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EL MARIDO DE MI HERMANA.
Capítulo 1.
Actualmente...
Les contaré un poco sobre mí. Mi nombre es Alexia Barlier Dedman, soy la hija menor de Gabriela Dedman y Álvaro Barlier, también vivo con mi hermana Vanessa, ella es mayor que yo, me lleva siete años.
Mis amigos dicen que mi personalidad se refleja mucho en mi rostro, según ellos tengo esa mezcla de ángel y demonio, con solo mirarme pueden saber que por naturaleza soy rebelde. Dicen que mi sonrisa tiene ese encanto de maldad, entre dulce y traviesa. Según ellos tengo el poder de llevarlos al cielo o al infierno. Mi amiga dice lo mismo, que con solo una sonrisa yo los invito a pecar porque tengo esa mezcla perfecta. Soy alta, tengo ojos azules claros y profundos como estanques de agua cristalina. Piel blanca, labios carnosos, color rosa al natural, cabello negro largo y digamos que un buen cuerpo, no me quejo.
Nací en Pensilvania, pero mis padres se mudaron a Brooklyn cuando yo era una niña. Crecí lejos de la familia materna, no era del agrado de mis abuelos, bueno eso parecía, aunque mi madre decía que esa era su forma de ser.
Soy eso que denominan como la oveja negra de la familia, yo siempre soy la que causa problemas y le cuesta seguir las reglas. Soy de las que les encanta lo desconocido. Recuerdo que cuando era niña a veces me escapaba de la escuela por quedarme en el parque o por ver algo que llamaba mi atención. Mis padres eran más conservadores y yo era eso que ellos decían liberal.
Tuve que trabajar muy duro y llorar lágrimas de sangre para poder estar donde estoy en este momento. Yo veía la vida como algo maravilloso, siempre tenía una sonrisa en el rostro, pero luego me di cuenta que no todo es color de rosa y que las decisiones que tomamos pueden pesar en nuestro futuro, porque siempre tendremos que lidiar con las consecuencias. La verdad no es fácil luchar y defender eso que quieres, pero quién dijo que sería fácil.
Yo conocí ambos lados, lo dulce, lo agrio, lo rosa y lo oscuro, pero ya les contaré. Volvamos unos años atrás, cuando tenía 17.
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A pesar de ser un alma libre, como decía mi mejor amiga, un ángel con cachos y cola, además de todos los admiradores que tenía en el colegio yo seguía siendo casta y pura. Parecía increíble, pero sí, a mis 17 aún seguía siendo señorita, es que hasta ese momento ninguno superaba mis expectativas. Eso no quería decir que no había tenido novio, solo que nada funcionó porque ellos querían ir más allá y yo a pesar de ser curiosa no me sentía preparada para cruzar esa línea. Así que decidí enfocarme en terminar el último año del colegio.
Digamos que a la hora de elegir un hombre era de gustos exigentes. Yo quería un buen hombre, de esos que amaban bonito, pero también tenía claro que ese tipo de hombres solo se veía en las novelas.
Tenía un gusto exagerado por los tatuajes y más por los cuerpos masculinos que los portaran. Recuerdo que mi primer tatuaje me lo hice a los 17 un día que salía de clases con mi amiga Larissa, aunque todos le decíamos Lara.
Ese día salimos una hora antes porque uno de los maestros no asistió a clases, así que me dejé convencer por Lara para que la acompañara a Manhattan ya que quería pasar a una tienda a comprar algo que le gustó. Yo como buena amiga que era la acompañé. Luego de visitar las tiendas que ella quería llamó mi atención un letrero grande color rojo; Studio tattoo. Me quedé parada mirándolo.
-Ale, no me digas qué es lo que creo.
Ella de cariño me decía Ale.
»Conozco esa mirada y esa sonrisa.
La tomé de la mano y entré con ella. El salón de tatuajes era exactamente como me lo imaginaba, colores brillantes, dibujos vistosos, gente interesante tatuada, un ambiente genial. Nunca había tenido la oportunidad de estar en un lugar así. Todos los afiches con tattoos me tenían deslumbrada, como niño en juguetería. Así que me entró la idea loca de tatuarme ignorando el hecho que en mi casa me iban a matar, porque mis padres no estaban de acuerdo con eso. El chico que nos atendió me entregó un catálogo de algunos bocetos y nos dejó solas.
Empecé a mirar los bocetos, pero no podía decidirme y ese no fue el mayor problema, yo era menor de edad así que imaginé que ese sería un impedimento. Le enseñé al chico los que habían llamado mi atención, él hizo la estúpida pregunta.
-¿Eres mayor de edad? -Lara y yo cruzamos miradas.
-Por supuesto.
Me miró de pies a cabezas.
