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EL MARIDO DE MI HERMANA.
CAPÍTULO 3.
Estábamos tumbadas sobre su cama.
-No puedo creer, perdiste la oportunidad. Debiste dejar que te quitara el helado del rostro -hizo una mueca exagerada -, que romántico. Luego que te invitara a un helado y así entablar una linda conversación.
Gruñí molesta.
-No me parece chistoso. Ni siquiera podía mirarlo a los ojos, parecía una niña de kinder con el rostro sucio. ¿Crees que en ese momento me vio como una chica sexy y guapa? Parecía una niña.
Me cubrí el rostro con una almohada ahogando un grito. Escuché una risita.
-Hay que ver el lado positivo, al menos pudiste verlo.
Volví a gruñir. Me senté de golpe.
-¿Crees que me haya reconocido? ¿Se acordaría que me ayudó a elegir un tatuaje?
Ella me miró conteniendo las ganas de reírse, se la pasó burlándose de mí.
-No lo creo, te hubiera dicho. Además ayer tenías uniforme y hoy estabas vestida informal -apretó los labios-, y con un poquito de helado en el rostro.
La golpeé con la almohada mientras ella se reía a carcajadas. Luego me tumbé otra vez en la cama mirando el techo. Ni siquiera pude saber su nombre. Suspiré, definitivamente mi golondrina tenía algo que me alteraba todos los sentidos, sus pómulos, la barbilla bien definida, sus brazos grandes y fuertes. Ese conjunto deportivo lo hacía ver jodidamente sexy, la tela de la polera pegada a su torso, nunca había sentido tanta envidia por una polera. Mordí mi labio inferior, necesitaba una ducha de agua fría.
-¡Oye! -Una almohada aterrizó justo en mi cara.
Giré la cabeza.
»Te estoy hablando -rodó los ojos-, tierra llamando a Ale.
-Te escucho.
- ¿Qué tal el examen de matemáticas que tenemos para el lunes? Odio las matemáticas.
-También las odio.
Recibí un pequeño golpe en el brazo.
-No sé porqué te quejas si tú eres buena para esa materia -hizo un puchero.
Solté una risita.
-¿Olvidas que vivo con dos personas obsesionadas por las matemáticas? Si me va bien es porque Vanessa me ayuda mucho. Además tengo que esforzarme, la hija de un licenciado en matemáticas tiene que tener buenas notas, eso es lo que dice papá.
Hice una mueca. Por eso es que papá y Vanessa se llevaban tan bien. Compartían tanto tiempo juntos porque su hija eligió algo que a él le gustaba, eso era motivo de orgullo, cosa que no podía decir de mí porque las odiaba, solo que me esforzaba para no manchar el apellido Barlier. Al ver la expresión de mi rostro Lara comentó.
-Bueno ya. Mejor cambiemos de tema. Hoy es viernes y el cuerpo lo sabe -hizo un pequeño baile con sus hombros-, sabe que no saldremos a ningún lado porque no nos dejan y además mañana tengo que viajar a casa de mis abuelos.
La miré, soltamos una carcajada. Me aferré a su cuello e hice un puchero.
-¡Llévame contigo, por favor!
Ella pellizcó mi nariz.
-No se puede, recuerda que debes ayudar a tu mamá a preparar todo para la llegada de tu tía. Y como Vanessa sí trabaja y no es una vaga como tú, te toca a ti ayudarle.
Soltó una carcajada, a cambio recibió un pequeño golpe en el hombro, fruncí el ceño.
-No ayudes tanto -Gruñí.
Como lo dije antes nosotros éramos una familia acomodada, no teníamos sirvientes ni nada de esas cosas. A mamá nunca le gustó tener una empleada, cuando ella decidió encargarse de la casa lo hizo con todo lo que eso implicaba, a ella le encantaba hacer todo por sí sola. Y yo tenía que pagar por eso, como dijo Lara, Vanessa casi nunca estaba en la casa, así que a mí me tocaba siempre ayudar, pero cabe aclarar que no sabía cocinar, yo le ayudaba a picar, guardar, revolver los alimentos y esas cosas, incluso con el aseo de la casa, pero para cocinar hasta el agua se me quemaba.
Mamá al ser la típica señora conservadora y con pensamientos de la era de los dinosaurios siempre me decía; debes aprender a cocinar para cuando te cases, a un hombre también se le conquista por el estómago. Así que pensé; espero que mi golondrina sepa cocinar porque a mí hasta el agua me queda cruda.
-¿Tu primo Luca es guapo? -inquirió con una sonrisa malvada-, para saber si cancelo mi viaje.
Solté una carcajada.
-Si sigue como lo recuerdo, es un nerd con lentes de botella, suéter de cuadritos y pecas en el rostro. Además hay que sacarle las palabras con golpes.
-¡Ay no! No me perderé de nada. Me compadezco por ti. Ve el lado positivo, van a hablar de algo que te gusta mucho-Sonrió-, las matemáticas.
