Desamor, Traición y una Venganza Multimillonaria
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Capítulo 2

La dirección era de una suite privada en lo alto del Hotel El Nómada. El mensaje había sido simple: "Si quieres toda la verdad, ven aquí. Sola. - A.R."

A.R. Atilio Ríos. El heredero playboy e imprudente de la dinastía petrolera de Energéticos Ríos. Nuestro mayor y más odiado rival. ¿Qué demonios quería conmigo?

Entré en la suite. Olía a whisky caro y al propio Atilio Ríos, que estaba recostado en un sofá de cuero, con un vaso en la mano. Era exactamente como lo pintaban los tabloides: pecaminosamente guapo, con el pelo oscuro y desordenado y unos ojos que prometían problemas.

-Doctora Sáenz -dijo, su voz un murmullo grave-. Un honor. -No se levantó.

-No tengo tiempo para juegos, Ríos. ¿Qué es esto? -Intenté mantener mi voz firme, profesional.

Sonrió de lado, tomando un sorbo lento de su bebida.

-Eres toda una dama, te lo concedo. Tu esposo se está acostando con una celebridad de quinta con tu dinero, y tú sigues jugando el papel de la inquebrantable reina de hielo.

-Fue un error -dije, la mentira sintiéndose frágil incluso para mis propios oídos-. Lo estamos solucionando.

-¿Un error? -Se rio entre dientes, un sonido oscuro y sin humor. Hizo un gesto a sus guardias de seguridad-. Dennos un momento.

Los dos hombres corpulentos asintieron y se fueron, cerrando las pesadas puertas detrás de ellos con un suave clic. Ahora estábamos solos.

-¿Crees que una simple aventura es el problema? -dijo Atilio, inclinándose hacia adelante. Tocó su teléfono y la gran televisión en la pared cobró vida.

Era un video, pero este era nítido. Era de una cámara de seguridad en lo que parecía una habitación de hotel. Hernán y Celine. No solo se estaban besando. Estaban enredados en las sábanas de una cama.

Se me revolvió el estómago.

-Te amo -dijo la voz de Hernán desde los altavoces del televisor. Era una declaración clara e inconfundible-. Eres todo lo que ella no es. Viva. Divertida.

Las palabras me golpearon más fuerte que la imagen. La amaba.

-Es tan fría, Celine -continuó Hernán, su voz llena de desprecio por mí-. Lo único que le importa es el trabajo. Es como estar casado con un robot. Un robot brillante y rico, pero un robot al fin y al cabo. Solo estoy con ella por la empresa. En cuanto tenga el control total, se va.

El aire abandonó mis pulmones de golpe. Me tambaleé hacia atrás, agarrando el brazo de una silla para estabilizarme. La fachada de la reina de hielo se hizo añicos.

-No -susurré, el sonido apenas audible.

-Sí -dijo Atilio en voz baja-. Te ha estado engañando durante años.

Mi voz regresó, cruda de furia.

-¿Por qué? ¿Por qué me muestras esto? ¿Qué quieres? -Yo era una mujer de negocios. Entendía las transacciones. Esto era una jugada.

-Todo el mundo tiene un precio, doctora Sáenz -dije, mi voz volviéndose dura-. ¿Cuál es el tuyo?

-Quiero a Helios -dijo simplemente-. O más bien, quiero asociarme con ella. Tu tecnología, mis recursos. Podríamos enterrar a la industria de los combustibles fósiles. Empezando por la de mi familia.

-¿Quieres destruir a tu propio padre?

-A mi madrastra -corrigió-. Chantal dirige el espectáculo. Y sí. Quiero quemar su imperio hasta los cimientos. Pero para hacer eso, necesito quitar a Hernán de mi camino. Ha estado haciendo tratos turbios con ella.

-Una adquisición -respiré-. Estás proponiendo una adquisición hostil.

-Estoy proponiendo una alianza -dijo-. Tú y yo. Lo sacamos con nuestros votos. Reestructuramos. Ganamos.

Negué con la cabeza.

-No. La empresa es estable. Nuestras acciones están por las nubes. No me arriesgaré. -Estaba pensando en el bebé. Nuestro bebé. Necesitaba estabilidad, no una guerra corporativa.

Atilio pareció leerme la mente.

-¿Crees que tienes opción? -Pasó a otra imagen en la pantalla. Era un estado financiero detallado.

-Esta es una sociedad fantasma registrada en las Islas Caimán -explicó, su voz tranquila y letal-. Hernán ha estado desviando dinero de Helios a esta cuenta durante los últimos dieciocho meses. Ha movido más de veinte millones de dólares.

La cifra era asombrosa. Era un robo a gran escala.

-Y lo ha estado gastando -continuó Atilio, deslizando de nuevo. Recibos. Un Porsche nuevo para Celine. Un condominio en Miami. Un collar de diamantes que costaba más que mi primer coche.

El rasguño en su cuello. Las mentiras. El dinero robado. Todo encajó. Esto no era un error. Era una traición larga y calculada. Estaba saqueando nuestra empresa, nuestro sueño, para financiar una vida con otra mujer. Planeaba dejarme sin nada.

El último resquicio de esperanza dentro de mí murió.

            
            

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