Capítulo 2 2

Mary caminó lentamente por el pasillo, sus pasos resonaban en el silencio tenso del hospital. Había salido de la habitación buscando un respiro, un momento para reunir fuerzas, pero el panorama fuera no era menos desgarrador. Las camas llenas de pacientes graves, las miradas ansiosas de las familias y el constante ir y venir de los médicos le recordaban que no era la única viviendo una pesadilla. El dolor estaba en todas partes.

De repente, el sonido de pasos apresurados y voces urgentes llenó el aire. Mary levantó la cabeza justo a tiempo para ver a varias enfermeras y médicos corriendo hacia la sala de urgencias. Intrigada y con el corazón latiendo rápido, caminó hacia el origen del alboroto. Desde la entrada de urgencias, observó cómo llevaban tres camillas con personas gravemente heridas. Los cuerpos estaban cubiertos de sangre, tanto que los rostros eran irreconocibles. El caos era palpable: órdenes gritadas, máquinas preparadas, y médicos que parecían luchar contra el tiempo.

Mary sintió una opresión en el pecho. Aquellas personas estaban entre la vida y la muerte, y sus familias probablemente no sabían aún lo que había pasado. Cerró los ojos un momento, tratando de contener las lágrimas. La imagen de su hija, frágil y conectada a las máquinas, llenó su mente. Esto no la estaba ayudando, al contrario, la hacía sentir más impotente.

Cuando se dio la vuelta para regresar con Mia, escuchó una conversación cerca de la recepción. Dos enfermeras hablaban en voz baja, pero lo suficiente para que ella pudiera captar fragmentos.

-Fue un accidente terrible -dijo una de ellas-. Parece que fue un choque múltiple en la autopista.

-¿Y los que trajeron? -preguntó la otra.

-La hija de la familia Stone estaba entre ellos. Está muy grave, casi no le dan esperanzas. Es tan joven... una lástima.

Mary se detuvo en seco. La familia Stone. Era un nombre que incluso ella conocía. Eran una de las familias más influyentes de la ciudad. Si su hija estaba aquí y en tan mal estado, el accidente debía haber sido devastador.

El corazón de Mary latió más rápido. No conocía a esa joven, pero las palabras resonaron en su mente: tan joven... casi no le dan esperanzas. Se sintió invadida por una mezcla de tristeza y ansiedad. Era un recordatorio cruel de lo frágil que era la vida. Aun así, se obligó a apartar esos pensamientos y volver a la habitación de Mia. Su hija la necesitaba, y Mary sabía que no podía darse el lujo de derrumbarse.

Unas horas después, mientras la tenue luz del atardecer se filtraba por la ventana, Tom, el médico de confianza de la familia, entró en la habitación. Su rostro irradiaba emoción contenida, suficiente para despertar a Mary y a Mia de su ligero sueño.

-Buenas noticias -anunció, con una sonrisa amplia-. ¡Hemos encontrado un corazón para Mia! La operación será hoy mismo.

El silencio inicial fue reemplazado por un estallido de alegría. Mary llevó las manos al rostro, dejando escapar un sollozo de alivio mientras daba gracias al cielo entre murmullos. Mia, por su parte, sintió cómo una mezcla de emociones la invadía: esperanza, incredulidad, y algo de incertidumbre.

-¿De verdad? -susurró Mia, con los ojos llenos de lágrimas. Era una noticia que había esperado escuchar durante años, pero algo no encajaba del todo en su mente.

Ambas mujeres se abrazaron mientras Mary repetía una y otra vez:

-Gracias, gracias, gracias.

Sin embargo, cuando la emoción inicial comenzó a asentarse, una duda creció en el pecho de Mia. Ella sabía cómo funcionaban las listas de donación, y su caso no había sido precisamente alentador.

-Doctor, ¿cómo es posible esto? -preguntó Mia, mirándolo fijamente-. Tenía el octavo puesto en la lista. ¿Cómo pasé al primero tan rápido? Por lo que sabía, podían pasar meses o incluso años para encontrar un donante adecuado.

La pregunta hizo que la sonrisa de Tom se desvaneciera. Adoptó una expresión seria y respiró hondo antes de responder.

-Hay un benefactor -dijo, cuidadosamente-. Es una persona muy influyente que intervino para asegurarse de que recibieras el corazón. Convenció a la organización médica para que tu caso fuera prioritario.

Mia frunció el ceño, su mente llenándose de preguntas aún más incómodas.

-¿Quién es esa persona? -insistió.

Tom negó sutilmente con la cabeza.

-Lo siento, Mia. No puedo darles esa información.

Mia no se dio por vencida.

-¿Y el donante? ¿Quién era?

Tom volvió a negar, su tono más firme esta vez.

-Tampoco puedo compartir esa información. Es confidencial.

Mary, percibiendo la creciente inquietud de su hija, intervino, tomando su mano.

-Cariño, lo importante es que esto está pasando. Después de todo lo que hemos pasado, por fin tendrás la oportunidad de vivir una vida plena. Deja que los médicos se encarguen del resto.

Mia sabía que su madre tenía razón. Necesitaba conservar su energía para la operación, pero no podía ignorar que algo era extraño. No era fácil aceptar que alguien a quien no conocía hubiera decidido intervenir de esa manera. ¿Qué clase de persona haría eso por una desconocida?

Tom les explicó los detalles del procedimiento, asegurándoles que todo estaba listo y que el equipo médico estaba preparado. Antes de salir de la habitación, les lanzó una mirada de empatía.

-Esta es tu oportunidad, Mia. Haz todo lo posible para estar lista. Nos vemos pronto.

Cuando la puerta se cerró, Mary intentó distraer a su hija con palabras de aliento, pero Mia no podía dejar de pensar en las incógnitas que rodeaban esta situación. ¿Quién era su misterioso benefactor? ¿Y por qué habían tomado una decisión tan drástica? Con cada pregunta que se hacía, sentía que se adentraba en un terreno desconocido.

Pronto, el momento de enfrentarse a su destino llegaría, pero Mia sabía que, más allá de la operación, las respuestas que buscaba no tardarían en alcanzarla.

            
            

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