Brasas de un nuevo amanecer
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Capítulo 9

Eleanor vio la expresión tranquila de Sophie y se incorporó con ansiedad, ignorando el dolor que le provocaba la aguja del suero. Agarró con fuerza la mano de Sophie: "Sophie, si te quedas, si le das otra oportunidad a Daniel, todo lo que hay en la familia Carter será tuyo".

Recuperó el aliento, con los ojos llenos de sinceridad, apostando todo en un último intento: "Tú eres la verdadera señora de la familia Carter. Cuando me recupere, te daré todas las llaves, las cuentas, los sirvientes, toda la casa... todo quedará bajo tu decisión. No me entrometeré".

La mano de Sophie dolía bajo el fuerte agarre de Eleanor, y sus palabras fueron como una llave que abrió la puerta a un torrente de recuerdos.

Recordó su primera etapa en la familia Carter:

Eleanor también la había tomado de la mano, sonriendo y llamándola la nueva señora de la casa, pero luego hacía que el ama de llaves guardara las llaves del almacén.

Cuando quería reemplazar a una criada deshonesta, Eleanor decía: "Más vale lo conocido".

Incluso en su lecho de muerte se quejaba ante Daniel: "Sophie estaba demasiado ansiosa por tomar el control, apenas parecía una dama refinada".

Eleanor había vivido aferrada al poder, viendo a Sophie como alguien a quien había que vigilar; y ahora, para recuperar a su hijo, se rebajaba hasta ese punto.

Sophie bajó la mirada y vio la mano envejecida de Eleanor, hinchada por el suero de toda la noche.

"La vida de cada persona es un camino que uno mismo debe recorrer", dijo, fijando la vista en el sicomoro junto a la ventana, "Daniel eligió su camino y debe afrontar las consecuencias. En cuanto al amor...", hizo una pausa, "quién sabe lo que traerá el futuro. Dejémoslo en manos del destino".

Eleanor la miró de perfil; la luz del sol suavizaba su bello rostro, pero a la vez la hacía parecer distante.

Quiso abrir la boca, pero todas sus promesas y súplicas se le atascaban en la garganta.

Por primera vez comprendió que la chica que había visto crecer estaba escapando de las manos de los Carter.

Cuando Eleanor se durmió, Sophie le acomodó la manta y cerró la puerta con cuidado.

Al salir del edificio del hospital, vio a Lily Harvey de pie bajo la sombra de un árbol.

Parecía haber estado esperando mucho tiempo, con el rostro marcado por lágrimas secas. Al verla, Lily se apresuró hacia ella:

"Señorita Wilson", dijo Lily tímidamente, "¿podemos... hablar un momento en privado? Tengo algo que decirle".

Sophie la miró en silencio, sin palabras, aceptando con un gesto.

Llegaron a la azotea.

A lo lejos se alzaban altos edificios, cerca estaba el techo rojo del hospital, y el aire olía a una mezcla de desinfectante y sol.

Sophie sintió que un ligero malestar se apoderaba de ella sin motivo aparente:

"Señorita Wilson", sollozó Lily, con lágrimas que volvían a rodar por sus mejillas, "Sé que me desprecia, que piensa que solo soy una chica de pueblo y que no merezco a Daniel... pero yo... lo amo de verdad".

Sus ojos brillaban, empañados por las lágrimas: "Crecí con mi abuela en un barco pesquero, soportando penurias que ni se imagina. Nunca tuve la ropa bonita que tenían otras chicas. Pero Daniel... él me hizo sentir que importaba, que alguien me quería...".

De repente, cayó de rodillas con un golpe seco: "Señorita Wilson, usted tiene una buena familia, es guapa y talentosa, merece a alguien mejor... pero Daniel es lo único que tengo. Por favor, déjenos en paz. Váyase de su lado, de esta ciudad... le prometo que lo cuidaré, que atenderé a Eleanor, y que nunca le causaré problemas...".

Sophie se quedó quieta, observándola en silencio, con la calma de quien mira a un payaso haciendo el ridículo.

Lily habló y habló, pero no recibió reacción alguna.

Su rostro se fue oscureciendo, los ojos secos, incapaces de derramar más lágrimas.

"¿Qué quieres de mí?", su voz se tornó más cortante, "Te lo he dicho todo, y tú... ¿ni siquiera te conmueves? ¿De verdad quieres arruinarnos?".

Sophie levantó apenas la mirada, con un tono frío y sereno: "¿Ya terminaste?".

Esas simples palabras atravesaron el delicado orgullo de Lily.

De repente, se levantó de un salto, furiosa ante la tranquilidad de Sophie.

Un "¡plaf!" resonó en la azotea, el sonido seco de una bofetada cortando el aire.

                         

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