Soltó una carcajada sonora.
»Le puedes decir, ven yo te enseño una suma que no sabes, tú te metes en medio de mis piernas y yo grito más, más.
Rodé los ojos e hice una mueca de desagrado. Me levanté y recogí mis cosas.
-Mejor me voy -Gruñí -, el ambiente se puso insoportable.
-Ale, no te enojes. No sabes lo que te pierdes, eso es tan rico que hasta los pajaritos lo hacen.
-Ajá -elevé una ceja-, señora experta, digamos que sí. Mi primo no es el tipo de hombre con el que quiero experimentar eso. Quiero que sea con el indicado, que yo sienta esa conexión.
-¿Indicado? -Arqueó una ceja-, dirás con el mister sexy que conociste en el salón de tatuajes.
Sonreí malvadamente y en el proceso mordí mi labio inferior.
-¿Quién dice que no se puede cumplir? El hecho de que él no sepa que todo esto -señalé mi cuerpo -, le pertenece, no es un motivo para perder la esperanza. Yo soy suya, solo que aún no le digo.
Soltamos una carcajada. Le di un beso en la mejilla y un abrazo corto.
-Que tengas un lindo fin de semana en casa de tus abuelos -sonreí -, que aprendas a tejer un buen suéter para tu amiga.
Me dio un pequeño golpe en el hombro.
-No te burles -se cruzó de brazos-. Luego me cuentas cuantas figuras geométricas te enseñó tu primo.
Soltó una risita, rodé los ojos y salí de su casa. Me perdí en mis pensamientos recordando el desafortunado suceso, bueno aunque no fue tan malo, al fin después de todo pude verlo otra vez. Empecé a preguntarme; ¿A qué sabrán esos labios? ¿Cómo se sentirá una caricia suya? ¿Será que puse los ojos muy alto? Al menos podría tener una aventura con él, sería muy interesante estudiar la anatomía de su cuerpo y descubrir que tatuajes ocultos se escondían bajo su ropa. Ni siquiera sabía su nombre, ni su edad, si era casado, tenía novia, tal vez hijos. Tenía demasiadas preguntas sin respuesta.
Cuando llegué a casa Vanessa estaba en la sala.
-Hola hermanita, ¿qué tal tu día?
-Todo igual, aunque tengo muchas tareas de matemáticas, hay cosas que entiendo y otras en las que necesito tu ayuda.
Me senté en el mueble junto a ella.
-Sabes que siempre puedes contar con mi ayuda -Sonrió -, si algún día me llego a casar ya tendrías que ir a visitarme.
La miré.
-¿De verdad ya piensas en eso? ¿Te gustaría casarte? Tú que solo piensas en estudiar y trabajar.
Soltó una risita.
-Por supuesto, en algún momento de mi vida encontraré a mi otra mitad. Alguien con quien quiera compartir mis días.
Rodé los ojos.
-Días hablando de números, cuentas y más números. Porque hasta el momento todos tus novios han sido nerds aficionados a los estudios como tú. Que vida tan aburrida, que las únicas aventuras que tienen son los problemas matemáticos.
Soltó una carcajada y me pasó el brazo por detrás de mi hombro.
-Eres muy exagerada. También sabemos divertirnos.
-Ajá, resolviendo ecuaciones. Todos tus novios han sido tan aburridos.
-Obvio no -se cruzó de brazos-, ellos tienen buen sentido del humor.
Vanessa me pellizcó las mejillas.
»El hecho de que usen lentes o suéteres como dices tú no quiere decir que no sepan ser cariñosos con una chica. Lo que pasa es que a ti solo te gustan los tipos rayados por todas partes.
Soltó una risita. Sonreí, pensé en él, mi golondrina.
-Así como dices tú, el hecho que tengan tatuajes en el cuerpo no los hace unos malandros, no es que por llevar un tatuaje asesinen o coman gente.
Mordí mi labio inferior y sonreí; aunque no tendría ningún problema si él quisiera comerme. Sentí un pequeño golpe en el brazo.
-Te has puesto muy maliciosa, ¿de qué te acordaste o en quién pensaste? Es verdad, a mí me gustan los nerds y a ti los rayados. Tenemos gustos muy diferentes -sonrió.
-Me acordé de alguien... -sonreí como tonta.
Ella se acercó más e hizo un baile de cejas.
-¿Ya tienes novio? Mi hermanita está creciendo -empezó a cambiar la voz.
-Solo que hay un problema -traté de contener una risita.
Ella elevó una ceja con un gesto de confusión, conociéndola ya se había hecho una película.
-¿Cuál? ¿Es mucho mayor que tú?
Solté una carcajada.
-Los viejitos te los dejo a ti -me pellizcó el brazo, chillé y sonreí -, el problema es que él todavía no sabe que es mi novio.
Ella me miró, arqueó una ceja y luego negó.
-¿Sabías que estás loca? A ver, ¿cómo es eso? Explícame.
Recargué la cabeza en el mueble y suspiré.
