Mi Esposo y Su Nueva Novia
img img Mi Esposo y Su Nueva Novia img Capítulo 3
4
Capítulo 5 img
Capítulo 6 img
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

No sé cuánto tiempo pasó hasta que Carlos regresó a casa esa noche. Yo estaba sentada en la oscuridad de la sala, con una maleta a medio hacer a mis pies. La casa estaba en silencio, un silencio pesado que parecía absorber cualquier sonido.

Escuché la llave en la cerradura y la puerta abrirse lentamente. Carlos entró, y por un segundo, pareció sorprendido de verme allí. Quizás esperaba que ya me hubiera ido.

Encendió la luz, y la repentina claridad me hizo parpadear. Vio la maleta.

"¿Qué estás haciendo?", preguntó, aunque era obvio.

Una risa amarga escapó de mis labios.

"¿Qué parece que estoy haciendo, Carlos? Me voy".

Me levanté y lo enfrenté. La tristeza de las últimas horas se había solidificado en una determinación fría.

"O debería preguntar, ¿te molesta que todavía esté aquí? ¿Quizás esperabas traer a Sofía a pasar la noche?".

Carlos frunció el ceño. Se pasó una mano por el pelo, un gesto que siempre hacía cuando estaba nervioso o mintiendo.

"Elvira, no digas tonterías. Sofía no tiene nada que ver con esto".

"¿Nada que ver?", repetí, incrédula. "¿Me tomas por estúpida? ¡Los vi, Carlos! ¡Todo el mundo los vio! Tu silencio en el estacionamiento lo dijo todo".

Él evitó mi mirada. "Nuestra relación ya estaba rota desde antes. Lo sabes".

"Sí, estaba rota", admití, mi voz temblando ligeramente. "Pero estaba rota porque tú ya estabas con ella. ¿Desde cuándo, Carlos? ¿Desde cuándo me has estado viendo la cara?".

"No es como tú piensas", dijo él, con una voz vaga y poco convincente. "Es complicado".

"No, no es complicado", lo corté. "Es muy simple. Me engañaste. Y ya no quiero seguir en este circo".

Él me miró, y por un instante vi algo en sus ojos. ¿Era arrepentimiento? ¿O era solo el fastidio de haber sido descubierto? Ya no podía distinguirlo. Y lo que era peor, ya no me importaba.

Escuchar su débil negación, su intento de enturbiar las aguas, fue la última gota. En mi interior, algo hizo clic. La decisión, que había estado flotando en mi mente como una nube de dolor, se volvió sólida como una roca.

Ya no había nada que salvar. No había nada que discutir.

Me di la vuelta y volví a mi tarea. Abrí el armario y empecé a sacar mi ropa, doblándola de forma mecánica y metiéndola en la maleta. Cada prenda era un recuerdo, una promesa rota. El vestido que usé en nuestra primera cita. La blusa que me puse el día que nos comprometimos. Las metí todas sin cuidado. Ya no significaban nada.

Carlos se quedó parado en la puerta, observándome en silencio. Quizás esperaba que llorara, que le suplicara, que hiciera una escena. Pero yo ya no tenía lágrimas. Solo un vacío inmenso y una necesidad urgente de escapar.

Terminé de empacar lo esencial en menos de media hora. Cerré la cremallera de la maleta, el sonido resonando en la habitación silenciosa.

Agarré mi bolso y la maleta. Caminé hacia la puerta, pasando junto a él como si no estuviera allí.

"¿A dónde vas a ir?", preguntó su voz a mi espalda.

Me detuve en el umbral, pero no me giré para mirarlo.

"Lejos de ti", respondí. "Mañana a las diez en el registro civil para firmar el divorcio. No faltes".

Y sin esperar su respuesta, salí de la casa que una vez llamé hogar y cerré la puerta detrás de mí.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022