Capítulo 5 CURVAS PELIGROSAS

⚠️ ADVERTENCIA⚠️

La historia a continuación tiene lenguaje obsceno explícito, escenas de violencia y contenido sexual para mayores de 18 años. Por favor, leer bajo su propia responsabilidad.

Sin más que decir. CONTINUEMOS.

AZAHEL TORRICELLI

CLUB IL PURITONE

ITALIA

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Estaciono la camioneta fuera del club o bar disfrazado de prostíbulo de mala muerte. La música erótica se escucha desde aquí y puedo imaginar el ambiente sudoroso, atrevido e indecente allí adentro.

- J0der, esto va a ser muy interesante - pronuncia mi amigo bajando de la camioneta - Mafioso o no, tiene buen gusto para los encuentros.

- Callate y no me jodas ahora - estoy de mal humor - Prefiero que te mantengas fuera de todo esto ¿Me escuchas? - me giro para mirarlo, pero tiene la vista clavada en la fila de mujeres que esperan para ingresar al área discotequero que disfraza una cosa con la otra.

- Como digas - se va dejandome con la palabra en la boca. No me preocupa cómo entrará, siempre logra colarse en todas partes.

Me acerco a la entrada donde puedo sentir varias miradas de chicas sobre mi, coqueteando obviamente, intentando que las deje entrar al lugar conmigo. Lastima, está noche no vengo para tener sexo, lo que me interesa es información y a eso he venido. Ignoro el ambiente y me dispongo a entrar, cuando un chico un poco más bajo que yo y bastante atrevido se atraviesa delante de mí impidiendo la entrada al lugar.

- Quítate delante de mi - exigo - ¿O es que acaso quieres perder tu estupido trabajo? - no mueve ni un solo músculo y debo apretar los puños para no reventarle la cara por el atrevimiento.

- Lo siento, pero no puedes pasar - dice. ¿Como carajo me está hablando? - Son normas del loca, tienes que hacer la fila como todos - niego con la cabeza un poco divertido, debe estar jodiendome.

- ¿Sabes a quién le estás hablando de esa manera? - sonríe desafiante y cuando está por responder, un sujeto aparece detrás de él que si mal no estoy es uno de los encargados del local de mala muerte.

- ¿Qué sucede aquí? - habla más para su empleado que para mí, me reconoce y por eso no me mira a la cara - ¿Porqué no lo has dejado entrar?

El chico me mira ahora confundido, no creo que sepa quien soy, pero algo en su cara me dice que soy importante para que el otro no me mire y además lo reprenda por su falta de respeto.

- Señor, yo solamente estoy haciendo mi trabajo - se le traban las palabras y comienzo a desesperarme.

- Y lo estás haciendo muy mal, voy a reportarte - quita la cinta de seguridad - Al señor Torricelli, nadie le prohíbe la entrada a esté lugar.

Palidece con la noticia y traga grueso. Doy unos pasos adelante y me acerco para dejarlo a centímetros de mi rostro. Veo que Louis ha podido colarse con un par de chicas y el hombrecito delante de mí parece que va a hacerse en los pantalones.

- Mira bien mi cara, imbécil - suelto - Y recuerda que para mi no hay una segunda oportunidad, así que agacha la puta cara y tus ojos siempre en el suelo cuando yo esté delante de ti ¿Entendido?

Se queda callado y sigo adelante para preguntarle al otro.

- ¿Dónde está? - indago y ya sabe a quien me refiero.

- Lo está esperando en la zona privada - asiento y sigo de largo. Claro, es evidente que ese ruso miserable iba a situarse en uno de los lugares más privados para hablar de sus mierdas. Es un engreido hijo de perra que le encanta demostrar el control que tiene incluso en un país que no es el suyo.

Me guían hasta el palco y dejo que Louis se pierda entre la gente, es mejor que no nos veamos juntos, además él puede tener los ojos sobre un buen par de pechos, pero siempre tiene sus sentidos bien puestos cuando se trata de mí. Desde mi punto veo a los hombres trajeados, pero eso no es lo que llama mi atención precisamente, si no la mujer que tiene el ruso tomada del cabello gritandole unas cosas a la cara.

- ¡Oiga! - se acerca un hombre robusto que parece ser el jefe de las bailarinas - Recuerde que no puede tocar a las... - sus palabras se cortan cuando Salvatore Russo le clava una puñalada tumbandolo al suelo.

Me acerco un poco más para escuchar la conversación y que ha hecho esa mujerzuela para que un hombre como Vasíliev, pierda los estribos y la tenga tomada del cabello con fuerza, sollozando y en el suelo.

