-¿Dónde está mi padre? -la mujer parpadea varias veces al escuchar el tono de voz agrio del hijo de su jefe.
-Señor, el señor Claudio ha salido de viaje.
-¿Qué? ¿a dónde demonios ha viajado?
-A Oregón, Portland, señor.
Eduardo pica el puente de su nariz, a su padre se le olvido comentarle ese maldito pequeño detalle. Odiaba cuando se largaba de viaje sin avisarle, siempre que lo necesitaba estaba fuera de casa.
-Maldita sea...
-Señor.
-¿Dijo cuando regresaba? -pregunta cuando saca su móvil del bolsillo en el que ve muchas llamadas perdidas de su mujer -. Mierda con esta mujer.
-No, no, señor, no dejo dicha nada -responde asustada la sirvienta.
-No importa, prepara una habitación para mí, estaré aquí en casa por un tiempo.
La sirvienta se queda muy quieta cuando oye al hijo de su jefe, ella no sabía que hacer ya que el que daba ordenes en ese lugar era el señor Claudio, su hijo nunca daba órdenes y eso la confundía mucho.
Eduardo levanta la mirada para ver a la sirvienta allí parada como idiota.
-¿Qué diablos haces allí parada? No te acabo de dar una ordenen, ¿o es que eres sorda?
-No señor, pero es que...
-Ve ahora mismo a preparar una habitación para mí.
Ella asiente rápido y se sorprende aún más ya que el señor Eduardo era muy amable con todas las empleadas, nunca les hablaba en ese tono. La mujer pensó que algo malo debía de estar pasándole.
Y, por otra parte, ¿Por qué estaría queriendo quedarse en casa de su padre? Hasta donde ella sabía él tenía su propia casa donde vivía con su esposa. Pero ese no era su problema.
Eduardo marca el número de su padre y espera impaciente a que respondiera.
-Eduardo, ¿Qué pasa?
-¿Por qué demonios te has ido de viaje?
-No tengo porque rendirte cuentas de nada, muchacho. Ya estoy bien mayorcito para hacer lo que se me dé la gana.
-Necesito que regreses ya, hay asuntos que atender.
-¿Qué asuntos? ¿Qué puede ser tan importante que tú mismo no puedas resolver?
El CEO relame sus labios, su padre le estaba haciendo perder la maldita paciencia.
-Me voy a divorciar de la perra de Riana, necesito que regreses.
Eduardo escucha silencio por parte de su padre y aquello lo perturba aún más, no sabía lo que estaba pesando ese hombre, realmente Claudio era un hombre difícil.
-Finalmente abriste los ojos y te diste cuenta de que tu esposa es una maldita.
-Tus sermones te los guardas, solo quiero que regreses pronto -cuelga la llamada y cierra los ojos -. Maldita sea, todo el mundo es un inútil.
Su móvil comienza a vibrar, al ver la pantalla se da cuenta de que era su maldita esposa, ver su nombre lo enfurecía. Aprieta el aparato y termina por lanzarlo contra la pared destrozándolo por completo.
-Mentirosa...-musita con ira.
[...]
Al pasar un mes, Eduardo ya se había divorciado de Riana. Sus abogados trabajaron duro en ese proceso hasta que salió la sentencia bastante rápido. Aunque el día de la firma no fue para nada agradable ya que su ex mujer armo un completo drama por que la había dejado en la calle.
Pero él pensó que había sido lo mejor y una buena lección para ella.
Cuando regreso a la casa de su padre esa noche, lleva en las manos los documentos del divorcio, aunque se sentía aliviado de estar solo de nuevo, no dejaba aun lado de que era deprimente que hubiera atravesado por algo así.
No se casó para divorciase, se casó para envejecer con la mujer que eligió para ser su esposa. Pero al parecer las cosas no iban a ser como lo esperaba.
Mira la casa de su padre y maldice para sus adentro, desde que llamo al viejo aún no había regresado a los Ángeles y de eso hace un mes.
-Ese viejo, ¿Cuándo demonios piensan regresar?
