡Qué! No -sonrió-, no niego que es muy guapo, pero nada que ver.
-Si quieres te lo presento.
-¡No, estás loco, a mí no me interesa tener amigos ni mucho menos novio!
-Tienes razón, eres muy joven para complicarte la vida tan pronto.
-¿Y tú tienes novia?
-Tenía, pero ya terminamos, en estos momentos de mi vida lo más importante es mi carrera, es lo único que importa.
-Eso está muy bien, ojalá cumplas todos tus sueños.
Se levantó con una sonrisa y entró a la casa. Me quedé ahí unos minutos y luego regresé a mi habitación a descansar. Mi padre era muy estricto conmigo, él decía que no me podía enamorar, que lo primordial era mi carrera, porque si me enamoraba me iba a distraer de mi objetivo principal.
Según él, las mujeres solo eran distracción y yo tenía que valorar todo el esfuerzo que él hacía por apoyarme. Mi relación con mis padres no era la mejor del mundo, ellos nunca me habían querido, por eso busqué salir adelante para lograr que un día se sintieran orgullosos de mí.
Seguí entrenando todos los días, veía como se divertía mi hermanito con Sandra, se llevaban muy bien, eso que él apenas tenía 8 años. Él era más sociable que yo. A pesar de estar en la misma casa, casi no hablaba con ella. Recuerdo un día que subíamos de entrenar y la encontramos en la carretera, estaba en la tienda con mi hermanito. A mis amigos se le salían los ojos, a todos les dio por entrar a comprar cosas a la dichosa tienda, solo porque ella estaba ahí.
Seguía sin entender qué tenía ella para que todos se pusieran así, hasta el tipo de la tienda estaba embobado con ella. Ellos la saludaron y ella respondió, pero muy seria. Empezaron a decirle que ellos la invitaban a un helado, un refresco, papitas, mecato, que pidiera lo que quisiera, pero ella se negó, ni un confite les recibió. La desilusión que todos se llevaron, eso más les gustó porque ahora era difícil encontrar una mujer tan desinteresada. Hasta yo quise invitarla a algo, pero no me quiso recibir nada, lo que más aburridos nos dejó fue que cuando ella salió de la tienda con mi hermanito, él le ofreció la bolsa de confites que llevaba y a él si le recibió, todos cruzamos miradas.
-Como quisiera tener 9 años menos -comentó uno de mis amigos.
-No puedo creerlo, a ese niño le recibe como si nada, a nosotros ni una botella de agua -comentó otro.
-Ni modo -solté una risita-, si me rechaza a mí que soy su primo, imagínense a ustedes.
Continuamos entrenando, ellos seguían comentando sobre lo sucedido, era un tema que no podían superar. Cuando llegué en la tarde mi madre tenía visita, su otra ahijada que estaba embarazada, estaba con su esposo. Sandra estaba muy seria, podría jurar que hasta incómoda. Saludé y seguí a mi habitación. Me duché y me cambié de ropa. Observé desde la entrada, ahora entendía porque Sandra estaba tan incómoda.
El estúpido esposo de mi otra prima no respetaba, se la comía con la mirada, se me ocurrió algo, pero no creía que ella iba a aceptar. Resulta que tenía que ir por unas cosas a una tienda que estaba a unos 15 minutos, tomé mis cosas y mi madre me preguntó con curiosidad.
-Hijo, ¿a dónde vas?
-Tengo que subir a Llanadas por unas cosas.
-Cuídate mucho.
-Sandra, ¿te gustaría ir conmigo? -la miré-, así la conoces.
-¿Madrina, puedo ir? -miró a mi madre.
-Claro que sí hija.
Sandra invitó a mi hermanito, pero él no quiso, dijo que estaba cansado, ¿tenía miedo de estar sola conmigo? No entendí porque aceptó, se levantó y me dijo que se pondría sus zapatos, que la esperara. Recogió su cabello peinándose con sus dedos en una moña alta, aún así, a medio peinar era tan hermosa. En cuestión de segundos salió, nos despedimos y apenas cruzamos la puerta de la entrada soltó todo el aire que tenía acumulado, no pude evitar sonreír.
