Capítulo 5 5

-Entonces, ¿qué dices? -Sol le habló a Mia, que estaba pensativa, mirando su bebida sin realmente ver nada.

Mia levantó la mirada, como despertando de un sueño profundo, y frunció el ceño.

-Perdón, ¿qué dijiste?

-Te dije que salgamos esta noche, a tomar algo. Es tiempo de que empieces a vivir, Mia. ¿Cuándo fue la última vez que saliste y no pensaste en lo que pasaría al día siguiente? -Sol la miró con una sonrisa amplia, tratando de contagiarle su energía.

Mia, que nunca había sido muy dada a salir o hacer cosas "normales", se quedó pensativa. Siempre había tenido miedo de lo que podría suceder, de las consecuencias de ir más allá de su zona de confort. Había estado tan centrada en su salud y en sus miedos que nunca había experimentado cosas que parecían tan comunes para los demás.

-No sé, Sol... ¿realmente está bien? Después de todo lo que he pasado, no estoy segura de qué tan segura sea estar fuera, beber... -Mia dejó la frase flotando en el aire.

Sol suspiró y le dio un golpe juguetón en el hombro.

-Debes empezar a vivir, Mia. Tienes una segunda oportunidad. ¡Haz algo con ella! No puedes quedarte encerrada en una burbuja, temiendo lo que podría pasar. Te mereces disfrutar, por fin.

Mia se quedó en silencio unos segundos, sopesando las palabras de su amiga. Había algo en ellas que la tocaba. Finalmente, asintió.

-Está bien, acepto. Pero antes le voy a decir a Tom, quiero saber qué piensa él.

Sol sonrió triunfante.

-¡Eso es! Y yo me encargaré de hacer que te diviertas como nunca.

Cuando llegó la noche, Mia se miró en el espejo. Estaba nerviosa, pero al mismo tiempo había algo dentro de ella que la emocionaba. Eligió un vestido rojo que le llegaba a la rodilla y unas pequeñas zapatillas de tacón, algo que nunca había usado antes. Aunque la ropa la hacía sentirse un poco fuera de lugar, también la hacía sentir algo especial, como si por primera vez estuviera saliendo al mundo de verdad.

Tom había estado de acuerdo con la salida, aunque con algunas advertencias.

-Está bien que salgas, pero recuerda lo que hablamos. No quiero que te pongas mal, Mia. Toma con calma.

Mia le sonrió, asegurándole que no sería un problema. Ella no solía beber, así que pensaba que con un par de mojitos sería suficiente para disfrutar sin problemas.

Cuando llegaron al bar, el ambiente estaba lleno de energía. La música sonaba en el fondo, y las luces multicolores daban un toque vibrante al lugar. Sol se veía feliz, casi como si estuviera en su elemento.

-¿Lista para comenzar? -Sol exclamó, guiando a Mia hacia la barra.

Mia asintió, un poco insegura, pero con una chispa de curiosidad. "Solo un par de mojitos", pensó. Pero a medida que pasaba el tiempo y la conversación fluía, los mojitos fueron sumándose. Uno... dos... hasta ocho. De alguna manera, los tragos se fueron sucediendo más rápido de lo que Mia había planeado, y antes de que se diera cuenta, una calidez se extendió por su cuerpo. La sensación de ligereza la invadió, y el miedo de la noche empezó a desvanecerse.

Sol la observó con una sonrisa satisfecha.

-¡Eso es! Ahora sí estás en la onda, amiga.

Mia, sonriendo por primera vez con verdadera libertad, no sabía exactamente qué estaba pasando, pero ya no le importaba tanto. La noche acababa de comenzar.

Al otro día, Mia despertó con una sensación extraña, su cuerpo pesado, la cabeza dando vueltas, y un vacío profundo que no podía entender. Abrió los ojos lentamente, dándose cuenta de inmediato de que no estaba en su cama, ni en su habitación, ni en ningún lugar que le fuera familiar. A su alrededor había muebles de diseño minimalista, una habitación que ni siquiera sabía cómo había llegado a conocer.

Al principio, el miedo la invadió. Miró hacia el lado y vio el cuerpo desnudo de un hombre acostado junto a ella, su respiración tranquila mientras aún dormía. Mia se quedó inmóvil, su corazón comenzó a latir rápidamente en su pecho. Al principio pensó que quizás había soñado todo, pero cuando vio su rostro, reconoció al hombre. Era él, el mismo que la había estado acosando en los últimos días, el mismo rostro que había aparecido en sus pesadillas.