-¿Podrías enseñarme tu identificación?
Me volvió a mirar. Olvidé ese pequeño detalle; los uniformes. En ese momento apareció otro chico, alto, bien parecido, con sus brazos llenos de tatuajes, automáticamente mis ojos se fijaron en cada tatuaje. Él preguntó qué pasaba, el chico le platicó la situación. Él tipo, le ponía unos 25 años, me miró de pies a cabezas, así que decidí sacar mi mejor sonrisa, elevé mi labio superior en señal de puchero y le expliqué la situación. Él sonrió y le dijo al tipo que él se haría cargo. Vaya que tenía suerte, era el dueño del lugar.
-¿O sea que sí eres menor de edad? -preguntó mientras arqueó una ceja.
-Pero solo un poquito -sonreí, mientras mordía mi labio inferior.
Siempre había tenido esa manía de morder mi labio inferior cuando sonreía malvadamente o cuando quería hacer una travesura.
»Me faltan solo unos meses para cumplir los 18.
-Podría meterme en problemas con tus padres.
Volví a sonreír.
-¿Quién va a decirles? Puedo hacerlo en un lugar poco visible. Además, ¿cómo van a saber en qué lugar lo hice?
Se rascó el cuello.
-¿Ya sabes qué tatuaje quieres?
Le regalé una pequeña sonrisa. Tomé el boceto y le mostré los que más habían llamado mi atención, pero estaba muy indecisa.
»¿En qué lugar lo quieres?
-En la parte posterior del hombro derecho.
-Ok -me miró.
Justo en ese momento salió de la parte trasera del salón el amor de mi vida, un tipo esculpido por los mismísimos dioses. Le sonrió al tatuador, nos miró y saludó con un movimiento de cabeza, ninguno de mis sentidos respondieron en ese momento.
-Ya te dejé la sala lista allá atrás, ¿quieres que te ayude con algo más? -le preguntó el tipo Mister sexy.
-Sabes que sí. Necesito que asesores a esta hermosa señorita -me señaló-, que aún no se dice por un tatuaje, ¿cuál crees que le quede mejor?
Dejó una pequeña palmadita en su hombro y asintió. Me miró y luego volvió la mirada a los bocetos. Me quedé congelada y sentí mi corazón subir hasta mi garganta.
Lo miré, era alto, las facciones de su rostro eran casi perfectas, ojos color marrón, su boca; su labio inferior carnoso. Cabello castaño, unas cejas planas y pobladas con un pequeño corte perfecto en su ceja izquierda que combinaba con su corte de cabello, desvanecido; era muy recortado en la nuca, patillas y laterales de la cabeza, volviéndose más largo en la parte superior de la misma. Todo el brazo izquierdo lo tenía tatuado, tenía una cruz tatuada al lado izquierdo de el cuello, imaginé que tenía tatuajes en otras partes de su perfecto cuerpo.
Tenía ropa deportiva ajustada, se podía detallar lo marcado de su cuerpo, pero esos tatuajes lo hacían ver jodidamente sexy.
Suspiré llevándome las manos a las mejillas encendidas. El tatuador se fue a preparar la sala, mientras yo seguía mirando al maldito dios griego, en un momento sonrió, oh por Dios. Nunca creí en el amor a primera vista, pero lo había confirmado, me enamoré.
Volvió la mirada hacia mí y se acercó un poco, ¿cómo se respira? En ese momento lo olvidé. Me miró como detallando mis rasgos y luego bajó la mirada al boceto, solté todo el aire que contenía tan despacio para que él no lo notara.
-Te quería genial este - me señaló el boceto-, según tu personalidad. Es lo que veo a través de tus ojos.
Era una golondrina volando, me dijo que simbolizaba la libertad, el ser libre. La diferencia entre la golondrina y otro pájaro es que la primera elige a su pareja para siempre. Cuando una golondrina encuentra a su alma gemela no se separan nunca.
Ese significado me encantaba, el ser libre, era verdad lo que decía, creo que sí era bueno para leer los ojos. Por unos segundos nuestras miradas se encontraron, bajé la mirada al boceto y respondí tratando de alejar la estupidez de mi cuerpo que en ese momento había paralizado cada célula existente en mí.
-Entonces quiero ese, en color azul cielo.
-Azul como tus ojos -su voz suave y envolvente hizo que mi estómago se apretara-. Perfecto, buena elección.
Dejó el boceto y con una pequeña sonrisa y un movimiento de cabeza se alejó para recibir a unos chicos que habían entrado al lugar.
El aire se me salió de los pulmones de golpe como si me hubieran golpeado con fuerza.
-Acabo de conocer al amor de mi vida, el hombre de mis sueños, mi golondrina -suspiré.
Lara me dió un pequeño golpe.
