Capítulo 4 4

El coche se detuvo frente a la galería Blue Ridge al final de la tarde.

La luz del cielo era opaca, y un viento húmedo soplaba por las calles tranquilas de Carolina del Norte. Evelyn bajó del taxi con el corazón latiendo tan fuerte que, por un segundo, temió no poder caminar. Sus pies tocaron el suelo como si pisaran un territorio sagrado, o quizás, minado.

Tres años.

Tres años desde que el mundo enmudeció.

Tres años desde que Benjamin fue enterrado.

Tres años desde que Lucas desapareció - como si ella, como si todos, hubieran dejado de existir para él.

Y ahora él estaba allí.

Detrás de esas paredes de madera clara y ventanas altas.

Exponiendo fotografías de silencio, pérdida... y quizás secretos.

Evelyn respiró hondo. La fachada de la galería era simple, acogedora, casi ingenua. Pero había algo en el aire, algo en los detalles - como si ese lugar cargara un dolor callado en cada tabla de madera. Empujó con cuidado la puerta de vidrio. Un pequeño campanilleo sonó en lo alto, y ese sonido delicado pareció resonar dentro de ella.

El espacio estaba vacío, salvo por una mujer de cabello rizado, que organizaba tarjetas junto a una mesa con café y folletos doblados.

- Buenas tardes - dijo la mujer, con una sonrisa amable. - La exposición acaba de abrir. Puede mirar con calma, si desea.

Evelyn respondió con una leve inclinación de cabeza, la voz atrapada en la garganta. Caminó unos pasos, los ojos recorriendo las paredes en busca de algo que no sabía nombrar. Fotografías cuidadosamente enmarcadas ocupaban el espacio con una presencia silenciosa. Paisajes despoblados. Sillas vacías. Pasillos oscuros iluminados por una única bombilla colgante. Cortinas ondeando. Puertas entreabiertas.

Todo respiraba ausencia.

Todo hablaba de alguien que ya no estaba.

Ella reconocía ese vacío. Reconocía el lenguaje invisible del duelo, de la añoranza, de aquello que nunca se dijo. Y aunque no había leyendas, ni nombres, Evelyn lo sabía: esas imágenes eran sobre Benjamin.

O quizás... sobre los tres.

- ¿Está buscando algo en específico? - preguntó la mujer, acercándose con delicadeza.

Evelyn dudó.

- ¿Lucas Hale está?

La recepcionista pareció sorprendida por un instante, pero mantuvo la sonrisa profesional.

- Está en el estudio, en la parte trasera. Puedo llamarlo... ¿Cuál es su nombre?

- Evelyn.

La mujer esperó que completara, pero Evelyn solo repitió:

- Evelyn.

Una leve elevación de cejas, luego la recepcionista asintió y desapareció por la puerta lateral.

Evelyn permaneció inmóvil frente a una fotografía en blanco y negro: una mecedora frente a una chimenea apagada. Sus manos temblaban levemente. El marco parecía vibrar con la memoria.

Dos minutos. Tal vez tres.

El tiempo no parecía real.

Entonces escuchó pasos. Lentos. Rítmicos.

Cuando alzó los ojos, allí estaba él.

Lucas.

Más delgado. La barba crecida. El cabello más oscuro, desordenado, como si la vida hubiera pasado demasiado rápido. Pero los ojos... seguían siendo los mismos. Ojos que sabían demasiado. Que veían demasiado. Y que, en ese instante, parecían no saber qué hacer con lo que veían.

Él se detuvo en la puerta. Se quedó allí, solo mirándola.

Evelyn sintió la garganta cerrarse.

- Evelyn - dijo por fin. La voz ronca, grave, con una emoción que no cabía en la palabra.

Ella asintió, despacio.

- Hola, Lucas.

El aire entre ellos parecía denso. Como si respirarlo exigiera coraje. Como si todo estuviera a punto de desmoronarse con una palabra equivocada.

Él dio un paso. Luego otro.

- Pensé que nunca... - Lucas interrumpió la frase, cerrando los ojos. - ¿Cómo me encontraste?

Evelyn levantó el cuaderno.

El rostro de él palideció, y por un instante, ella vio a un hombre dividido - entre huir o confesar.

- ¿Lo encontraste?

Ella no respondió la pregunta. Solo devolvió otra, firme:

- ¿Por qué él te escribió?

El silencio cayó como una piedra. Lucas miró al suelo, luego al cuaderno. Cada músculo de su rostro parecía cargado de algo antiguo.

- Porque... - empezó, pero la frase murió. Tragó saliva. - Porque había cosas que ni yo sabía cómo decir.

- Él era mi esposo, Lucas.

- Lo sé.

- Y tú desapareciste.

- Lo sé.

Las palabras cortas, duras. Pero llenas de dolor. Como si cada sílaba fuera una espina. Y Evelyn lo sabía - ambos lo sabían - que había mucho más bajo esas respuestas.

- ¿Vas a contarme?

Lucas levantó los ojos. Por un instante, parecía el mismo chico de años atrás. La misma mirada que atravesaba. Pero ahora había grietas.

- Solo si estás dispuesta a escucharlo todo - respondió, casi en un susurro.

Evelyn lo miró fijamente. No solo a ese hombre, sino a todo lo que él representaba: el pasado, el silencio, la ausencia, lo no dicho. Y en ese instante, lo supo - había páginas que Benjamin nunca terminó.

Pero quizás... era su turno de continuar la historia.

- Estoy aquí, ¿no es así?

Lucas asintió.

Y, por primera vez, el silencio entre ellos no dolió tanto.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022