–¡Te cuento luego! Ese chico es irresistible.
Ambas reímos, porque él, Emilio es el chico más top del colegio, el que todas desean, al que ninguna puede resistirse. Bueno, excepto yo. Que cada vez que lo beso, siento un cosquilleo en mi vagina, pero cuando todo comienza a encenderse, huyo despavorida.
Es difícil no recordar cosas de hace tres años atrás.
Ya estoy entrando al bachillerato, algo retrasada, tuve un año exacto sin ir al colegio, luego que mamá murió. No sabía que hacer sin ella a mi lado. Mas, le había hecho una promesa y debía cumplirla "graduarme y entrar a la universidad"
La cuestión era, ¿cómo y con qué dinero? Por ahora, apenas podía costear mis estudios porque era un colegio público y tenía comedor para los estudiantes de bajo nivel económico o sea para los pobres. A pesar de ello, era una estudiante promedio. Y eso provocaba la conmiseración de mis profesores y amigas.
Rebeca me regaló esta camisa que llevo puesta y la falda que a mí me quedaba como mini, porque ella mide apenas escasos 1,50 cm y yo 1,70 cm. Lo bueno, era que ambas éramos delgadas a esa edad. Ella porque quería ser modelo y yo porque no tenía para los tres platos diarios de comida. ¿Qué ilógico verdad?
Fuimos hasta el salón de clase, la profe Miguelina, estaba cerrando la puerta, cuando coloqué mi pie entre la puerta y el marco para evitarlo.
–¿Profe, podemos pasar? –dije y coloqué mi segunda arma, la carita de piedad.
–Pasen, la próxima vez las dejo afuera.
Nos sentamos, saqué mi libreta y mi lápiz para anotar.
–Hoy vamos a tocar un tema, que es poco conversado en clases porque el sistema educativo, prefiere ruborizarse antes de tratar asuntos indispensables para los adolescentes. Hablaremos de la masturbación.
Las risas de mis compañeros no se hicieron esperar, tampoco el ¡oh! de algunas chicas nerds del grupo que piensan más en sus estudios, que en fornicar.
Yo no era tampoco una experta en ese tema. Pero mis razones eran obvias. Mi primer encuentro sexual, no tenía nada bueno para ser recordado. Aún así, preferí cerrar la boca, parar las orejas y pelar los ojos.
Mientras la profe mostraba las imágenes en el retroproyector y explicaba como debíamos tocarnos las chicas, sentía palpitaciones vaginales y unas cosquillas que me hacían apretar mis piernas, intentando calmarla. Mala mía, porque me provocaban mayor placer.
Nunca vi a los chicos del salón tan callados, ni a las chicas tan risueñas. La profe parecía tan relajada. ¿Ella no sentía lo mismo que nosotras? Rebeca me miraba sorprendida. Y rodeaba los ojos como deseando que terminara la clase de sexología.
Finalmente sonó el timbre y salimos del salón. Los chicos salieron directo al baño y las chicas también ¿qué raro, no?
Rebeca se colgó de mi brazo y fuimos hasta el patio. Nos sentamos a comentar las cosas de la profe. Emilio se acercó hasta donde estábamos y mi amiga, como buena amiga, se levantó para ir por un par de sodas para ambas.
Todas las demás del 5to año me miraban y murmuraban.
–¿Podemos vernos, esta noche? –me preguntó entredientes.
–¡Claro! ¿Dónde? –le pregunté entusiasmada aún por la clase de biología.
–¿Te parece al salir de clase, en la playa, cerca al muelle?
–¡Vale! Allí nos vemos.
Se alejó cuando miró que Rebe se acercaba con las bebidas. Ella me entregó la mía y se sentó a mi lado, mientras que con el codo, golpeaba mi costado.
–¿Qué te dijo?
–¡Tengo una cita esta noche!
–¡Wow! Que regia. ¿Podemos hacer una pijamada en tu casa esta noche? –dijo riendo sin detenerse.
–¡Calma! Claro. ¿Te parece a las 8:00?
–Perfecto, le diré a mi padre que me lleve.
–Pues lleva chucherías, sabes que no tengo nada allá.
–Tranqui, yo me encargo de eso.
Volvimos a la última clase de la tarde. El profe de historia es realmente el hombre de mis sueños, literalmente me duermo en su aburrida clase. Estoy ansiosa por salir de allí, veo mi reloj cada cinco minutos. Cuando esperas que el tiempo pase rápido ocurre lo contrario. Ya me estaba resignando a esperar, cuando el timbre sonó.
