Cuando Madrastra se convierte en Madre
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Capítulo 1

Doña Elvira me citó en la sacristía de una iglesia olvidada en el barrio de Santa Cruz. El aire olía a incienso viejo y a piedra húmeda. Ella, sentada en una silla de madera oscura, parecía una reina en el exilio, vestida de un luto riguroso que no era por nadie en particular, sino por un estilo de vida que se desvanecía.

"Carmen," dijo, su voz era seca como la tierra de agosto. "Conozco tu situación. El alquiler del estudio, las deudas. Y conozco tu arte. Tienes fuego, pero el fuego necesita leña para arder."

Asentí, sin decir nada. Mi orgullo era lo único que me quedaba, y se estaba haciendo pesado.

"Mi hijo, Ricardo, se va de gira a América. Seis meses, quizás un año. Deja atrás a sus dos hijos en la finca."

Hizo una pausa, sus ojos negros y pequeños me estudiaban sin parpadear.

"Son unos niños blandos, gordos y malcriados. Viven rodeados de sirvientes que les ríen todas las gracias. No saben lo que es el esfuerzo. No saben nada de lo que significa ser un Rivera."

Sacó un sobre grueso de su bolso de piel.

"Quiero que te mudes a la finca. Serás su institutriz. Su carcelera. Su madrastra malvada."

La miré, confundida.

"Ricardo va a volver con una mujer," continuó, la palabra 'mujer' cargada de desprecio. "Una galerista de Madrid. Fina, fría, moderna. Isabel. Mis nietos la odiarán por instinto. Pero si te odian a ti primero, con todas sus fuerzas, la recibirán a ella como a una salvadora. La aceptarán. Y la fortuna de los Rivera quedará asegurada."

Abrió el sobre. Dentro había un fajo de billetes y un contrato.

"Esta es la primera parte. El resto, cuando te despidan. Suficiente para comprar el mejor local de Triana y montar el tablao con el que sueñas. Tu única misión es convertir a esos niños en personas de carácter y, lo más importante, que te aborrezcan hasta el día en que te marches."

Tomé el sobre. El peso del dinero era real. Miré las fotos que me tendió. Mateo y Sofía, dos caras redondas y sonrientes, con ropa cara y miradas vacías.

"Unos niños mimados," pensé. "Será fácil."

"Acepto," dije.

Mi sueño valía un poco de teatro.

            
            

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