La Venganza del Padre Quebrado
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Capítulo 3

Aferrado al cuerpo sin vida de mi hijo, marqué frenéticamente el número de Sylvia. La señal iba y venía, pero finalmente, la llamada conectó.

"¿Ya lo has encontrado?", preguntó su voz, con un matiz de aburrimiento.

"Está muerto, Sylvia. ¡Máximo está muerto!", grité, mi voz desgarrada por el dolor. "¡Lo has matado! ¡Tú y ese monstruo habéis matado a nuestro hijo!"

Hubo una pausa. Pude escuchar la voz melosa de Kieran de fondo.

"Te está mintiendo, cariño. Solo quiere manipularte, hacerte sentir culpable para que vuelvas con él. Es un dramático."

La voz de Sylvia volvió, más dura que antes, afilada por la crueldad.

"Deja de exagerar, Patrick. No tienes derecho a maldecir a tu propio hijo solo para llamar mi atención. Eres patético. Cuando te calmes, hablamos."

Y me colgó.

El pitido monótono del teléfono cortado fue el sonido más cruel que había escuchado en mi vida.

Me quedé mirando el teléfono, incrédulo. Ella no me creía. O no quería creerme. Había elegido la mentira de su amante por encima de la verdad desesperada de su marido.

Volví a intentar llamar a emergencias, moviéndome por la bodega como un animal enjaulado, buscando un milagro, una sola barra de señal. Finalmente, en una esquina polvorienta, junto a una pila de barricas rotas, lo conseguí.

"Guardia Civil, ¿cuál es su emergencia?"

Apenas pude articular las palabras.

"Mi hijo... está muerto... en la bodega abandonada de la Finca Hewitt... por favor, ayúdenme..."

Les di la dirección, mi voz un hilo tembloroso. Luego, el teléfono se quedó sin batería.

Me derrumbé en el suelo, junto a Máximo. La espera fue una tortura. Cada segundo era una eternidad. Escuchaba el goteo de su sangre, un reloj macabro que marcaba el final de todo lo que importaba.

Finalmente, escuché el sonido de sirenas a lo lejos, acercándose. Y luego, el estruendo de la puerta de metal siendo derribada.

Pero ya era demasiado tarde.

                         

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