-¡Estás loca! -sonrió-, aunque debo admitir que ese tipo es divino.
No podía dejar de mirarlo, de verdad que mi corazón nunca había latido de la manera en la que lo hacía. Entonces en ese momento quería saber tantas cosas. Maldecí para mis adentros, ¿por qué solo respondí eso? Pude haber preguntado algo más, por sus tatuajes, la experiencia con ellos, si dolía, pude poner tema de conversación, pero a cambio solo dije; quiero ese. Era la primera vez que me congelaba de esa manera ante la curiosidad.
Su nombre.
¿Quién era?
¿Tendría novia o esposa?
¿Trabajaría ahí?
Mis pensamientos fueron interrumpidos por Lara.
-Ale, ese tipo se ve mayor que tú, ¿crees que se fijará en ti?
Aspiré.
-No lo sé. Pero yo tengo que saber quién será el dueño de hasta mi último suspiro.
Ella soltó una risita.
-Eres un poco exagerada. Solo estás deslumbrada por su belleza, y por los tatuajes que son tu debilidad.
-No, te juro que jamás ningún hombre me había puesto el corazón así.
Llevé la mano hasta mi pecho, le mostré mis manos.
»Incluso estoy temblando.
-Solo es tu obsesión por los tipos tatuados. El tatuador también es muy guapo.
Seguí mirándolo, detallando cada gesto y movimiento que hacía, pero yo al parecer para él era una simple clienta invisible que se quería tatuar. No podía decir que le causé la misma impresión que él causó en mí, porque se portó de manera muy profesional.
-No, yo lo quiero a él. No ves que es mi hombre ideal, el de mis fantasías.
-Físicamente está guapo, pero no sabemos cómo es mentalmente, ¿y si fuera un loco, o un psicópata?
-Yo sería su manicomio, incluso hasta su psicóloga.
Lara soltó una risita.
-Contigo no se puede.
Me encogí de hombros.
-Míralo bien, porque ese hombre es el dueño de todo esto, mi novio, mi esposo -sonreí -, solo que él aún no lo sabe.
Soltamos una risita. En ese momento salió el tipo que ya se había presentado como Marlon y me guió hacia la parte trasera del salón. Me senté en la silla satisfecha de mí misma por lo que estaba a punto de hacer. Me quité la blusa y me cubrí con una sábana, me subí a la camilla y me acomodé. Marlon estiró los brazos, crujió sus dedos y se puso manos a la obra. Sentí un poco de nervios, siempre decían que era doloroso, pero cuando la aguja atravesó mi piel lo único que hice fue sonreír. Era un nivel de dolor que fácilmente podría soportar además que valdría la pena.
Después de terminar me dio las indicaciones de como cuidarlo, mientras él me explicaba, miré a todos lados, pero él ya no estaba. Tal vez había acabado su turno.
-Cuando quieras volver estaré encantado, eres muy valiente para ser la primera vez -sonrió.
Volví la mirada hacía él.
-Gracias y por supuesto que pienso volver -sonreí-, me gustó el trato hacia los clientes.
Él me guiñó un ojo, se pasó la lengua por los labios y me regaló una sonrisa. Lara me tomó del brazo y salimos del lugar.
-Eso fue intenso, ¿viste cómo te miró?
-El tipo está guapo, pero el que me interesa es el otro, ¿lo viste salir?
-Sí, recogió sus cosas y se fue. Me imagino que era su hora de salida.
Suspiré con tristeza.
-¿Crees que lo vuelva a ver? Sino de qué manera se va a dar cuenta que será mi golondrina.
Lara estrujó mi brazo y soltó una carcajada.
-Eso dices de todos los hombres tatuados.
Hice un puchero.
-Esta vez es real. No te rías. Él me ayudó a elegir mi tatuaje, mi primer tatuaje, eso tiene que ser una señal del destino.
Lara se siguió burlando hasta que llegamos a mi casa, la verdad la ignoré todo el trayecto, mis pensamientos fueron secuestrados por Mister sexy.
...
Llegamos a mi casa, la típica casa familiar, estaba ubicada en un buen vecindario; Carroll Gardens, era un barrio de clase media alta. Las casas tenían patios delanteros repletos de vegetación. Era una casa muy bonita y amplia, en la primera planta estaba la sala de estar, el estudio de papá y donde también trabajaba mi hermana a veces. La cocina que conducía al jardín trasero donde mi madre tenía todo tipo de flores, ahí le gustaba pasar su tiempo libre. Lo primero que se veía al cruzar la puerta principal era la escalera recta de madera que conducía a la segunda planta donde estaban las habitaciones. Mi habitación tenía un pequeño balcón que ofrecía una vista espectacular, al igual que la habitación de Vanessa. La de ella tenía vista al jardín trasero y la mía al jardín delantero.