- Por este motivo es que no me gusta tener mujerzuelas a mi alrededor - se queja el italiano - Es mejor cuando se habla de negocios, ya que nunca se sabe quien puede ser infiltrado - en eso le doy la razón.

Vuelvo a dar unos pasos cerca, pero estan muy ocupados para verme desde las sombras y la ropa oscura me ayuda lo suficiente.

- Ahora mismo estoy imaginando como te verías sin uno de esos bonitos ojos azules en tu rostro - la amenaza - ¿Cómo te gustaría recibirlo? ¿Te lo doy en la boca o prefieres que lo meta en algún otro lugar?

- Señor, yo no... - la voz de la mujer tiembla notoriamente asustada.

No es mi problema lo que haga el ruso con ella. Pero, mis pies se mueven un poco más adelante cuando se saca de su pantorrilla una navaja BERGKVIST K39, una edición de bolsillo y puede tanto como romper un cristal con la punta afilada, como despegar capaz de piel del cuello de una simple bailarina.

Si algo tienen los rusos, son sus metodos de tortura y arancarle el ojo de su cuenca o trazar la punta por su piel no es absolutamente nada, su especialidad es algo mucho más retorcido que esto. Lo conozco, le gusta disfrutar del sufrimiento de sus víctimas.

Me paro detrás de la mujer captando la atención de River, quien traga grueso al verme allí.

- ¿Jugando con la comida? - me burlo - No son cosas que haría un ruso hijo de perra como tú haría - sus ojos me buscan en la oscuridad del lugar, sin soltar a la mujer que está a mis pies.

- Diablo - muestra una sonrisa arrogante en su rostro - Me parece que es una muy deliciosa comida - se lame los labios disfrutando del terror de la otra persona.

A mi no me intimida, ninguno de ellos de hecho. Mi padre es ruso y mi madre italiana, así que soy la mezcla de ambos lados del sadismo. Aunque tengo vagos recuerdos de mi madre, he escuchado historias suficientes como para saber que era una Dama de la mafia italiana. Respetada y conocida por muchos, pero odiada por otros. Es por eso que no todos me conocen por mi apellido materno, Torricelli.

- Suéltala - ordeno al ruso - Y tú, lárgate de aquí - mis ojos siguen enfocados en él, que no termina de dejarla en paz.

Por muy Boss de la mafia que sea, sabe perfectamente que una orden mía tiene tanto poder como la suya. Así que de mala gana la suelta haciendo que caiga estrepitosamente al suelo. Doy unos pasos más adelante quedando frente a la mujer que sin obedecer alza la mirada buscando la mía.

- Creo que está noche el diablo te ha salvado la vida - se burla Salvatore.

Mis ojos caen sobre la mujer que sigue en el suelo, con cabello rubio, ojos azules y un vestido diminuto casi transparente que me deja ver muy bien su ropa interior y esos muslos desnudos. Siento como si alguien pusiera sus manos sobre mi cuello apretando mi garganta con fuerza dejandome sin aire. Una avalancha de algo que no conocía me invade el pecho con fuerza, conteniendo las ganas de acercarme a ella y tomarla de la mano.

- Lárgate de aquí - digo con más fuerza asustándola, pero ella no se mueve aunque está temblando y sigue mirandome. Es como si ambos tuviéramos una batalla que no queremos romper - Si no quieres que te maten - contengo la las ganas de sacarla - ¡Largate! - ahora mismo soy quien quiere arrancarle los ojos para que deje de mirarme de esa forma.

Con la vista fija en mí, los labios entreabiertos y apretando los muslos como si... Por el rabillo del ojo, veo como Salvatore mira la escena mientras saca un arma.

- ¿Qué sucede, Torricelli? - curiosea - ¿Acaso conoces a está mujer?

Ojalá conociera a la chica, me gustaría saber quien es la verdadera mujer detrás de esa ropa, con esa mirada intensa que acelera mis latidos. Me obligo a despegar un poco mis ojos de ella para continuar.

- No - respondo tajante sin apartar mis ojos de los suyos - Yo no hablo con prostitutas baratas - me obligo a darle la espalda dejándola allí sobre el suelo.

Puedo sentir sus ojos sobre mí espalda, quiero que se levante y se marche. Cuando veo por encima de mi hombro allí está, viendo fijamente por donde he caminado y ahora mismo quiero que se vaya antes de que cometa una locura. Segundo después sale corriendo de allí dejandome con una sensación extraña en el pecho.

Esos ojos, la manera que su cuerpo temblaba, el color de su piel y esas curvas peligrosas por las que sería capaz de matar a quien sea, solo por tenerla en mis manos.

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