Cuando la Verdad Duele Más que la Traición
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Capítulo 1

El día de mi sentencia, el cielo de la ciudad estaba gris, pesado.

Un año.

Un año entero en esta celda, esperando este momento.

La sala del tribunal estaba abarrotada, un mar de rostros llenos de odio. Susurros como serpientes se arrastraban por el aire.

"Demonio."

"Ingrata."

"Mátala."

No les presté atención, mis ojos estaban fijos en un solo hombre.

Mateo.

Estaba de pie frente al estrado del juez, su silueta recortada contra la luz pálida. El traje negro que llevaba no podía ocultar lo delgado que se había vuelto, sus hombros caídos por el peso de un dolor que yo le había causado.

Hace un año, en la noche que me pidió matrimonio, usé la pluma que me regaló, grabada con el escudo de su familia, para acabar con todo lo que amaba.

Doce personas.

Su padre, Don Alejandro. Su madre, Doña Isabel. Sus tíos, sus primos, los sirvientes leales.

Todos muertos por mi mano.

Y ahora, Mateo, el único superviviente porque esa noche estaba fuera cerrando los detalles de nuestra fiesta de compromiso, estaba aquí para ser mi verdugo.

"Señor Juez, miembros del jurado", su voz era un eco ronco de la que yo recordaba, "un año de silencio es suficiente."

"La ley exige pruebas, pero la justicia exige la verdad. Y yo la traeré a la luz."

Se giró y me miró directamente. Por primera vez en un año, nuestros ojos se encontraron. Los suyos, que una vez me miraron con un amor que podía calmar cualquier tormenta, ahora ardían con una furia helada.

A su lado, una mujer vestida de blanco le puso una mano tranquilizadora en el brazo.

Carla.

La dueña de la compañía minera que había destruido mi hogar. La mujer que ahora se aferraba a mi Mateo, susurrándole al oído como un veneno dulce.

Fue ella quien le dio la planta.

Un asistente trajo una pequeña caja de madera. Mateo la abrió. Dentro, sobre un lecho de terciopelo negro, descansaba una planta marchita y de aspecto extraño.

"Lágrima del Alma", anunció Mateo, su voz resonando en el silencio sepulcral de la sala.

"Una planta legendaria del Amazonas, usada por los chamanes para revelar los recuerdos más profundos. Obliga al que la consume a proyectar sus memorias para que todos las vean."

El pánico se apoderó de mí, un terror frío que no había sentido ni siquiera bajo la tortura de los guardias.

No por el dolor. Sino por lo que verían.

"Dicen que es peligrosa, que puede destruir la mente", continuó Mateo, acercándose a mí, "pero no me importa. Quiero ver la verdad, Ximena. Quiero ver por qué."

Los guardias me sujetaron con fuerza, abriendo mi boca a la fuerza.

Mateo tomó la planta, sus dedos temblando ligeramente.

"Esto es por mi familia", susurró, su aliento frío en mi rostro.

Y me la metió en la garganta, obligándome a tragar.

El sabor era amargo, como tierra y cenizas. Un fuego helado recorrió mis venas. La sala del tribunal se disolvió en un remolino de colores y sonidos.

Mi cuerpo se convulsionó. Y entonces, la primera memoria explotó ante los ojos de todos.

            
            

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