-Es un poquito complicado. Conocí un chico guapísimo, mi tipo ideal, el que podría cumplir con mis expectativas, solo que aún no hemos hablado mucho.
Vanessa negó con una sonrisa en los labios.
-Ya me imagino como es. Así como te gustan a ti, con rayas por todas partes como una cebra.
Solté una carcajada.
-Es un dios griego, estoy segura que si lo ves te enamoras, caes muerta a sus pies.
Vanessa soltó una carcajada sonora.
-Como dices tú, yo me quedo con los viejitos y los nerds y tú con las cebras.
Puso su mano sobre la mía.
»Ale, eres una niña hermosa y estoy segura que él va a quedar encantado contigo, sería un tonto si no lo hace. Cuando él sepa que es tu novio me cuentas cómo lo tomó.
Soltamos una risita. Era verdad, ambas teníamos gustos muy opuestos, Vanessa amaba la luz del día, el sol, el cielo despejado y azul. Y yo, amaba la noche con toda su oscuridad. La oscuridad no es tan mala como la gente piensa, es hermosa en ella se puede apreciar pequeños detalles tan perfectos que la luz del día no deja ver. Vanessa me contó que en ese momento no estaba saliendo con nadie, hacía algunos meses había terminado su última relación por motivos de tiempo, ninguno tenía tiempo de compartir con el otro así que la relación se deterioró. Nuestra charla fue interrumpida por mamá.
-Que bueno que las dos están tan tranquilas echando chisme -se cruzó de brazos-, ¿olvidaron que mañana llega su tía y hay mucho por hacer?
Nos quejamos al unísono.
-¡Mamá!
Hizo un gesto con la mano.
-¡Las quiero en la cocina ya! Quiero adelantar todo, mañana no voy a estar metida en la cocina todo el día, quiero tener tiempo para platicar con mi hermana.
-Dirás para echar chisme -me levanté y seguí a la cocina.
-¡Mamá, estoy cansada! -se quejó Vanessa.
-No seas floja, necesitas aprender a cocinar, yo no voy a durar toda la vida.
Nos volvimos a quejar en unísono.
-No puedo con la cocina, el agua me queda simple -dije.
Vanessa soltó una carcajada y mamá me dio una pequeña palmada en la espalda, joder, me dolió, justo donde tenía el tatuaje. Chillé, menos mal mamá pensó que estaba molestando. Le ayudamos a mamá a preparar todo para el otro día, Vanessa se fue a dormir primero porque debía madrugar, yo me quedé con mamá y luego subí a mi habitación. Busqué mi diario y abrí la página, quería volver a dibujarlo, ese día lo tuve tan cerca, pero abracé el diario porque el cansancio me venció y me dormí.
Al día siguiente escuché ruidos por toda la casa, me cubrí hasta la cabeza, quería dormir, pero mamá empezó a gritar.
-¡Alexia, levántate! Van a llegar y tú aún estás en la cama.
Me hice bolita en la sábana y pataleé como una niña haciendo berrinches.
»¡Ya te escuché!
Rodé los ojos y me levanté. Guardé mi diario, el siguiente dibujo tenía que esperar. Me fui directo al baño, luego de unos minutos bajo el agua caliente salí y me organicé. Me puse un vestido rojo sin mangas con cuello en V de encaje a la altura de la rodilla. Estaba terminando de secar mi cabello cuando escuché el timbre de la puerta principal, al parecer ya habían llegado. Antes de salir de mi habitación me miré al espejo y sonreí con maldad, el vestido se me ajustaba a las curvas y me quedaba muy lindo, podría fastidiar a mi querido primo, sería genial ponerlo nervioso. Puse un poco de lápiz labial rosa y un poco de colonia. Empecé a bajar peldaño por peldaño, escuché voces, me detuve un momento.
-Olivia, que bueno es tenerlos en casa -habló mamá emocionada-, hacía tanto que no nos veíamos.
-Hermana, a mí también me da mucho gusto verte -respondió mi tía.
-¡Oh por Dios! Luca, ¿en qué momento creciste tanto? Ya eres todo un hombre, mira nada más que guapo.
Me cubrí la boca con la mano para no reirme, que no falte la típica mentira de tía, diciendo que los sobrinos son guapos cuando no lo son.
-Gracias tía, me da gusto verte.
Al menos su voz se escuchaba más ronca y varonil.
»¿Y mis primas dónde están? -preguntó él.
-Verdad Gabriela, ¿dónde están las niñas? -inquirió mi tía.
Mamá suspiró.
-Mis niñas también se me crecieron. Vanessa está trabajando y llega en la tarde. Y Alexia no demora en bajar.
Decidí seguir bajando, llegué al último peldaño, levanté la mirada, mi tía estaba sentada junto a mamá y junto a la ventana estaba mi primo. Nuestras miradas se encontraron, mi mandíbula cayó al suelo y luego me volvió a subir dejándome boquiabierta.
Continuará...