Capítulo 2 2

La lluvia comenzó fina, casi tímida, como si dudara en tocar las ventanas de la casa.

Evelyn ni siquiera lo notó. Seguía en el suelo del cuarto, con el cuaderno cerrado sobre el regazo, los dedos temblorosos en los bordes. El nombre grabado en su mente: Lucas.

Intentó racionalizar. Quizás eran cartas antiguas, garabatos sin importancia. Quizás Benjamin solo necesitaba desahogarse. Quizás - Pero la verdad gritaba dentro de ella: algo no encajaba.

Habían pasado más de mil días desde que Benjamin había muerto. Y aun así, Evelyn se sentía suspendida. Como si su vida fuera un libro que alguien olvidó terminar. Como si cada mañana fuera una repetición de la página anterior.

Y ahora... ahora había algo nuevo. Una rendija de aire en una habitación cerrada por demasiado tiempo.

Se levantó despacio, con los músculos rígidos por haber estado tanto tiempo sentada. Caminó hasta la sala con el cuaderno en brazos. El reloj en la pared marcaba casi las 22h. Demasiado tarde para llamar a alguien. Demasiado tarde para preguntar por qué.

Pero no demasiado tarde para recordar.

Lucas Hale.

Lo conoció la misma semana en que conoció a Benjamin.

Eran inseparables - tan distintos como el día y la noche, pero unidos por una amistad feroz, casi tribal.

Lucas era el tipo de persona que llenaba los espacios sin pedir permiso. Alto, provocador, con una sonrisa ladeada y una mirada que siempre parecía saber más de lo que decía.

Evelyn siempre sintió que él la miraba de una forma extraña.

Benjamin se reía de eso. Decía que Lucas solo era protector, leal hasta el extremo.

Pero a veces... a veces había silencios entre ellos que Evelyn no sabía cómo interpretar.

Y entonces, tras la muerte de Benjamin, Lucas desapareció. Literalmente.

No respondió los mensajes, ni los correos, ni las llamadas.

En el funeral, apenas la miró. Parecía destruido. Culpable.

Y al día siguiente, se esfumó.

Evelyn intentó no pensar más en él.

Hasta ahora.

Con los dedos apretando el cuaderno contra el pecho, fue hasta la estantería del salón y sacó una vieja caja de madera. Dentro, había documentos, papeles antiguos y un sobre donde guardaba algunas pocas informaciones sobre el pasado de Benjamin y Lucas: fotos de la universidad, recortes de periódico y una tarjeta de visita vieja de una exposición que Lucas había hecho en Portland, años atrás.

En el reverso, una anotación garabateada:

"Blue Ridge Studio - Carolina del Norte."

Un estudio. Un nombre. Una posible dirección.

Suficiente para empezar.

¿Sabía Evelyn lo que estaba haciendo?

No.

¿Sabía lo que esperaba encontrar?

Tampoco.

Pero una parte de ella -tal vez la parte más viva que quedaba- sabía que no podía seguir huyendo.

Era hora de abrir esas páginas.

Y más que eso: era hora de escribir las próximas.

Dos horas después, estaba frente al computador, escribiendo con cuidado en el campo de búsqueda:

Lucas Hale – fotógrafo – Carolina del Norte.

Surgieron varios resultados. Exposiciones antiguas. Premios. Un blog abandonado. Una mención reciente a una galería en el interior del estado.

Con el corazón acelerado, Evelyn hizo clic en uno de los enlaces:

"Lucas Hale: el fotógrafo que dejó de fotografiar. Tras tres años alejado de las cámaras, el artista regresa con un proyecto silencioso, basado en sombras, pérdidas y silencio. Exposición programada para el próximo mes en la Blue Ridge Gallery."

No sabía si aquello era destino, coincidencia o simplemente el tipo de cosas que el universo lanza sobre tu regazo cuando, finalmente, estás dispuesta a mirar.

Pero de alguna forma, era él.

Y estaba más cerca de lo que ella imaginaba.

Evelyn cerró el navegador. Volvió la mirada al cuaderno.

En la última página que Benjamin escribió, quizá se escondía la primera verdad que ella nunca quiso ver.

Pero ahora, era imposible ignorarla.

            
            

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