El terror la paralizó. ¿Qué había pasado? ¿Cómo había llegado hasta allí? Ella intentó recordar, pero todo estaba borroso. De repente, el hombre se despertó, abriendo los ojos con una mirada somnolienta. Cuando se dio cuenta de que Mia estaba mirándolo, esbozó una sonrisa amplia, como si nada fuera extraño, como si todo fuera normal.

Mia, temblando, trató de cubrirse con la sábana, buscando alguna protección, pero no podía dejar de mirarlo. La ansiedad la invadió. ¿Lo que había ocurrido anoche había sido un sueño? ¿O peor, algo que no podía recordar? Su voz salió rasposa, casi un susurro:

-¿Me violaste? -su garganta estaba tan seca que apenas pudo emitir la pregunta.

El hombre dejó de sonreír por un momento. Su expresión se tornó seria, y sin pudor, se levantó de la cama, comenzó a vestirse con calma, como si nada hubiera sucedido, como si esa fuera la rutina más normal del mundo.

Mia, aunque aterrada, no pudo evitar mirar su cuerpo. Los músculos perfectamente tonificados, la piel bronceada que parecía irradiar suavidad... todo parecía sacado de una de esas fantasías que nunca había querido experimentar. Pero ahora, en esta realidad cruda y aterradora, ella sentía como si se estuviera desmoronando.

-Te hice una pregunta -insistió, con la voz más firme, aunque su miedo aún era evidente.

El hombre volvió a mirarla, esta vez con una mirada más intensa. Se acercó a la cama, y Mia se echó hacia atrás, instintivamente, sin saber qué esperar de él. Él se inclinó ligeramente hacia ella.

-No, no lo hice -respondió con calma, pero había algo en sus palabras que la hizo sentirse aún más confundida. -Al menos, creí que lo recordarías.

-¿Recordar qué? -preguntó Mia, el horror en su voz mezclado con una creciente necesidad de entender qué había sucedido.

El hombre suspiró, como si finalmente viera que el momento de aclarar lo ocurrido había llegado. Se sentó en la cama junto a ella, sin preocuparse por la distancia que ella intentaba poner entre ambos.

-Como pasaron las cosas -dijo lentamente, como si estuviera explicando lo más lógico del mundo. Mia entonces, lo recordó; Anoche él y ella... estuvieron juntos. Sol, los mojitos... después... los besos, las caricias. Esta habitación... y ella, ella había cedido en todo. No puso resistencia.

Mia no podía creer lo que estaba escuchando. Su mente trataba de enlazar los recuerdos, pero nada parecía encajar. ¿Había sido realmente así? ¿Había estado tan fuera de sí como para dejarse llevar por algo que no entendía?

-Joder... ¿qué he hecho? -murmuró, incapaz de encontrar palabras para describir la angustia que sentía.

El hombre la miró sin responder, como si ya no tuviera más que explicar. Pero luego, con una sonrisa en su rostro, añadió algo que la dejó aún más confundida:

-Ahora lo recuerdas, ¿verdad? -dijo con tono casi burlón, mientras se levantaba y se acercaba más a ella. -Lo que sucedió... yo me haré responsable de ello.

Mia, aún con los ojos muy abiertos, no entendía nada. Su mente seguía dando vueltas mientras su corazón latía con fuerza.

-¿A qué te refieres? -preguntó, aunque ya no sabía si quería escuchar la respuesta.

El hombre, ahora de pie junto a la cama, la miró fijamente, sus ojos fríos pero determinados.

-Lo que quiero decir es que... serás mi novia, Mia, de hoy en adelante -dijo, como si no hubiera duda alguna en su declaración.

Mia se quedó atónita. La palabra "novia" parecía tan absurda en este contexto. Ella apenas lo conocía, y aún menos entendía cómo habían llegado hasta allí. La sensación de estar atrapada comenzó a invadirla nuevamente, y aunque sus pensamientos no lograban ordenar lo que acababa de escuchar, había algo en su mirada que le decía que este hombre no iba a dejarla ir fácilmente.

-¿Estás loco? -preguntó, casi sin pensar, aunque la respuesta era obvia. Claro que lo estaba. Ya lo había comprobado antes.

Pero, por alguna razón, él parecía completamente seguro de lo que estaba diciendo.

                         

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