La noche de la cena de compromiso, la hacienda brillaba con una opulencia casi vulgar. Candelabros de cristal, flores exóticas y un ejército de sirvientes moviéndose en silencio.
Luciana era el centro de todo. Llevaba el vestido de seda esmeralda y el collar de diamantes. Cada joya que mi madre le había dado colgaba de ella, haciéndola brillar como un ídolo. Mi madre y mi hermano la flanqueaban, sonriendo, presentándola a los invitados como la joya de la familia Salazar.
Yo, por otro lado, llevaba un simple vestido negro de lino. Mi único adorno era un pequeño broche de plata con la forma de una segadora, un regalo de mi padre que siempre llevaba oculto. Me senté donde me ordenaron, al final de la larga mesa, casi invisible.
'El Martillo', Roy Lawrence, llegó con su séquito. Era exactamente como lo describían: corpulento, con ojos pequeños y crueles y una sonrisa que no llegaba a ellos. Su mirada recorrió la sala, evaluando el poder y la riqueza.
Se detuvo en nuestro grupo familiar. Sus ojos pasaron por encima de mí sin registrar mi presencia y se posaron en Luciana.
La cena fue una tortura de sonrisas falsas y conversaciones vacías. Annabel no paraba de alabar a Luciana, su belleza, su dulzura, su naturaleza bondadosa. Ivan asentía a cada palabra, mirando a nuestra prima con adoración.
Finalmente, llegó el momento de los brindis.
Roy Lawrence se puso de pie, su copa en la mano. El silencio cayó sobre la sala.
"He venido a México para formar una alianza, para unir a dos grandes familias", comenzó, su voz grave resonando en la sala. "Una alianza sellada con un matrimonio. Se me dijo que me casaría con la hija de 'El Segador'".
Hizo una pausa dramática, sus ojos recorriendo la mesa.
"Pero veo que 'El Segador' tiene dos 'hijas'". Su mirada se fijó en mí por un segundo, llena de desprecio, antes de volverse hacia Luciana, que brillaba bajo las luces.
"Un hombre de mi posición no se casa con una sirvienta rechazada", dijo Roy, su voz goteando veneno. "Se casa con la princesa, la que es amada y adornada. La que demuestra el verdadero poder y favor de la familia".
Levantó su copa hacia Luciana.
"Mi elección es ella. La joya de la casa Salazar. Me casaré con Luciana Ramírez".
El vaso de mi madre se estrelló contra el suelo. El rostro de Ivan se quedó blanco de shock.
Y Luciana... su sonrisa se congeló, sus ojos se abrieron con puro y absoluto terror.
El silencio en la sala era total. La trampa que habían preparado para mí se había cerrado de golpe sobre ellos.