Los días siguientes se convirtieron en un teatro del absurdo. Annabel y Luciana, seguras de su triunfo, se dedicaron a preparar el "ajuar de la novia".
Pero no el mío.
"Scarlett, querida, ya que vas a un lugar tan... rústico, no necesitarás nada de esto", decía mi madre mientras sostenía un collar de diamantes contra el cuello de Luciana.
"Oh, tía, es demasiado hermoso", decía Luciana, sus ojos brillando de codicia.
"Nada es demasiado para mi niña", respondía Annabel, lanzándome una mirada de desdén. "Scarlett puede llevar algunas de sus ropas viejas. No tiene sentido desperdiciar lujo en ella".
Jugaron su papel a la perfección, y yo jugué el mío. Me vestí con sencillez, con la cabeza gacha y una expresión de resignación. Observé en silencio cómo las joyas, los vestidos de diseñador y los regalos caros se acumulaban en la habitación de Luciana.
Mi prima se pavoneaba por la hacienda como la verdadera heredera, la princesa del cártel. Cada día era una nueva humillación para mí, una nueva oportunidad para que ellas demostraran su poder y mi insignificancia.
Mientras tanto, yo movía mis propias piezas.
Usando a los hombres de 'El Fantasma', empecé a recopilar información. Informes detallados sobre el cártel de 'El Martillo', sus finanzas, sus debilidades, las tensiones internas. También investigué a Roy Lawrence. Su reputación de crueldad era cierta, pero también lo era su vanidad. Era un hombre que valoraba las apariencias, el poder percibido por encima del poder real.
Enviaba informes cifrados a mi padre cada noche. No solo sobre la traición de nuestra familia, sino también análisis estratégicos sobre cómo la alianza con 'El Martillo' era una trampa, diseñada para debilitarnos.
Mi padre respondió con un único mensaje: "Confío en ti. Quémalos a todos".
Una tarde, mientras Luciana se probaba un vestido de seda esmeralda que había sido encargado para mí, mi madre me llamó a su estudio.
"Roy Lawrence y su séquito llegarán en dos días para la cena de compromiso formal", anunció. "Quiero que te comportes. Sin dramas, sin caras largas. Eres un sacrificio necesario, actúa como tal".
"Sí, madre", respondí con sumisión.
"Y una cosa más", añadió, su voz afilada. "Durante la cena, te sentarás al final de la mesa. Luciana estará a mi lado. No quiero que tu miseria arruine la velada. Debemos mostrar una cara de unidad y felicidad".
"Como desees, madre".
Salí de su estudio, una lenta sonrisa formándose en mis labios.
No se daban cuenta de que estaban haciendo exactamente lo que yo quería. Estaban construyendo el escenario perfecto para mi venganza.