Te Odio, Para Siempre
img img Te Odio, Para Siempre img Capítulo 2
3
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
Capítulo 23 img
Capítulo 24 img
Capítulo 25 img
img
  /  1
img

Capítulo 2

El sol de la mañana siguiente no trajo calor, solo la cruda luz de la realidad.

Mi cuerpo dolía por la noche anterior, pero era un dolor familiar.

El pacto había terminado.

Pero algo dentro de mí se negaba a rendirse. Un último hilo de esperanza.

Quizás, solo quizás, si le recordaba lo que habíamos sido.

Pasé el día encerrada en el pequeño taller de la finca.

Cuando éramos felices, a Mateo le encantaba hablar de los diseños de los capotes de paseo.

Tenía un favorito, un diseño antiguo de su bisabuelo.

Lo recordaba perfectamente.

Con mis manos temblorosas, busqué hilos de oro y seda.

Trabajé sin descanso, ignorando el hambre y el cansancio.

Cada puntada era un recuerdo.

Nuestra primera cita, paseando por el Parque de María Luisa.

El día que me pidió matrimonio, bajo la Giralda.

Su sonrisa, sus ojos llenos de amor.

Terminé cuando el sol se ponía.

El capote era hermoso. Lleno de nuestros recuerdos.

Lo llevé a su despacho. Él estaba allí, mirando por la ventana.

"Mateo", dije en voz baja.

Se giró. Vio el capote en mis manos.

Por un segundo, solo un segundo, vi un destello de sorpresa en sus ojos.

Un recuerdo.

Se lo tendí. "Lo he hecho para ti."

Lo tomó. Sus dedos rozaron la seda bordada.

Luego, su expresión se endureció. Se convirtió en una máscara de furia.

"¿Crees que esto arregla algo?", siseó.

Agarró el capote con ambas manos y lo desgarró por la mitad.

El sonido de la seda rasgándose fue más fuerte que un grito.

Lo arrojó a la chimenea apagada.

"¡Nada de lo que hagas me devolverá a mi familia!", gritó.

"Mi hermana tenía quince años, Sofía. Quince. Le encantaba dibujar. Soñaba con ser arquitecta. ¿Un trozo de tela va a traerla de vuelta?"

Las lágrimas que no había derramado en cinco años amenazaban con salir.

En ese momento, la puerta se abrió.

Era Isabel.

Llevaba un capote de paseo casi idéntico al que yo había hecho.

Pero el suyo era nuevo, comprado en la tienda más cara de Sevilla.

"Mira, cariño, lo que te he comprado", dijo con una sonrisa triunfante.

Se lo entregó a Mateo.

Él lo tomó, su rabia desapareciendo tan rápido como había llegado.

"Gracias, mi Isa", dijo, su voz suave de nuevo. "Es perfecto. Eres la única que sabe lo que necesito."

Me miró, una última vez, con puro desprecio.

"Tú solo eres una sombra, Sofía. Una sombra de lo que fuiste."

Salí del despacho.

Ahora sí, la esperanza estaba muerta.

Había sido reemplazada por mi propio fantasma.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022