Amor Verdadero Tardío
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Capítulo 3

Sofía miró a Lucía con frialdad.

"Lárgate," dijo, su voz débil pero hostil.

Lucía hizo un puchero. "No seas así. Alejandro me pidió que viniera a verte. Traje esto para ti."

Mostró un pequeño frasco con un líquido oscuro. "Es un remedio de hierbas de mi abuela. Muy bueno para los golpes y el agotamiento."

Se acercó a la cama. Sofía se encogió.

"Alejandro se preocupa mucho por ti, ¿sabes?" continuó Lucía, su voz melosa. "Aunque a veces no lo parezca. Es solo que tú... bueno, no se lo pones fácil."

Una burla sutil.

"Él nunca se fijaría en alguien como tú, Sofía. Eres demasiado... problemática. Demasiado escandalosa."

"Te lo he quitado todo, ¿verdad?" La voz de Lucía bajó a un susurro venenoso. "A papá. Esta casa. Y ahora, a Alejandro. Él es mío."

Colocó el frasco de remedio en la mesita de noche, muy cerca del borde.

Sofía la miró con odio.

"Eres una víbora," siseó Sofía.

Lucía sonrió. "Quizás."

De repente, Lucía "tropezó" con la mesita. El frasco de remedio cayó al suelo y se hizo añicos.

"¡Oh, no!" exclamó Lucía, con fingida angustia.

Se agachó, recogió un trozo grande de vidrio y, con un movimiento rápido que Sofía apenas vio, se hizo un corte superficial en el antebrazo.

La sangre brotó.

Lucía empezó a llorar. "¡Sofía! ¿Por qué hiciste eso?"

Justo en ese momento, la puerta se abrió.

Alejandro entró.

Vio a Lucía en el suelo, llorando, con sangre en el brazo. Vio los restos del frasco roto. Vio a Sofía en la cama, con una expresión de furia impotente.

Asumió lo peor.

"¡Sofía!" Su voz era dura como el acero. "¿Qué demonios ha pasado aquí?"

Sofía no dijo nada. ¿Para qué? Él nunca le creería. Siempre le creía a Lucía.

"Ella... ella me atacó, Alejandro," sollozó Lucía. "Yo solo vine a traerle medicina, y ella... se enojó y me tiró el frasco... y luego me cortó."

Alejandro miró a Sofía, sus ojos llenos de decepción y furia.

"Escribe una carta de disculpa a Lucía," ordenó él. "Ahora mismo."

"Pero yo no..." empezó Sofía.

"¡He dicho ahora!"

Lucía, desde el suelo, dijo con voz débil: "No, Alejandro, no la castigues. Seguro que no se siente bien. No importa mi brazo, sanará."

Alejandro miró a Lucía con ternura. "Eres demasiado buena, Lucía."

Luego, se volvió hacia Sofía, su rostro endureciéndose de nuevo. "Una carta de disculpa. O habrá consecuencias peores."

Sofía observó la interacción. El contraste en cómo la trataba a ella y a Lucía era un puñal en su corazón.

"Eres un ciego," escupió Sofía, el dolor haciéndola imprudente.

Lucía gimió, agarrándose el brazo. "¡Ay, me duele mucho, Alejandro!"

Una distracción perfecta.

Alejandro inmediatamente se arrodilló junto a Lucía. "Tranquila, te llevaré para que te revisen esa herida."

La levantó en brazos con cuidado.

Al salir, se detuvo en la puerta. "Quiero esa carta en mi escritorio en una hora, Sofía."

La dejó sola, con la orden y la humillación.

Sofía tomó papel y pluma.

Escribió: "Querida Lucía, lamento mucho que seas una manipuladora experta y que mi hermanastro sea un idiota que se cree tus mentiras. Lamento que te hayas cortado tú misma para incriminarme. Lamento que tengas tanto miedo de que él vea quién eres en realidad. Atentamente, la persona que preferiría estar en cualquier otro lugar."

Dobló la carta y la dejó sobre la mesita.

Una hora después, un vaquero vino a recogerla.

Poco después, Alejandro irrumpió en la habitación, con la carta arrugada en la mano. Su rostro estaba rojo de ira.

"¿Te estás burlando de mí, Sofía?"

Lucía entró detrás de él, con el brazo vendado. "Alejandro, por favor, no te enojes con ella. Quizás solo está confundida."

"Confundida o no, esto es inaceptable."

Lucía sonrió dulcemente a Sofía. "Para demostrar que no hay rencores, ¿por qué no vienes con nosotros a la fiesta patronal del pueblo esta noche, Sofía? Sería divertido."

Sofía miró a Alejandro. Su mirada era una advertencia. Si se negaba, habría problemas.

Estaba cansada. Cansada de luchar.

"Como quieran," dijo con resignación.

            
            

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