Desamor, Traición y una Venganza Multimillonaria
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Capítulo 5

-¿Matrimonio? -Miré a Atilio al otro lado de la mesa de un bar oscuro y tranquilo-. Estás loco.

-Es una propuesta de negocios, Sáenz -dijo, agitando el líquido ámbar en su vaso-. Un matrimonio de conveniencia. Solidifica nuestra alianza. Le da a la junta, a los inversionistas, al público, una historia que pueden entender. Una pareja poderosa deja al esposo infiel, une fuerzas con su rival para crear una nueva dinastía. Es limpio. Es poderoso.

-No soy una historia para el consumo público -dije, mi voz tensa-. Y no me voy a casar de nuevo. Especialmente no contigo. -Mi propio matrimonio era una herida fresca y sangrante. La idea de otro era repulsiva.

Se encogió de hombros, sin inmutarse.

-Tú decides. Pero con Hernán y su madre tejiendo esta narrativa de 'nueva familia', una simple asociación de negocios parece débil. Te pintarán como una esposa amargada y despechada. Me pintarán a mí como un depredador oportunista. Juntos, como marido y mujer... somos una fortaleza.

Odiaba que tuviera razón. Mi mente, siempre calculadora, veía el valor estratégico. Pero mi corazón, lo que quedaba de él, se rebelaba.

-No. Encuentra otra manera.

La semana siguiente fue un torbellino de humillación pública. Hernán y Celine estaban en todas partes. Fotos de paparazzi de ellos comprando ropa de bebé. Una entrevista aduladora en una revista donde Celine hablaba de su "historia de amor poco convencional" y Hernán la llamaba su "soplo de aire fresco".

Helios Innovaciones organizaba su partido anual de polo benéfico, un evento de alta sociedad que normalmente detestaba. Este año, fue una tortura. Hernán, como la cara pública de la empresa, se vio obligado a asistir conmigo, su esposa legal. Pero su atención estaba completamente en Celine, que se pavoneaba en la carpa VIP, con los zafiros de los Morales brillando en su garganta.

-Tienes que hacer un esfuerzo, Ken -me siseó Hernán mientras posábamos para las fotos, su brazo un peso muerto en mi espalda-. Nuestro equipo de relaciones públicas está teniendo un colapso.

-¿En serio? Pensé que tus relaciones públicas estaban enfocadas en tu nueva embajadora de marca -dije, mi sonrisa una máscara frágil.

Celine eligió ese momento para hacer una escena.

-¡Hernán, cariño! -gritó, lo suficientemente alto para que todos la oyeran-. ¡Ven a apostar a mi caballo conmigo! ¡Demostrémosles quiénes son los verdaderos ganadores!

Hernán realmente dudó, dividido entre su amante y su deber público. La eligió a ella. Se alejó de mí, dejándome sola en un mar de miradas compasivas y despectivas.

Sentí una furia fría y familiar crecer dentro de mí. Estaba a punto de darme la vuelta e irme cuando una nueva voz cortó el murmullo de la multitud.

-Yo no apostaría por ese caballo si fuera tú.

Atilio Ríos estaba de pie a mi lado, vestido con un uniforme de polo, luciendo injustamente guapo.

-¿Qué haces aquí? -pregunté.

-Creo que el término es 'colarse en la fiesta' -dijo con una sonrisa perezosa-. Y tengo un mensaje para ti.

Se inclinó cerca, su voz un susurro bajo en mi oído.

-No dejes que te vean derrumbarte.

Antes de que pudiera procesar eso, ya estaba caminando hacia el campo. Era un sustituto de último minuto para un jugador lesionado. Celine y sus amigas se reían, señalándolo.

-¿El niño petrolero cree que puede jugar con los peces gordos? -se burló.

El partido comenzó. Fue un juego rápido y brutal. Atilio jugó con una intensidad temeraria y concentrada que era aterradora y hermosa de ver. Era un natural, moviéndose con el caballo como si fueran una sola criatura.

Todo se redujo a los últimos segundos. El equipo de Atilio perdía por un punto. Consiguió la pelota, se separó del grupo y cargó solo por el campo. Era un tiro imposible. Balanceó el mazo.

La pelota voló por el aire, en un arco perfecto, y pasó directamente entre los postes justo cuando sonó la campana final.

La multitud estalló. Atilio había ganado.

No trotó con su caballo hacia sus compañeros de equipo que lo aclamaban, sino directamente hacia la carpa VIP. Se detuvo justo frente a mí. Ignoró a la multitud boquiabierta, los flashes de las cámaras y los rostros atónitos de Hernán y Celine.

Me miró directamente, una pregunta silenciosa e intensa en sus ojos. Luego, levantó su mazo en un saludo, un gesto público e innegable de lealtad.

Hacia mí.

            
            

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