Capítulo 9 Cap. 9

Capítulo 9

Max entró corriendo al hospital, con el corazón acelerado como si corriera una maratón. Al llegar a recepción, pidió información sobre Daniel y le indicaron la sala donde se encontraba su hijo. Sintió un alivio inmediato al ver a Daniel sentado en la sala de espera, ya vestido y aparentemente bien.

-¡Daniel! -exclamó Max, acercándose a su hijo.

Daniel se levantó lentamente, con una sonrisa cansada en el rostro, intentando aliviar la tensión visible en su padre.

-Papá, estoy bien. No te preocupes -dijo, levantando las manos para calmarlo.

Max se detuvo frente a Daniel, mirándolo de arriba abajo, como para asegurarse de que realmente estaba bien.

-¿Qué pasó? ¿Por qué no me lo dijiste antes? -la preocupación aún se reflejaba en su rostro.

Daniel se rascó la nuca, intentando ocultar su malestar.

-Solo fue una bajada de presión, nada grave. Estaba un poco mareado, deshidratado, pero ya estoy bien. -Los médicos me dieron el alta -respondió, intentando sonar convincente, pero algo en su tono hizo que Max frunciera el ceño.

Max observó a su hijo unos instantes, intuyendo que había algo más tras esas palabras. Daniel estaba diferente, evasivo, pero parecía decidido a no hablar más del tema.

-¿Estás seguro de que solo es eso? -insistió Max, aún con recelo.

-Sí, papá. En serio, no fue nada grave. Solo necesito descansar un poco -dijo Daniel, intentando apartar la mirada para no tener que enfrentarse a la preocupación de su padre.

Max suspiró, debatiéndose entre la desconfianza y el deseo de creer que su hijo estaba realmente bien. Sabía que Daniel no era de los que hablaban abiertamente de sus problemas, pero tampoco quería presionarlo en ese momento.

-De acuerdo -Max finalmente cedió, poniendo la mano en el hombro de su hijo-. Vámonos a casa. Puedes descansar allí.

Daniel asintió, aliviado de no tener que dar más explicaciones. Caminaron juntos hacia el coche, y el silencio que se instaló entre ellos durante el camino a casa fue denso. Max presentía que algo no andaba bien, pero decidió respetar el espacio de su hijo.

Al llegar a casa, Max se aseguró de que Daniel estuviera cómodo antes de retirarse a su oficina. Pero incluso mientras intentaba volver al trabajo, seguía pensando en su hijo, tratando de averiguar qué había sucedido realmente. Sabía que no podía obligar a Daniel a hablar, pero tampoco podía ignorar la sensación de que algo andaba mal.

***

Natasha entró en el vestíbulo de FashionTech Colt con una confianza que parecía irradiar a su alrededor. Cada paso iba acompañado de un suave balanceo de caderas que atraía miradas de admiración y dejaba un rastro de susurros entre los ejecutivos presentes. Era imposible no fijarse en ella. El vestido ajustado se adaptaba a su cuerpo a la perfección, mientras que sus tacones altos resonaban en el suelo de mármol pulido.

Sintió el peso de las miradas, algunas disimuladas, otras tan descaradas que la hicieron sonreír para sus adentros. Era como si toda la energía masculina del lugar se concentrara en ella. Natasha conocía su poder y sabía cómo usarlo, pero hoy, algo diferente le preocupaba. A pesar de todas las miradas, la única que realmente deseaba sentir era la del apuesto hombre mayor que la había intrigado el día anterior.

Mientras caminaba por el vestíbulo, sus ojos recorrieron discretamente la habitación, buscándolo. Una parte de ella sabía que era un sueño imposible, un deseo que quizá nunca se hiciera realidad, pero otra parte... otra parte se negaba a rendirse. Había algo en él, algo que la atraía de una forma que nunca antes había experimentado. No era solo el poder ni la posición que ocupaba, sino algo más profundo, un misterio que ansiaba desentrañar.

