Capítulo 6 Capítulo 6

¡Lunática!

¡Esa mujer estaba completamente desquiciada!

Dorothy mostró una sonrisa mientras observaba la mirada llena de odio en los ojos de Howard. Lanzó con desenfado otra bolsa de sangre XL frente a él.

"¡Drénenle toda la sangre!", ordenó.

Dado que parecía disfrutar tanto de las transfusiones de sangre a terceros, ¿por qué no experimentarlo de primera mano?

Uno de los subordinados asintió educadamente, agarró la bolsa de sangre e insertó la aguja en la vena de Howard sin titubear.

Pronto, la sangre empezó a fluir hacia el contenedor.

Al mismo tiempo, Celestine también había insertado la aguja en las venas de Ann.

La sangre de la bolsa fluía lentamente hacia su cuerpo.

«¡No!», pensó.

El temor de Ann alcanzó su pico máximo. ¡No quería morir!

Gritó desesperadamente: "¡Howard, sálvame! ¡Howard, no quiero morir! ¡Sálvame!".

Ya no era la mujer delicada y gentil que solía ser.

Él miró a la angustiada y asustada Ann, iracundo. ¿Cómo no iba a querer salvarla? Pero no había nada que pudiera hacer.

Giró la cabeza y fulminó a Dorothy con la mirada.

¡Era mejor que no le diera la oportunidad de vengarse, o la haría pedazos!

Sin embargo, ella no le prestó atención.

Su única preocupación era Frederick, que estaba en sus brazos.

En ese momento, un hombre de 36 años entró en la habitación. A su lado, al menos veinte guardaespaldas lo seguían.

"¿Quién eres?".

"¡Suelten a Howard!", exigió.

El recién llegado se enfureció al ver a Howard y Ann, quienes estaban lamentablemente presionados contra el suelo.

Su enojo era palpable.

Cuando Howard escuchó la voz, hizo un esfuerzo para girar la cabeza hacia la puerta.

Al ver al hombre, sus ojos se iluminaron instantáneamente de alegría. "¿Tío Thomas?", atinó a decir.

Thomas Sherratt le devolvió una mirada tranquilizadora.

Así era, el hombre que había aparecido de manera abrupta era el líder del Grupo Sherratt.

Él y Howard tenían una cooperación estratégica.

Mientras el más joven tenía el control del imperio financiero de Northon, el hombre mayor supervisaba la zona gris de la ciudad.

Ann, al ver a Thomas, quien parecía su salvador, siguió gritando: "¡Tío Thomas, sálvanos!".

"¡Van a transfundirme la sangre de Howard, pero nuestros tipos de sangre no coinciden y todos moriremos! ¡Tío Thomas, sálvanos!".

Thomas miró con determinación a Ann y ordenó a Dorothy: "¡Déjalos ir!".

"¿Dejarlos ir?", repitió ella.

En todo el País Z, nadie se atrevía a pedirle algo así a Dorothy.

La intensidad en su mirada se hizo aún más evidente mientras enfrentaba a Thomas.

Este último sintió que la temperatura de la habitación bajaba cada vez más.

"¿Crees que ese pedido es viable?", soltó Dorothy.

No pudo contener una sonrisa malvada: "Eres demasiado soberbio". ¿Por qué de repente todos querían faltarle el respeto?

El rostro del hombre se oscureció.

¿Cómo se atrevía alguien tan joven a desafiarlo de esa manera?

La mirada asesina en los ojos de Thomas no se pudo ocultar mientras avanzaba hacia Dorothy.

Cualquier persona común y corriente habría cedido ante su presión, pero ella era una excepción.

Al contrario.

Lo enfrentó con calma, y hasta se podía percibir un toque de desdén en sus ojos.

La distancia entre los dos se redujo a menos de dos metros, y en ese momento, la joven realizó un movimiento sutil y rápido.

¡Ffffst!

Se escuchó un silbido, y una aguja plateada salió disparada a la velocidad del rayo.

Thomas instintivamente trató de esquivarla, pero, antes de que pudiera reaccionar, la aguja ya se había clavado en un punto de acupuntura en su pecho.

En un abrir y cerrar de ojos, sintió que el poder en su cuerpo parecía estar sellado, dejándolo impotente.

Si no fuera por su fuerte voluntad, habría sido derrotado en ese mismo instante.

Dorothy lo miró con desdén y declaró: "Todavía puedes retirarte en este momento. Solo quiero que estos dos estén muertos", señaló a Howard y Ann con un leve movimiento de la barbilla.

"Pero por supuesto, si quieres unirte a ellos, no me importa".

Sus ojos se posaron en Frederick, que descansaba tranquilamente en sus brazos, mientras amenazaba: "Y si asustan a mi hermano pequeño, no dudaré en hacer caer a toda la familia Sherratt".

Un brillo asesino pasó por los ojos de Thomas al escuchar las palabras tranquilas pero arrogantes de Dorothy.

"No hay nadie que se atreva a desafiar a la familia Sherratt en esta ciudad", afirmó con valentía.

Dorothy sonrió con desdén: "¿Quieres apostar?".