Capítulo 4 .

El aire de la madrugada se siente pesado en la base. No he podido dormir desde que Hunter salió de mi habitación, dejándome con un nudo en el pecho y los recuerdos golpeando como una tormenta.

Me levanto de la litera y me lavo la cara en el pequeño lavamanos de metal. El agua fría ayuda a despejarme, pero no lo suficiente. No cuando los fantasmas siguen ahí.

Respiro hondo y me miro en el espejo. Ojos oscuros, ojeras marcadas, una expresión que no reconoce descanso. He cambiado, pero hay cosas que nunca se van.

Cierro los ojos y por un momento, el silencio de la habitación me hace recordar los momentos que aún me marcan

-¡Corre, Kathe!

Las voces a mi alrededor son ruido de fondo. La respiración se me corta, el ardor en los músculos es insoportable, pero no me detengo. No puedo permitírmelo.

Aiden corre a mi lado, su uniforme empapado en sudor. Está igual de agotado que yo, pero sigue empujando su cuerpo al límite. Así éramos nosotros. Dos soldados jóvenes tratando de probar que pertenecíamos aquí.

-¡Más rápido, Johnson! -la voz del instructor suena como un látigo.

Aprieto los dientes y acelero, aunque siento que mis piernas van a colapsar. Aiden y yo cruzamos la línea de llegada casi al mismo tiempo, cayendo de rodillas en la tierra seca.

-¿Sigues creyendo que esto era una buena idea? -jadea Aiden, con una sonrisa de medio lado.

-Si me hubieras dejado ganarte, sí -respondo con una risa entrecortada.

Él sacude la cabeza, pero sus ojos brillan con algo más. Admiración.

Fue en ese momento, entre el agotamiento y la euforia, que supe que Aiden sería alguien importante en mi vida. Y lo fue. Hasta que todo se rompió.

El golpe de una puerta en la base me devuelve al presente. El pasado debe quedarse donde pertenece.

Me pongo la camiseta táctica y salgo. El sol apenas comienza a salir, tiñendo el cielo de tonos anaranjados.

-No pareces alguien que haya dormido bien -comenta Clarisse, acercándose con una taza de café.

-¿Y desde cuándo alguien duerme bien en este lugar?

Ella se encoge de hombros.

-Tienes razón. ¿Te pasa algo?

No quiero hablar de eso, así que desvío la conversación.

-¿Qué tenemos hoy?

-Entrenamiento. Y, por supuesto, Hunter a cargo.

Ruedo los ojos. Genial.

Minutos después, estamos en el campo de entrenamiento. La instrucción de hoy es combate cuerpo a cuerpo. Y tengo la maldita suerte de que me asignen con Hunter.

-Bien, Johnson -dice él con su tono frío-, veamos si todo lo que hablas lo puedes respaldar con acción.

Nos colocamos en posición, rodeados por el resto del pelotón. Todos esperando ver quién caerá primero.

Mason y yo nos movemos en círculos, estudiándonos. El resto del equipo observa con una mezcla de anticipación y morbo. Saben que esto no es solo un entrenamiento, es un enfrentamiento personal.

Él ataca primero, su velocidad es endemoniada, pero yo he aprendido sus patrones. Bloqueo, esquivo, contraataco. Nuestro combate es un baile peligroso, un juego de poder que ninguno quiere perder.

-Estás distraída, Johnson -murmura, atrapando mi muñeca.

-Y usted sigue confiado, Capitán.

Uso su agarre en mi contra, girando para derribarlo, pero Mason anticipa mi movimiento y en un parpadeo, soy yo quien termina en el suelo, con su cuerpo sobre el mío.

Su peso sobre mí, su respiración contra mi boca, y sus manos en mis muñecas... no era una pelea. Era una provocación. Una declaración silenciosa de guerra entre nuestros cuerpos.

Su respiración es pesada, sus ojos recorren mi rostro con una intensidad que me pone la piel de gallina. Sé lo que está pensando. Lo sé porque yo también pienso lo mismo.

-Sigues sin aprender a anticiparte -dice en voz baja.

-O tal vez solo quiero que me atrape, Capitán -respondo sin pensar.

Mason se tensa, su mandíbula se aprieta y por un segundo, creo que va a besarme ahí, frente a todos. Pero entonces se aparta de golpe, dejándome en el suelo con el corazón desbocado.

-Entrenamiento terminado -anuncia, cambiando su voz completamente otra vez.

Mi cuerpo dolía, pero había un tipo de dolor que era peor que el físico. El que dejaba su nombre en mi garganta, el que provocaba mi corazón al escuchar su voz gritar órdenes. Mason. Siempre Mason

Me pongo de pie con el orgullo herido y la piel ardiendo.

-¿Estás bien? - Clarisse se acerca con una ceja arqueada.

-Perfectamente.

No lo estoy. Pero no pienso darle el placer de saberlo a ese imbécil.

Mason se aleja sin mirar atrás, pero algo en su postura tensa me dice que no fue tan indiferente como intenta aparentar.

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Más tarde, en los barracones, el dolor en mi cuerpo ya es insoportable. Me siento en el borde de la cama y reviso mi costado, donde un moretón oscuro está empezando a formarse.

No es el peor golpe que he recibido. Ni de cerca.

Acaricio la cicatriz en mi costado derecho, la que me dejó aquella noche con Aiden.

-Tienes que aprender a anticiparte-susurró él, justo antes de derribarme en aquel entrenamiento.

Nos reímos tanto esa noche que dolía respirar.

Hasta que todo dejó de ser divertido. Hasta que el fuego y los disparos lo cambiaron todo.

Respiro hondo y sacudo la cabeza. No voy a caer en recuerdos otra vez. No hoy.

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Me pongo una camiseta limpia y salgo del barracón. Necesito despejarme, alejarme de mis propios pensamientos. Pero justo cuando creo que voy a tener un momento de paz, lo veo.

Mason, apoyado contra la pared de la armería, con un cigarro entre los dedos. No sabía que fumaba.

Nuestros ojos se encuentran, y sé que debería seguir caminando. Ignorarlo. Dejarlo ser.

Pero algo en su mirada me detiene. Como siempre.

Me acerco con los brazos cruzados.

-¿Así manejas tu frustración, Capitán?

Él exhala el humo lentamente antes de responder.

-Solo cuando soldados tercos me sacan de quicio.

Mi ceja se arquea.

-¿Te saco de quicio?

Hunter deja caer el cigarro y lo pisa con la bota. Luego, da un paso más cerca.

-Más de lo que me gustaría admitir.

Mi corazón da un vuelco. No esperaba esa honestidad.

Nos quedamos en silencio. El tipo de silencio que quema.

Podría irme. Podría fingir que esta conversación no pasó. Pero en lugar de eso, hago lo peor que podría hacer.

-¿Por qué me odias tanto? ¿Es por lo de hace dos años?

Su expresión cambia. Por un segundo, creo que va a esquivar la pregunta. Pero entonces, hace algo inesperado.

Me toca.

Solo un roce, sus dedos contra mi muñeca, pero el contacto es suficiente para que se me corte la respiración.

-Si te odiara, todo sería más fácil, Johnson.

Y luego, sin más, se va.

Me quedo ahí, con el eco de sus palabras clavado en mi piel.

Si te odiara, todo sería más fácil.

Mierda.

            
            

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