La lucha de una esposa por la justicia
img img La lucha de una esposa por la justicia img Capítulo 3
3
Capítulo 7 img
Capítulo 8 img
Capítulo 9 img
Capítulo 10 img
Capítulo 11 img
Capítulo 12 img
Capítulo 13 img
Capítulo 14 img
Capítulo 15 img
Capítulo 16 img
Capítulo 17 img
Capítulo 18 img
Capítulo 19 img
Capítulo 20 img
Capítulo 21 img
Capítulo 22 img
img
  /  1
img

Capítulo 3

Regresé a la ciudad en una niebla de furia fría. En el momento en que entré al penthouse, fui directamente a mi oficina y abrí una plantilla de acuerdo de divorcio en mi computadora. No pasaría ni un segundo más siendo su tonta.

Lo llené, mis manos moviéndose con una claridad que no había sentido en años. No tomaría nada. Solo quería salir. Mi firma era un trazo agudo y enojado al final de la página.

Lo imprimí, lo metí en un sobre y salí del apartamento, en dirección a la oficina de mi abogado.

Casi choqué con Damián en el pasillo. Acababa de salir del ascensor.

-Aurora -dijo, con una mirada de sorpresa en su rostro-. Justo venía a buscarte. Necesitamos hablar.

Me guio de regreso al apartamento, su mano en mi espalda enviando una sacudida de repulsión a través de mí. Me llevó al sofá de la sala, su expresión seria y sombría.

-Tengo que ser honesto contigo -comenzó, su voz baja y conspiradora-. Mis padres... me están presionando. Sobre que no tengamos un hijo. Amenazan con desheredarme si no produzco un heredero.

Lo miré fijamente, mi mente tratando de procesar esta nueva mentira.

-Quieren que me divorcie de ti -continuó, sus ojos llenos de falsa angustia-. Ya han elegido una nueva esposa para mí. Pero es solo para aparentar, te lo juro. Nos divorciaremos, me encargaré de ellos y luego podremos casarnos de nuevo. Nunca te dejaría, Aurora. Lo sabes.

Estaba tan atónita por la audacia de su mentira que no pude hablar. Seguía jugando conmigo. Realmente pensaba que era lo suficientemente estúpida como para creer esto.

Lo miré, realmente lo miré. Damián Ferrer era un depredador. Era encantador, sí, pero debajo de todo, era despiadado y creído. Siempre obtenía lo que quería, y no le importaba a quién tuviera que aplastar para conseguirlo.

Debió haber confundido mi silencio con angustia. Se acercó, tomando mis manos entre las suyas.

-Te lo juro, Aurora, te he sido completamente fiel -dijo, su voz un veneno meloso-. Si miento, que me parta un rayo y muera de una forma horrible.

El juramento era tan ridículo, tan absolutamente falso, que una risa burbujeó dentro de mí. La ahogué.

-Y para demostrártelo -agregó, con los ojos serios-, me haré la vasectomía. Podemos adoptar más tarde, cuando mis padres dejen de molestar. Solo te quiero a ti.

Una vasectomía. El hombre que había mandado matar a nuestro hijo ahora prometía hacerse una vasectomía para demostrar su amor. La ironía era sofocante.

Pero su plan era perfecto para mí. Un divorcio era exactamente lo que quería.

-¿A quién eligieron tus padres? -pregunté, mi voz cuidadosamente neutral.

Dudó por una fracción de segundo.

-Alana David.

Por supuesto. Todo estaba encajando.

Le di una pequeña sonrisa de alivio. Dejé que viera las lágrimas brotar de mis ojos, las lágrimas de una esposa agradecida y confiada.

-Está bien, Damián -susurré-. Si eso es lo que tenemos que hacer.

Saqué el acuerdo de divorcio de mi bolso y lo firmé con floritura, mi firma enojada anterior ahora reemplazada por una limpia y ordenada. Se lo deslicé por la mesa de café.

-Esto es lo mejor -dije.

Parecía aliviado, un brillo triunfante en sus ojos. Pensó que me tenía.

Lo vi firmar, con un sabor amargo en la boca. Pensé en los últimos cinco años. Las interminables visitas a los médicos de fertilidad. La forma en que sus padres me miraban con decepción cada vez que no lograba embarazarme. Los susurros a mis espaldas en las reuniones familiares.

Recordé una noche, hace unos años. Damián llegó tarde a casa, oliendo al perfume de otra mujer. Encontré la tarjeta de un hotel en su bolsillo. También redacté un acuerdo de divorcio en ese entonces. Estaba lista para irme, para alejarme con mi dignidad.

Pero alguien tenía su teléfono. Me enviaron un mensaje de texto, una foto de él y Alana en una habitación de hotel, fingiendo que estaba sucediendo en ese mismo momento. Me atrajeron allí. Fui, con el corazón en la garganta, pero no me atreví a abrir la puerta.

Cuando me di la vuelta para irme, un cuerpo cayó del balcón de arriba, aterrizando a pocos metros de mí. El shock, la salpicadura de sangre, me hizo tropezar hacia atrás. Caí, golpeándome la cabeza contra el pavimento. Damián había salido corriendo, no para ayudar a la persona que cayó, sino para reírse de mí por ser torpe. Me levantó, me llevó a casa y rompió los papeles del divorcio.

Tenía a Alana con él incluso entonces. La había mantenido escondida, probablemente en ese mismo templo de la montaña, durante años. Y nunca lo supe. Me había tomado por tonta desde el principio.

Damián se inclinó y me besó la frente, sus labios fríos contra mi piel.

-No te preocupes -murmuró-. Tengo una sorpresa para ti en nuestro aniversario. Hará que todo mejore.

Sabía cuál era la sorpresa. La humillación pública. El video.

Me aparté, con una sonrisa fría en el rostro.

-Yo también tengo una sorpresa para ti, Damián -dije.

Sus ojos se abrieron ligeramente, intrigado.

-Creo que te gustará -agregué.

Él solo sonrió, confiado y engreído. No tenía idea de lo que se avecinaba.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022