...
Cruzamos el umbral y mamá nos recibió con una pequeña sonrisa. Después de saludarnos y preguntar qué tal las clases, comentó.
-Alexia este fin de semana viene tu tía Olivia con mi sobrino Luca. Te quiero aquí en casa para compartir en familia.
Miró a Lara.
»Por supuesto tú también estás invitada.
-Muchas gracias señora Gabriela por su invitación, pero este fin de semana iré a casa de mis abuelos.
Hice una mueca y susurré solo para las dos.
-Gracias amiga por dejarme sola.
Ella se encogió de hombros y soltó una risita. Se despidió de mi mamá y me miró.
-Ale, disfruta de las visitas.
Elevó su mano y se despidió. Rodé los ojos con frustración. Mamá se cruzó de brazos.
-Hija no seas así, tu tía hace mucho que no viene, además viene tu primo y no se ven desde niños.
-Ajá el patito feo de la familia -solté una risita.
En realidad no somos primos. Cuando la tía Olivia conoció a su esposo; el papá de Luca, él tenía un niño pequeño de cuatro años, la custodia completa la tenía él porque la mamá del pequeño los abandonó. Para mi tía no fue un impedimento saber que él tenía un niño, así es el amor. Decidieron salir y formalizar la relación, ella se acercó poco a poco al pequeño, hasta que se ganó su corazón. Luego se casaron y mi tía era quien lo cuidaba, ella no pudo tener hijos propios, fue un golpe muy duro, pero todo ese amor que tenía para dar se lo dio a ese niño. Ella fue quien lo cuidó y estuvo con él, por lo tanto es su mamá aunque no lleven la misma sangre.
Los recuerdos que tenía de él eran de un niño de 10 años desabrido, el típico nerd de escuela, super inteligente, pero muy retraído con los demás. Lo que más recuerdo eran sus enormes lentes, parecían botellas y los suéteres a cuadros que no le favorecía para nada. La belleza no era muy amiga suya.
...
Más tarde en la mesa.
Llegó Vanessa con una sonrisa en el rostro. Saludó mientras se sentó en el comedor. Nosotros no teníamos una relación de hermanas inseparables, tal vez la diferencia de edad ayudaba mucho. Ella se la pasaba absorta en su carrera, le faltaban tres años para graduarse: estaba estudiando contabilidad y finanzas. También se inclinó por el lado de papá, ya que él es un licenciado en Matemáticas, aunque ya se retiró, a veces daba clases privadas en la universidad, o por fuera, incluso asesorías a otros maestros, era muy bueno en lo que hacía.
Por mi lado, las matemáticas y yo no somos las mejores amigas, no me llaman mucho la atención, las únicas matemáticas que de verdad me llamarían la atención serían esas donde yo grité; más, más. Y si es con mi golondrina mucho mejor.
Volviendo al tema, mi padre estaba feliz por la carrera que ella eligió, a veces pasaban horas hablando sobre eso, ella haciendo preguntas y él respondía sus dudas. Por mi parte, aún no había decidido que carrera elegir aunque tenía algunas en mente, la verdad me apasionaba mucho dibujar, y me salía de maravilla. Ese talento lo heredé de mi madre, no solo me parecía a ella físicamente sino que me gustaba dibujar como lo hizo ella en algún momento de su vida. Mi madre estudió diseño de modas, pude ver algunos de sus bocetos y eran impresionantes. Después que terminó la universidad trabajó en una empresa de confección, pero cuando nació Vanessa decidió enfocarse de lleno en la labor de la casa, luego llegué yo y mamá no volvió a ejercer su profesión, eso fue lo que ella nos contó. Ellos son demasiado reservados y conservadores con algunos temas.
Vanessa en sus tiempos libres salía con los novios feos que conseguía, porque para mal gusto el qué tenía mi hermanita. Ella y yo no solo no compartimos gustos o pasatiempos como lo harían las hermanas comunes, de hecho teníamos gustos muy diferentes. Incluso no nos parecíamos en nada; ella es alta, cabello rebelde; rizado de color castaño, ojos marrón oscuros, boca grande, labios asimétricos y una sonrisa alta que siempre dejaba ver sus perfectos dientes blancos, ella casi siempre tenía esa sonrisa que dejaba ver unas líneas exageradas alrededor de su boca. De hecho ella se parecía mucho a papá.
Vanessa nos contó que había encontrado un trabajo de medio tiempo como auxiliar contable en una inmobiliaria. Podría empezar a adquirir experiencia que sería esencial para encontrar un trabajo mejor después de graduarse. Mientras ellos platicaban del acontecimiento mis pensamientos se fueron lejos de la mesa.
Continuará...