Levanté la vista del suelo polvoriento y miré a Máximo directamente a los ojos. No había ira en mi voz, solo un cansancio infinito.
"Está bien".
Una sola palabra. El silencio que siguió fue más ruidoso que cualquier grito. Máximo parpadeó, confundido. El resto del grupo intercambió miradas inciertas.
"¿Qué has dicho?", preguntó él, como si no hubiera oído bien.
"He dicho que está bien", repetí con calma. "Son todos adultos. Si quieren esperar, esperen. Es su Camino, su decisión".
Me quité la mochila, la dejé en el suelo con un ruido sordo y caminé hacia la sombra de un hórreo de piedra cercano. Me senté, apoyando la espalda contra la piedra fría, y saqué mi botella de agua.
El grupo se quedó inmóvil, como una manada de ovejas sin pastor. No entendían. Estaban acostumbrados a mi disciplina, a mis horarios, a mi insistencia. Mi pasividad los descolocó por completo.
"¿Pero... y la Compostela?", balbuceó una de las chicas, una que siempre seguía a Scarlett como un perrito faldero. "La oficina cierra a las ocho".
Me encogí de hombros. "Lo sé. Se los advertí esta mañana en el albergue".
"¡Esto es un truco!", espetó Máximo, recuperando un poco de su bravuconería. "Quieres que nos sintamos culpables para que hagamos lo que tú dices".
Sonreí levemente, una sonrisa que no llegó a mis ojos. "No, Máximo. Ya no me importa".
Y era verdad. Saqué mi teléfono del bolsillo, ignorando sus miradas incrédulas. Busqué el número de mi padre en la agenda. El recuerdo de sus rostros devastados en mi vida anterior me dio la fuerza que necesitaba. Esta vez, los protegería.
"Papá", dije cuando contestó. "Solo para decirte que he tomado una decisión. Voy a aceptar esa oferta de trabajo en Suiza. La de las rutas de senderismo de lujo en los Alpes".
Hice una pausa, escuchando su respuesta sorprendida.
"Sí, estoy segura. De hecho, quiero que mamá y tú vengan conmigo. Nos mudaremos todos. Lejos de aquí".
Colgué el teléfono y respiré hondo. El aire gallego olía a tierra húmeda y a eucalipto. Un capítulo de mi vida se estaba cerrando, y no por la navaja de una traidora, sino por mi propia elección.