Capítulo 5 Capítulo 5

Observando a Howard postrado en el suelo, Dorothy habló con indiferencia: "Curiosamente, uno de mis pasatiempos preferidos es poner a prueba los límites de las personas".

En ese momento, el dolor que recorrió el cuerpo de Howard palideció en comparación con la humillación de estar de rodillas.

Sus ojos destilaban furia mientras contemplaba a la mujer ante él. Su única obsesión en ese momento era vengarse y deshacerse de ella de la manera más despiadada posible.

Howard juró en su interior que nunca olvidaría ese agravio y que buscaría venganza en el futuro.

Ann, quien se encontraba a su lado, quedó completamente perpleja.

¿Cómo era posible que Howard Sherratt, el influyente presidente del Grupo Sherratt de Ciudad Northon, se encontrara arrodillado ante una jovencita?

Eso desafiaba toda lógica.

Después de todo, Howard era conocido por hacer que los demás se postraran ante él, no al revés.

"¿Cómo deberíamos proceder ahora, Dorothy?", preguntó Celestine con indiferencia.

Dorothy dejó escapar un resoplido y tomó una bolsa de sangre de la mesa, la arrojó frente a Howard y propuso: "Si a uno de ellos le gustaba tanto extraer sangre ajena y el otro la necesita, entonces saquemos toda su sangre y transfirámosla al cuerpo de esa mujer".

Haciendo una pausa, agregó con sarcasmo: "¿No se amaban mucho?".

¿Por qué no ayudarlos con eso?

Incluso al morir, estarían siendo un par de tortolitos.

Ella, por su parte, solo tomaba justicia por mano propia.

"¡De acuerdo!", respondió Celestine.

Y con un movimiento, le propinó una patada a Howard en la espalda.

El rostro del segundo se estrelló contra el suelo, y un gemido apagado escapó de sus labios.

Celestine presionó con fuerza la espalda de Howard para evitar que se retorciera de dolor. Luego, con gran habilidad, insertó la aguja en la vena del brazo izquierdo del hombre, y la sangre fluyó inmediatamente hacia la bolsa contenedora.

En ese momento, Ann finalmente se percató de la situación. Hizo un intento desesperado por detenerlos, pero las dos personas que la custodiaban la lanzaron a una distancia de cinco metros, pateándola.

Howard, con el rostro pegado al suelo, experimentaba un profundo dolor al ver cómo maltrataban a su prometida.

Estaba haciendo esfuerzos sobrehumanos por liberarse, pero la presión y la fuerza que sentía en la espalda eran insoportables, y apenas podía moverse.

La mente de Ann se llenó de incredulidad al presenciar la derrota de su prometido.

¿Cómo era posible que alguien hubiera logrado someter a Howard?

¿Cómo pudieron derrotarlo?

Siempre se había mostrado invulnerable y astuto. ¿Cómo había llegado a esa lamentable situación?

Su psiquis empezó a sufrir un colapso.

Mientras tanto, la bolsa de sangre que Celestine sostenía ya estaba llena de líquido vital. La retiró sin tomar precauciones y se dirigió directamente hacia Ann.

En ese instante, Howard se encontraba en un estado de pánico absoluto.

Sus ojos brillaban con ira cuando le reclamó a Celestine: "¡Cómo te atreves!".

Pero el segundo, sin prestarle atención, dejó escapar una leve sonrisa ante tal pregunta.

¿Cómo se atrevía?

Teniendo en cuenta los asuntos relacionados con Dorothy, ¿cómo no se atrevería a hacerlo?

Mientras tanto, el cuerpo de Ann temblaba de terror a medida que Celestine se acercaba lentamente.

Se agachó y sus manos, delgadas pero huesudas, encontraron rápidamente el brazo de Ann, quien luchaba con desesperación.

"No, por favor...", suplicó.

"Por favor, no hagas esto... Nuestra tipología de sangre no coincide. Moriré... Por favor, suéltame...", continuó forcejeando, pero no tenía fuerzas para liberarse.

Justo cuando se disponía a insertar la aguja en el brazo, Howard gritó desesperadamente: "¡Déjala ir! Haré lo que me pidas. ¡Por favor, déjala ir!".

Pero Celestine se burló de él y continuó con su acción sin detenerse en lo más mínimo.

"¡Detente!", siguió vociferando.

"Si algo le sucede, pagarás un precio inmenso".

"Cualquiera que esté vinculado a ti también enfrentará graves consecuencias", amenazaba.

Dorothy, observando a Howard, quien se comportaba como un animal acorralado, pronunció con ligereza: "Si ese es el caso, no tengo razón para dejarte con vida".

Un destello de incredulidad cruzó los ojos de Howard al escucharla, y su corazón se apretó al ver la expresión imperturbable de Dorothy.

Luego, en medio de la tensión, dejó escapar una risa amarga: "¡No podrás evitar las repercusiones si me haces daño!".

Dorothy torció la boca con desdén: "Oh, ¿de verdad? Me pregunto si existe alguien en este mundo que esté fuera de mi alcance".