-Me salvaste -murmuró-, gracias.
-¿Por qué lo dices? -empezamos a caminar.
-Ese tipo me tenía nerviosa.
-Eso pude ver, ese tipo es un patán y mujeriego de lo peor, no entiendo mi prima qué hace con él.
-Desde que llegó no dejaba de mirarme -sonrió nerviosa-, llegaste en el momento justo.
-Por eso lo hice -nuestras miradas se encontraron, pero ella la desvió-. Lo conozco, vi cómo te miraba, por eso me atreví a invitarte, con miedo que me rechazaras.
-Lo dices por lo de esta mañana -soltó una carcajada, cuando sonreía sus ojos brillaban-, la verdad no me gusta recibirle a cualquiera.
-¿Quieres decir que yo soy cualquiera? -me llevé la mano al pecho como haciéndome el ofendido, con una sonrisa me agarró del brazo, pero luego se soltó con sus mejillas ruborizadas.
-No, tú eres mi primo -sonrió-, si te recibía algo a ti tenía que hacerlo con ellos, la verdad no me gusta.
No entendía sus cambios, primero trataba de ser amable y acercarse, pero luego se alejaba y se quedaba seria. Tenía curiosidad, por eso sin rodeos le pregunté.
-¡Sandra, espera! -se detuvo quedando frente a mí-, ¿Por qué eres así conmigo?
Abrió sus ojos como platos y siguió caminando.
-¿Cómo, no entiendo?
-Sí, así, a veces tan distante y otras tan amable ¿te caigo mal? -se detuvo de golpe, me miró.
-No, como se te ocurre pensar algo así -sonrió-, es solo que -respiró profundo-. Tú eres muy serio, por eso me da pena acercarme a ti como lo hago con tu hermanito.
-Digamos que soy amargado -sonreí.
-Eso veo -tomó mi brazo-, casi no sonríes, te ves mejor cuando lo haces.
Ella tenía razón en algo, casi nunca sonreía, creo que me dejé llenar de amargura por la actitud de mis padres conmigo, sobre todo la de mi papá. Seguimos caminando y platicando de cualquier cosa, me encantaba su forma de ser, nunca me había reído tanto en un solo día. Cuando estábamos por llegar miró hacia la tienda, ese lugar estaba lleno de hombres y teníamos que pasar por ahí, se detuvo.
-Yo te espero aquí -bajó la mirada.
-Aquí sola, no. Me demoro un poco -la miré-, ya sé, para que no te molesten -extendí mi mano-, pasamos tomados de la mano y creerán que eres mi novia.
Sus mejillas se ruborizaron, que hermosa se veía así.
-Está bien -tomó mi mano, estaba fría-, pero me cuidas.
Se pegó a mí.
»¿No dejarás que me robe un viejo feo?
No pude evitarlo, solté una risita, le dije que no dejaría robar a mi novia, ella solo sonrió con las mejillas teñidas de rojo. Tenía que entrar ahí por unas cosas y como era de esperarse los hombres empezaron a mirarla como si fuese un objeto sexual, no entendía porque algunos hombres eran así.
No quiere decir que yo no miraba a las mujeres, una cosa es admirar su belleza con respeto y otra muy diferente querérsela comer con la mirada.
Sandra solo apretó mi mano con fuerza, al estar conmigo nadie le decía nada, él de la tienda me preguntó si era mi novia y yo le dije que sí, ella solo sonrió. Seguimos caminando, aún la llevaba de la mano, ella reaccionó y la soltó, era muy chistoso porque nos encontrábamos un grupo de hombres y al instante estaba pegada a mí, yo solo sonreía, ella me hacía pucheros por burlarme de ella, de verdad que esa niña tenía un encanto.
Continuará......