Necesita organizar los asuntos legales para regresar todos sus bienes a su nombre, ya no tenía quien le quitara nada de lo que era suyo... al ingresar en la casa mira hacia arriba y al primero que observa es a su padre.
-Por fin has llegado a casa.
-¡Padre! ¿Cuándo has llegado? -observa al viejo descender por las escaleras enérgicamente.
A pesar de que era un tipo de 62 años, era un sujeto muy activo. Al menos no iba a morir tan pronto dejándolo a cargo de sus malditos negocios.
-Has demorado mucho en venir, ¿Qué diablos has estado haciendo en Portland? Hasta donde se no tienes negocios allá.
-Pero si algo importante -el hombre llega a su lado para palmear su espalda -. Ya me enteré que te entregaron la sentencia del divorcio, ¡te felicito!
-No hay que celebrar por mi maldito divorcio.
Eduardo lanza los papeles en la mesa mientras que se sirve un trago y se lo bebe enseguida, su padre lo observa y niega.
-Espero que no caigas en ese vicio.
-¿Por Riana? No lo haría, ella no lo vale.
-En efecto, no lo vale...-el viejo toma asiento mientras observa a su hijo beber otro trago -. Para que me has hecho regresar tan apresuradamente.
-Ya hablé con el abogado para que me devuelvas todos los bienes que están a tu nombre.
Su padre se queda callado y eso lo hace levantar la mirada al mismo tiempo que su ceño se frunce, no era usual ese silencio cuando hablaban de esos temas. Mira por encima de su hombro y ve al viejo sentado con expresión neutra.
-¿Qué pasa? -Claudio mira a su hijo con seriedad -. ¿Qué has hecho?
-¡Me case!
Aquella noticia no se la esperaba, Eduardo solo consigue tragar saliva en seco mientras que observa a su padre por encima de su hombro. Luego gira el cuerpo y recuesta su cuerpo de la mesa, aun con su copa a medio llenar se mantiene en silencio.
-Hace tres semanas me case, Eduardo.
No sabía qué demonios decirle a su viejo, ¿felicitarlo? ¿insultarlo? ¿mandarlo al diablo? El rubio baja la mirada para ver su trago, relame sus labios y frunce levemente el ceño.
-¿No dirás nada? -Eduardo se bebe su trago y deja la copa en la mesa para luego cruzarse de brazos.
-¿Te casaste por bienes separados? -el padre del mismo se sorprende por la respuesta de su hijo -. ¿Lo hiciste o no? -pregunta seriamente.
-No lo hice.
Eduardo muerde sus labios entre tanto, gira el rostro hacia otro lado, asiente sin decir una sola palabra. Su padre era un idiota.
-Todos mis bienes están en juego entonces.
-Eduardo -Claudio se pone en pie.
-Te pase todos mis bienes para evitar que la maldita de mi mujer se quedara con todo, y ahora tú te casas con una completa extraña que ahora le pertenece la mitad de todo lo que es ¡MIO!
Claudio se tensa cuando nota que su hijo estaba cabreado, no era para menos, él mismo fue que le sugirió que pasara sus bienes a su nombre para que cuando ocurriera una desgracia en su matrimonio su mujer no se quedara con nada.
Conocía a Riana, no era una mujer de fiar. Sabía bien que no amaba a su hijo, pero eso era algo que él mismo tenía que darse cuenta. Entendía la preocupación de su hijo con respecto a sus bienes.
-Eduardo-pone una mano sobre su hombro y su hijo lo ve a la cara-. No debes preocuparte, Mirella no es como crees que es -el CEO observa a su padre fijamente.
-¡Todas son iguales! Todas son unas mentirosas de mierda que solo buscan aprovecharse del mejor postor.
-Hijo, sé que estas dolido por lo que Riana te hizo, pero...
-No menciones a esa -el rubio se hace a un lado para alejarse de su padre-. Resuelve este problema Claudio, no pienso permitir que tu mujer se quede con lo que es mío.