Me levanté de inmediato y salí del salón. Rebe me miró y le hice un guiño. Ella ya sabía a dónde iba. Corrió para alcanzarme, me murmuró al oído:
–Disfruta al máximo para que luego me cuentes com lujo de detalles.
Sonreí y apresuré el paso. Al salir vi a Emilio con su par de amigos, Lucas y Diego. Ambos son insoportablemente creidos. Pasé a su lado y Emilio me guiñó un ojo. Me puse nerviosa y caminé aún más rápido. Luego de unos quince minutos de caminada puedes ver el mar muy cerca, a apenas un kilómetro.
Fui a donde nos habíamos citado. Caminé hasta el muelle, me senté a mirar el mar y con las olas que iban y venían, recordé los atardeceres junto a mi madre. Estaba algo nostálgica cuando sentí una mano sobre mi hombro. Volteé y subí la mirada. Emilio estaba allí frente a mí, con su sonrisa encantadora.
Se sentó a mi lado, colocó su brazo sobre mi espalda y me miró fijamente. Ambos sabíamos lo que deseábamos y por qué estábamos allí. Entonces cero palabras, ni explicaciones. Sólo actuar y dejarse llevar.
Sus labios se unieron a los míos, nuestras lenguas se divertían rozándose, los flujos salivales entremezclados, las manos dispuestas a explorar las pieles y toda prominencia y/o cavidades. Cuando sentí que él levantó mi falda y su mano se internó entre mi pantie, sentí un terror instantáneo. Traté de contener su mano, a pesar del placer que provocaban sus caricias, cosa que era innegable; las imágenes de aquella tarde aterrizaban en mi cabeza.
–¡Detente por favor!
Él me miró sorprendido, pero me obedeció.
–¿Qué es lo que te ocurre? ¿estás jugando conmigo? ¿Me haces ponerme hot y luego me dejas así? No sé si sabes pero las cajoneras son terribles para los hombres.
–Disculpa sí. No sé qué me pasa. Yo también te deseo pero, tengo miedo.
–Puedo ir con calma, si deseas.
Asiento con la cabeza. Él comienza a besarme con ternura, voy dejándome llevar por las sensaciones, luego desciende por mi cuello, mi piel se eriza, mis músculos se contraen y mi vagina palpita con mayor vehemencia. Sus labios humedecen mi pecho y se detiene en medio de él. Yo saco un par de botones, él toma uno de mis senos y comienza a lamer con movimientos circulares el pezón.
Siento un calor que viene desde dentro y mi vulva parece un dragón en llamas. Emilio continúa desplazándose hacia mis costados, me provoca cosquillas sentir sus labios. Lo tomo por la cabeza e intento dirigirlo hacia donde mi cuerpo reclama sus caricias linguales. Él desabotona y baja mi falda, yo voy quitando mi pantie, cierro los ojos para concentrarme en las sensaciones, y no pensar.
Cuando su lengua se abre paso entre mis labios y acaricia mi clitoris, comienzo a gemir, a entender la clase de hoy de forma práctica. Abro mis piernas para que pueda lamerme toda.
Es un placer innegable lo que siento. Las contracciones vaginales son mayores y más frecuentes. Sujeto su cabeza para intensificar el roce de su lengua y labios y dientes y de manera incontenible, le pido:
–¡Mételo!
Él se levanta, desabotona su jeans, saca su falo y lo siembra dentro de mí. Sus movimientos pélvicos me enloquecen. Él suda y jadea. Estamos en plena acción. Gritamos a todo pulmón, seguros de que nadie podrá oírnos. De pronto de la nada, él se deja caer sobre mí pecho. Yo intentó moverme, pero no puedo.
–¡Me estás aplastando!
Él sonrié, se hace a un lado. Siento sus flujos sobre mí vientre, chorreando mis piernas. Como un flash vuelve a mí, aquella imagen. Una lágrima se escapa. Él me mira sorprendido por segunda vez:
–¿Te arrepientes?
Trago en seco y apenas muevo mi cabeza de lado a lado. Él se acerca y me besa. Yo enjugo mis lágrimas y finjo por segunda vez, mi dolor y mi angustia.
Él se quita la ropa y se lanza desde el muelle al agua. Me pide que lo acompañe. Me levanto y camino hacia donde está él. Él extiende sus brazos y recuerdo a mi madre, me siento en el borde del muelle y me lanzo. Emilio me recibe entre sus brazos, me aferro a su pecho. Su abrazo me reconforta.
Pienso, ¿siempre habrá alguien allí cuando lo necesite?
La respuesta, tristemente es un ¡no!