Una Madre sin Nada que Perder
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Capítulo 2

Mientras sostenía la mano de Luciana, la puerta de la sala de emergencias se abrió de golpe.

Máximo Salazar entró, flanqueado por dos hombres enormes con trajes caros. No miró a mi hija. Sus ojos fríos y arrogantes se posaron en mí.

Detrás de él, vi a Sasha. Se escondía detrás de su padre, con una expresión de suficiencia en su rostro. No había ni rastro de arrepentimiento.

"Señora Castillo," dijo Máximo Salazar, su voz goteando desprecio. Sacó un fajo de billetes de su bolsillo y lo arrojó sobre la mesita de noche junto a la cama de Luciana.

"Tome. Esto debería cubrir los gastos. Un pequeño malentendido entre niñas. Ya sabe cómo son."

Miré el dinero, luego lo miré a él. La rabia me quemaba por dentro.

"¿Un malentendido?" repetí, mi voz temblando de furia. "¿Mire a mi hija! ¿Le parece esto un malentendido?"

Salazar ni se inmutó.

"Los jóvenes cometen errores. Sasha ya aprendió la lección," dijo con indiferencia. "Tome el dinero y olvide el asunto. No querrá causar problemas. Oaxaca es un lugar pequeño."

La amenaza era clara.

"No quiero su sucio dinero," escupí, empujando los billetes al suelo. "Quiero justicia. Voy a llamar a la policía."

La expresión de Salazar se endureció. Hizo un gesto con la cabeza a uno de sus guardaespaldas.

El hombre se acercó a mí. Antes de que pudiera reaccionar, me abofeteó con tanta fuerza que caí al suelo. El sabor metálico de la sangre llenó mi boca.

"¡Mamá!"

El grito de Luciana fue un susurro ahogado.

Vi con horror cómo se levantaba de la cama, arrancándose las vías intravenosas del brazo. La sangre comenzó a manchar las sábanas blancas.

"¡No la toquen!" gritó, tratando de interponerse entre el guardaespaldas y yo.

Pero su cuerpo herido no pudo soportar el esfuerzo. Se tambaleó, sus ojos se pusieron en blanco y se desplomó en el suelo con un ruido sordo.

"¡Luciana!" grité, arrastrándome hacia ella.

Los médicos y enfermeras entraron corriendo. El caos se apoderó de la habitación.

Máximo Salazar observó la escena con una sonrisa fría. Se ajustó la corbata, se dio la vuelta y salió de la habitación como si nada hubiera pasado.

"Recuerde lo que le dije," dijo por encima del hombro. "No cause problemas."

            
            

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