Cinco años atrás, yo estaba parada en el altar, con un vestido blanco que había diseñado yo misma, un vestido que representaba todos mis sueños. El sol entraba por los vitrales de la iglesia, iluminando el polvo que flotaba en el aire, mientras esperaba a Ricardo. Esperé una hora, luego dos, mi sonrisa se congeló y se convirtió en una mueca de humillación frente a cientos de invitados. Él nunca llegó. Más tarde, su mensaje llegó a través de su padrino, un golpe seco y brutal: "Elena no es lo suficientemente buena para mí". Al día siguiente, las revistas de chismes publicaron las fotos: Ricardo, mi prometido, casándose en una ceremonia civil y rápida con Sofía, mi propia asistente, la mujer a la que yo había considerado una amiga.
Ese recuerdo era una cicatriz, pero ya no dolía al tocarla, ahora era solo un recordatorio de la mujer que solía ser y de la distancia que había recorrido.
De repente, una voz familiar, untuosa y arrogante, cortó el murmullo de la fiesta.
"Vaya, vaya, pero si es la pequeña diseñadora."
Me di la vuelta lentamente, mi rostro una máscara de calma. Allí estaban, Ricardo y Sofía, parados como dos buitres esperando el momento de atacar. Ricardo había perdido el brillo de antes, su traje parecía un poco anticuado y había una desesperación mal disimulada en sus ojos, pero su arrogancia seguía intacta. Sofía se aferraba a su brazo, su vestido era llamativo pero vulgar, una copia barata de las tendencias actuales, su mirada llena de un veneno que conocía muy bien.
"Ricardo," dije, mi voz sonando mucho más firme de lo que me sentía por dentro. "Sofía. Qué sorpresa."
Ricardo soltó una risa hueca, una que resonó con desprecio.
"¿Sorpresa? Deberías sentirte honrada. Escuché que tu marquita de ropa está teniendo algo de éxito, debe ser lindo jugar a la empresaria."
Sus palabras estaban diseñadas para herir, para minimizar mis logros y recordarme el lugar que, según él, me correspondía, el de la mujer abandonada y sin valor. Sofía sonrió con suficiencia, una sonrisa afilada.
"Ricardo es muy generoso, Elena. Siempre apoyando a los pequeños talentos. Aunque, para ser honesta, no entiendo cómo alguien pagaría por... esto."
Dijo, señalando con un gesto vago a una modelo que pasaba luciendo uno de mis diseños más aclamados, un vestido que había sido portada de tres revistas internacionales.
Hace cinco años, sus palabras me habrían destrozado, me habrían hecho correr al baño a llorar, pero ahora, al mirarlos, solo sentía una extraña mezcla de lástima y alivio. La lástima era por ellos, atrapados en su propia mediocridad y amargura. El alivio era por mí, por haberme librado de un hombre cuya visión del mundo era tan pequeña y cruel. Vi a Ricardo no como el hombre que me rompió el corazón, sino como un empresario en decadencia, un hombre cuya empresa textil, antes próspera, ahora se hundía bajo el peso de sus malas decisiones y su incapacidad para innovar. Lo sabía porque el mundo de la moda es pequeño, y las noticias, especialmente las malas, viajan rápido.
Ricardo, ajeno a mi calma, se acercó un paso más, su aliento olía a alcohol barato y desesperación.
"Mira, Elena, sé que las cosas no terminaron bien, pero soy un hombre de negocios. Escuché que este evento es para buscar inversores. Mi empresa está buscando expandirse, y pensé... tal vez tu pequeña marca podría beneficiarse de una alianza con un verdadero titán de la industria."
La oferta era un insulto envuelto en un falso cumplido, pero lo peor vino después. Sofía, con una voz que pretendía ser dulce pero goteaba malicia, se dirigió a los invitados que empezaban a prestar atención a nuestra tensa conversación.
"¡Ay, no sean tímidos! Acérquense. Ricardo está a punto de hacerle una oferta de caridad a su ex-prometida. ¿No es conmovedor? Después de todo lo que pasó, él todavía tiene un corazón tan grande como para ayudar a la mujer que casi arruina su vida con sus ambiciones."
El círculo de curiosos se hizo más grande, sus miradas pasaban de mi rostro impasible al de Ricardo y Sofía, disfrutando del drama. La humillación ya no era privada, se estaba convirtiendo en un espectáculo público, tal como ellos querían.