Natasha notó que algunos ejecutivos se acomodaban en los sofás del vestíbulo, incómodos con el efecto que su presencia causaba. Otros, menos preocupados por la discreción, se permitieron admirar su belleza sin reservas. Podía sentir cada mirada, cada suspiro contenido, pero nada la afectaba realmente. Estaba concentrada, sus pensamientos giraban en torno a una sola persona. Se acercó al ascensor. Esperó a que se abrieran las puertas, sintiendo un ligero escalofrío en la espalda mientras se preguntaba si, en ese preciso instante, el apuesto hombre también estaría pensando en ella, si recordaría cómo la había devorado con la mirada la noche anterior. El ascensor llegó y, al abrirse las puertas, Natasha entró con un ligero suspiro, intentando controlar la ansiedad que empezaba a crecer en su interior. Quería volver a verlo, sentir esa mirada intensa una vez más. Quería saber si él la deseaba tanto como ella a él. Las puertas se cerraron, aislándola del resto del vestíbulo. Mientras el ascensor subía, Natasha no pudo evitar pensar en cómo sería conocerlo ese día. Natasha se preparó con precisión para cada espectáculo de ese día. Durante uno de los descansos, mientras ajustaba los últimos detalles de su disfraz, Natasha vio a un viejo amigo y colega.Clara, una modelo experimentada y reconocida en la industria, estaba allí en la pasarela. Al verla, sus ojos se iluminaron y una sonrisa sincera se dibujó en su rostro. Clara, siempre tan cálida, le abrió los brazos para un abrazo cariñoso.

-¡Natasha! Siempre es un placer verte, chica -dijo Clara con su tono de bienvenida-.

-El placer es mío, Clara. Hacía tiempo que no nos cruzábamos en estos desfiles, ¿verdad?

Clara, con su característica curiosidad, no tardó en notar el brillo en los ojos de Natasha, algo diferente, casi inquietante.

-Estás radiante, Natasha. ¿Hay algo más aparte de este trabajo que te hace estar así, verdad? -preguntó Clara, inclinándose ligeramente hacia adelante, anticipando ya la respuesta.

Natasha no pudo evitar sonreír un poco avergonzada. Sabía que Clara la conocía bien, y ocultarle algo sería casi imposible. -Para ser sincera, sí. Y me está volviendo loca, de verdad -admitió Natasha, bajando la voz hasta convertirse en un susurro conspirativo.

-¡Ay! Ahora tengo curiosidad. ¿Es alguien de aquí? -preguntó Clara, con los ojos brillantes de interés.

Natasha dudó un momento, como si ordenara sus ideas antes de continuar. Sabía que lo que iba a decir no era algo que compartiría con cualquiera, pero Clara siempre había sido una amiga de confianza.

-Es uno de los ejecutivos de la empresa, Clara. Un hombre mayor, y... Dios mío, es irresistible. No puedo sacármelo de la cabeza -confesó Natasha, absorta en sus pensamientos.

Clara arqueó una ceja, y una sonrisa pícara se dibujó en sus labios.

-¿Ejecutivos, eh? Parece que alguien está ascendiendo de categoría. ¿Ya has hablado con él? ¿Sabes si él también está interesado? -preguntó Clara con la voz llena de picardía. Natasha suspiró, sintiéndose vulnerable al hablar de ello.

-Todavía no. Pero la forma en que me mira... ¿Sabes cuándo sientes que hay química en el aire? A eso me refiero. Estuvo en el restaurante ayer, y era imposible ignorar esa mirada -respondió Natasha en voz baja y llena de expectación.

Clara asintió, comprendiendo el dilema de su amiga.

-Bueno, querida, ya sabes lo que dicen: el corazón tiene sus razones que la razón misma desconoce. Pero ten cuidado. Los ejecutivos pueden ser un poco complicados. Quiero ver quién es este chico guapo. Enséñamelo en cuanto puedas, quiero ver qué te hace estar así -dijo Clara, con un tono de advertencia mezclado con curiosidad.

Natasha rió, sintiéndose un poco más tranquila después de compartir sus sentimientos. Fue bueno tener a alguien con quien hablar de esto, alguien que comprendiera tanto el mundo de la pasarela como las complejidades de enamorarse de alguien que, quizás, era más inaccesible de lo que ella jamás hubiera deseado.

-Claro, Clara. En cuanto pueda, te lo mostraré. Y entenderás por qué estoy tan conmovida -dijo Natasha, todavía sonriendo, pero con una punzada de ansiedad que no podía ocultar.

                         

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