Al oír pasos, levantó bruscamente la cabeza: en sus ojos brillaba una mezcla de recelo y desconcierto, como un animal salvaje perdido en medio de la ciudad.
No sabía dónde estaba ni si la persona frente a él podía hacerle daño.
Solo sentía que aquel lugar era aterrador, nada parecido a la calidez de la aldea pesquera.
"¿Quién eres?".
El corazón de Sophie se sintió atrapado por una mano helada: frío, doloroso.
Este era el Daniel recién recuperado.
Ni siquiera podía distinguir si era Daniel o aquel muchacho llamado Danny.
"Soy Sophie", dijo, y al acercarse contuvo deliberadamente la respiración.
Un leve aroma salado del mar se pegaba a él, un olor que no le agradaba.
Era un aroma que pertenecía a Lily y a la aldea pesquera.
Daniel frunció el ceño, como intentando recordar aquel nombre, pero al final solo negó con la cabeza: "No te conozco. Dicen que eres mi prometida... no, que ya estamos casados. ¿Es verdad?".
Sophie soltó una risa amarga.
Él no lo recordaba.
Solo recordaba a Lily.
No le importaba cuánto esfuerzo pusieran las familias Wilson y Carter en encontrarlo.
"¿Quieres volver a Pueblo Costero?".
Al oír lo que dijo Sophie, los ojos de Daniel se iluminaron al instante, como una chispa que prende fuego: "¡Sí! ¡Por supuesto que quiero!", Se levantó de un salto, y en su ímpetu derribó un vaso de la mesa de centro; el agua se derramó sobre la alfombra cara, pero él ni siquiera se fijó. "No quiero quedarme aquí, aprendiendo tantas reglas, escuchando a esos viejos hablar de negocios de la empresa. Solo quiero volver, pescar con Lily y tumbarme en el bote por la noche a mirar las estrellas.
¡No soy Daniel Carter, soy Danny el pescador!".
Pronunció Danny con total naturalidad, como si aquel fuera el nombre con el que había nacido.
Sophie lo miró a los ojos, donde brillaba un anhelo puro, y solo sintió lo absurdo de la escena: "Puedo llevarte a verlo".
Daniel rompió en vítores de inmediato.
Sophie lo acompañó a subir a la barca rumbo al Pueblo Costero.
La brisa marina, cargada de sal, les golpeó el rostro; Daniel se inclinaba sobre la borda con entusiasmo.
En el muelle, varias mujeres vestidas con ropa tosca remendaban redes. Al ver a Daniel, sus ojos se iluminaron, pero enseguida se volvieron hacia Sophie con una hostilidad evidente:
"¿Danny? ¡Por fin volviste!", exclamó una mujer robusta con voz afectuosa, aunque su mirada rasgó a Sophie como una cuchillada, "¿Y quién es esta? Tan arreglada... ¿una señorita rica de la ciudad?".
Daniel estaba a punto de contestar cuando, de pronto, una muchacha tomó un balde de agua de mar y lo arrojó contra Sophie.
El agua helada empapó al instante la ropa de Sophie; el líquido salado chorreaba de sus cabellos hasta el pecho.
"¡Bruja maldita! ¡Rompiendo una pareja tan buena!", gritó la joven, plantada con las manos en la cintura, el rostro encendido de rabia, "¡Si no hubieras arrastrado a Danny, ya estaría casado con Lily! ¡La hiciste llorar durante días, y tienes la osadía de aparecer aquí!".
La gente empezó a arremolinarse alrededor, lanzando reproches por todos lados.
"¡Eso! ¡Nuestra Lily es tan buena muchacha, y ha esperado tanto tiempo a Danny!".
"¡Las mujeres de la ciudad son envidiosas, no soportan ver felices a los demás!".
"Danny, ¡no dejes que este tipo de mujer te engañe!".
Sophie se quedó allí, empapada y desaliñada.
Levantó la cabeza y miró a Daniel.
Pero Daniel solo frunció el ceño, mirando la escena caótica, sus labios moviéndose ligeramente: "No hagan eso... ¿dónde está Lily?".