Capítulo 3 3

Mia permanecía acostada en la camilla mientras los enfermeros preparaban todo para llevarla al quirófano. Sus pensamientos divagaban entre el pasado y el futuro, llenos de una mezcla de nostalgia y esperanza. Su enfermedad había definido cada momento de su vida. Recordó las noches en las que apenas podía dormir por el dolor, las visitas interminables al hospital, y cómo su madre había sacrificado tanto por cuidarla, dejando de lado sus propios sueños.

"¿Cómo será ahora?" pensó, con una punzada de culpa y emoción a la vez. ¿Podría finalmente ser independiente, devolverle a su madre un poco de todo lo que ella había dado? Era una oportunidad que siempre había soñado, pero que ahora sentía como algo irreal.

Tom se acercó a la camilla, su rostro sereno pero con una pizca de tensión, como siempre antes de una cirugía importante. Le hizo una leve inclinación de cabeza, preguntándole con los ojos si estaba lista. Mia respiró hondo, sintiendo el peso del momento.

-Estoy lista -susurró, con determinación. Era ahora o nunca.

Cuando Mia despertó, la luz del día ya iluminaba suavemente su habitación. Su cuerpo se sentía pesado, pero había algo diferente: su pecho, aunque adolorido, latía con una fuerza que nunca había conocido. Una sonrisa se formó lentamente en su rostro. Estaba viva.

Tom entró poco después con su característico porte tranquilo, llevando consigo un estetoscopio y una tableta. Le hizo una revisión exhaustiva, revisando cada detalle de su recuperación inicial.

-Todo indica que tu cuerpo está aceptando bien el corazón -dijo con una sonrisa-. Hiciste un gran trabajo, Mia.

Mia le devolvió la sonrisa, con lágrimas comenzando a acumularse en sus ojos.

-Gracias, doctor. Por todo.

Mary, quien había estado sentada junto a ella todo el tiempo, le tomó la mano, sus ojos brillando con alivio y felicidad.

-Es un nuevo comienzo, mi amor. Estoy tan orgullosa de ti.

Mia asintió, sintiendo la calidez del momento, pero sus dedos rozaron suavemente el vendaje en su pecho. Por un instante, una profunda nostalgia la invadió. Su antiguo corazón, aunque débil y limitado, había estado con ella durante sus 23 años de vida. Era como despedirse de una parte esencial de sí misma.

Mary, notando la expresión de su hija, se inclinó hacia ella.

-Voy a traerte algo de comer, necesitas recuperar fuerzas -dijo, acariciando suavemente su cabello.

-Está bien, mamá. Gracias -respondió Mia con una leve sonrisa.

Mary salió de la habitación, dejando a Mia sola por primera vez desde la operación. Intentó relajarse y descansar, pero algo captó su atención. Desde la esquina de su visión, notó una figura masculina de pie fuera de su habitación, observándola a través del vidrio de la puerta.

El hombre no era un médico ni una enfermero, eso estaba claro. Vestía un traje oscuro impecable, y su porte era firme, casi intimidante. Su mirada estaba fija en Mia, y aunque no hizo ningún movimiento, su presencia era difícil de ignorar.

Mia sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en él la hizo sentir extraña, como si su sola presencia trajera consigo respuestas que no estaba segura de querer escuchar. ¿Quién era ese hombre y por qué estaba allí?

Mia observó al hombre acercarse lentamente, su figura alta y su porte impecable llenando el espacio de la puerta antes de que decidiera entrar en la habitación. Cuando cruzó el umbral, sus pasos eran firmes pero tranquilos, y su mirada penetrante parecía examinarla de una forma que le resultó desconcertante. Por instinto, Mia se llevó la mano al vendaje de su pecho, como si quisiera proteger lo que ahora residía en su interior.

-¿Puedo ayudarlo en algo? -preguntó, tratando de mantener su voz firme, aunque su corazón recién trasplantado latía con fuerza.

El hombre inclinó ligeramente la cabeza, sus ojos oscuros fijos en ella.

-En realidad, sí -respondió, su voz profunda y cargada de un tono que la hizo sentir expuesta.

Mia parpadeó, intentando descifrarlo. Había algo en él que la inquietaba, como si sus palabras no fueran solo una conversación casual. Después de unos segundos, él rompió el silencio.

-¿Cómo estuvo la cirugía?

La pregunta, aunque simple, hizo que Mia reflexionara. Se tocó el pecho nuevamente, como si necesitara recordarse que el corazón ya era parte de ella.

-Bien. El médico dijo que me recuperaré pronto -respondió con cautela, todavía analizando al extraño.

-¿El corazón está bien? -preguntó él, esta vez con un tono que hizo que Mia frunciera el ceño. No era solo lo que preguntaba, sino cómo lo hacía, como si la respuesta fuera crucial para él de una manera que no comprendía.

Mia tragó saliva, incómoda. Quizás todavía estaba bajo los efectos de la anestesia o tal vez su agotamiento la hacía interpretar de más. Aun así, se armó de valor para poner límites.

-Disculpe, pero si no puedo ayudarle en nada, preferiría descansar.

El hombre, lejos de sentirse aludido, dio un paso más hacia ella. Sin pedir permiso, se sentó en el asiento junto a la cama, lo que hizo que Mia se sobresaltara ligeramente. Su cercanía era intimidante, pero también tenía algo hipnótico que la desarmaba.

-¿Cómo te llamas? -preguntó de repente.

Mia dudó antes de responder, insegura de por qué sentía la necesidad de contestar. Aun así, lo hizo.

-Mia.

El hombre esbozó una leve sonrisa, pero no era una sonrisa cálida. Era una expresión calculada, como si estuviera reuniendo información.

-Mia... bonito nombre. ¿Y cuáles son tus gustos?

La pregunta la tomó desprevenida. No esperaba una conversación personal con un hombre que seguía siendo un completo extraño. Al mismo tiempo, algo en su mirada intensa y su rostro atractivo la hacía sentirse extrañamente atraída, a pesar de que también la inquietaba.

-No lo sé... nunca lo he pensado mucho -admitió, y era cierto. Su vida había estado tan centrada en sobrevivir que nunca se había permitido explorar lo que realmente disfrutaba.

El hombre asintió lentamente, sin apartar los ojos de ella, como si estudiara cada uno de sus gestos. Mia sintió un leve calor en las mejillas, incapaz de decidir si era por el impacto de su cercanía o por la sensación de que él estaba invadiendo algo más que su espacio personal.

-Interesante -murmuró él-. Pero seguro hay algo que deseas ahora que tienes una segunda oportunidad.

Mia frunció el ceño. Había algo en su tono, en la forma en que lo dijo, que parecía insinuar que sabía más de lo que ella entendía. Pero antes de que pudiera responder, una pregunta cruzó por su mente: ¿Quién es este hombre y por qué está tan interesado en mí?

            
            

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