El padre del mismo tensa la mandíbula, no le gustaba el tono de voz que su hijo usaba para referirse a su esposa, no pensaba permitirle que la tratara como a una cualquiera.
-Te voy a pedir que le tengas más respeto a mi esposa, Eduardo -el padre gira el cuerpo para ver a su hijo con seriedad.
-¿o qué? No puedes obligarme a que le tenga aprecio, estas viejo, estoy seguro de que te has casado con una jovencita que solo busca aprovecharse de ti -Eduardo se aproxima a su padre con rapidez -. No pienso dejar que esa mujer se quede con mi dinero y mucho menos con el tuyo.
Claudio frunce el ceño al escuchar a su hijo, estaba tan dolido que ahora pensaba que todas las mujeres eran un fracaso. Que daño tan grande le hizo esa mujer a su hijo, le iba a resultar difícil conseguir que su único hijo volviera a ser el mismo de antes.
-Que mal estas, hijo.
-No me vengas con tus charlas estúpidas, ya te dije que resuelvas este problema y no me importa lo que tengas que hacer, pero dile a esa chiquilla con la que te has casado que nada de lo que ve le pertenece.
-¡Eduardo! Ya basta de insultos, no te lo voy a permitir. Te recuerdo que esta es mi casa y tú eres el intruso aquí.
El CEO se tensa cuando nota que su padre defiende a esa mujer, aprieta la mandíbula y traga saliva, era evidente que no era bienvenido en ese lugar.
-Me largare de aquí, no te preocupes, que no pienso interrumpir tu nidito de amor con ella.
-Eduardo, Eduardo, no hemos terminado de hablar.
Pero el rubio ya estaba saliendo de casa mientras que su padre no paraba de llamarlo.
-Te voy a desheredar si sales por esa puerta -él se detiene en seco cuando lo oye, se da la vuelta para ver a su padre con el ceño fruncido.
-¿Qué dijiste?
-No te devolveré nada de lo que te pertenece si no te comportas adecuadamente con mi esposa.
-¿Enloqueciste? Sabes bien que todo es mío, yo mismo me lo gane solo.
-estoy más que claro con ello, pero todo está bajo mi nombre, por ende, soy el único dueño y si decido no devolvértelo no lo haré a cambio que...
-¿Qué? -el rubio da algunos pasos hacia su padre.
Claudio sabía que era un método muy ortodoxo que el que iba a emplear con su hijo, pero lo creía muy necesario con tal de hacerlo cambiar y mejorar ese carácter de mierda que tenía. Como pretendía presentárselo a Mirella si el mantenía esa actitud.
Evidentemente ella terminaría odiándolo y él a ella...
Era algo que no deseaba que pasara, quería que las cosas fueran bien entre todos. A fin de cuentas, eran una familia.
-Quiero que hagas un esfuerzo por llevarte bien con mi esposa, que ambos llevan una buena relación. Si esto sucede, prometo devolverte todo lo que es tuyo.
-¿Y si me rehusó me quitaras todo?
-No devolveré nada, Eduardo. Me conoces bien, sabes que lo haré.
-¿Me estas amenazando, padre? -él se ríe mostrándose burlón.
El viejo se cruza de brazos mientras que lo observa fijamente, aquel fue un claro indicio que de su padre no estaba bromeando con aquello, ahora tenía que actuar como un buen hijo delante de esa extraña.
-Tus juegos están yendo demasiado lejos, Claudio.
-Tendrás que aceptar las reglas del juego, Eduardo. Mi esposa llega mañana a los Ángeles, y tendremos una cena por la noche, quiero que asistas y des lo mejor de ti.
Aprieta la mandíbula por las ordenes de su padre, ya era un hombre de 40 años y todavía tenía que acatar mandatos de su padre. Pero si no lo hacía podía perder todo por un largo tiempo.
Tendría que jugar el juego de su padre, pero por supuesto a su estilo y no al de él.
-Bien.
-Si veo cambios en ti positivos, dentro de 3 meses regresare todo a tu nombre.
No le quedaba más que aceptar aquella mierda.