Venganza De La Sombra
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Capítulo 4

Tenía un secreto. Una obra maestra.

Era una coreografía de flamenco que había creado yo misma, inspirada en los poemas más oscuros de Federico García Lorca. Era una fusión de la tradición más pura y de un dolor moderno, visceral. Era mi alma convertida en baile.

Nadie la había visto completa. Solo Mateo.

La había grabado en mi tablet, cada paso, cada giro, cada zapateado. Era mi plan para mi regreso, para cuando mi tobillo sanara. Era la prueba de que, aunque no pudiera competir al más alto nivel, mi arte seguía vivo.

Un día, encontré a Mateo en el estudio, mirando la tablet.

"Es increíble, Sofía", dijo, con una admiración que sonaba casi sincera. "Esto es revolucionario".

Una estúpida chispa de esperanza se encendió en mí. Quizás todavía veía a la artista, no solo a la mujer lisiada y amargada.

Dos semanas después, Isabella anunció que iba a participar en el prestigioso Festival de Flamenco de Jerez.

"Mateo me ha animado", dijo en la cena. "Dice que necesito un proyecto para recuperar la confianza".

Sentí un nudo en el estómago, pero no dije nada. ¿Qué podía hacer?

La noche del festival, Mateo insistió en que lo viéramos por televisión. "Apoyemos a Isabella. Es importante para ella".

Me senté en el sofá, mi cuerpo rígido.

La presentaron como "la nueva promesa del flamenco, una aristócrata caída en desgracia que ha encontrado la redención en el arte".

Salió al escenario.

Y empezó a bailar.

Mi baile.

Cada movimiento, cada gesto, cada compás. Era mi coreografía, nota por nota, paso por paso. La que solo Mateo había visto.

El público estaba hipnotizado. Los comentaristas hablaban de genialidad, de innovación, de "la voz de una nueva generación".

Miré a Mateo. Él evitaba mi mirada, sus ojos fijos en la pantalla.

"¿Cómo has podido?", susurré.

Él se encogió de hombros, sin apartar la vista de Isabella. "Se lo di yo. Necesitaba ayuda. Una inspiración".

"No era una inspiración. Era mi baile. ¡Me lo has robado!".

"No seas egoísta, Sofía", dijo, su voz ahora irritada. "Tú ya no puedes bailar así. ¿Qué más da? Se habría perdido en esa tablet. Al menos ahora el mundo puede verlo".

"¡Era mío!".

"Y ahora es de ella. Superalo. Ha ganado. Y gracias a mí, ha vuelto a nacer".

Cuando la actuación terminó y el teatro estalló en aplausos, Isabella miró directamente a la cámara y sonrió.

Era una sonrisa de triunfo.

Y en ese momento, supe que no solo me habían robado el baile.

Me habían robado el alma.

Y que Mateo no solo lo había permitido.

Él había sido el ladrón.

                         

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