Durante la semana siguiente, Caroline no se detuvo ni un segundo. Compró libros sobre diseño moderno, códigos de construcción y gestión empresarial. Pasó horas en Internet, estudiando el trabajo de los mejores arquitectos. Otra vez estaba llena de esa energía creativa que había reprimido durante años. Sentía que una parte de sí misma, dormida durante mucho tiempo, se activaba de nuevo.
No llamó a Blake, ni fue al hospital. De hecho, ignoró los mensajes de texto de su suegra, quien no dejaba de preguntarle por qué no estaba al lado de su esposo. Pero no iba a decirle que estaba construyendo un muro alrededor de su corazón.
Una semana más tarde, el día de su tercer aniversario de boda, Blake volvió a casa y la encontró en el estudio, rodeada de un montón de libros y planos. Sorprendido, preguntó: "¿Qué es todo esto?".
"Voy a volver a trabajar", respondió la chica, sin levantar la vista de su mesa de dibujo. "Bridget y yo vamos a montar nuestra propia empresa".
"Eso es... genial", dijo él, aunque parecía más confundido que contento. Estaba acostumbrado a que la vida de ella girara en torno a él. "Supongo que ya no tendrás tiempo para las comidas durante la recuperación".
Finalmente, ella lo miró. Pero su mirada era fría, distante. "No, no lo haré".
Al escuchar esa respuesta, Blake recordó cómo ella solía preocuparse por él. Si medio se cortaba con un papel, la chica le vendaba la mano de una vez y lo cuidaba una semana. Sin duda, su repentina indiferencia era extraña, pero él no le dio importancia, ya que estaba cansado.
"Bueno, te apoyo en lo que necesites", dijo, aunque las palabras le sonaban vacías incluso a él mismo. "Es bueno que tengas un hobby".
Un hobby. Tres años de matrimonio y él seguía viendo la pasión de toda su vida como un simple pasatiempo.
"Blake", comenzó ella en voz baja. "Si te dijera que quiero el divorcio, ¿te opondrías?".
Antes de que el hombre pudiera responder, sonó su celular. Era Aria.
"Discúlpame", dijo. Luego se entró a su estudio y cerró la puerta.
Caroline podía oír el murmullo de su voz, ese tono suave y tranquilizador que nunca usaba con ella. No necesitaba oír las palabras, pero sabía que era esa mujer. Entonces volvió a concentrarse en sus planos, determinada.
Más tarde, esa misma noche, él salió del estudio. "Te voy a llevar a cenar para celebrar nuestro aniversario", anunció.
Ella aceptó, puesto que necesitaba ver una última cosa. La llevó a un restaurante muy del centro. Cuando llegaron, el detuvo el auto junto a la acera y le dijo: "Voy a estacionarme. Entra tú primero".
La chica se bajó y lo vio alejarse. Unos minutos más tarde, él regresó, pero no solo. Tenía un enorme ramo de gardenias blancas y una caja de regalo envuelta con cuidado. Por un instante, su corazón se detuvo. Él nunca le había regalado flores, no una sola vez.
"Blake...", comenzó, sintiendo cómo una vieja y estúpida esperanza se encendía en su interior.
Y entonces Aria apareció al lado de él, agarrándolo del brazo.
"¡Caroline! ¡Qué alegría verte!", dijo esta con una sonrisa triunfante. "Blake me dijo que vendrías con nosotros para celebrar el exitoso relanzamiento de mi galería. Es muy amable de tu parte".
La chispa de esperanza se apagó al instante, convirtiéndose en cenizas. Él no pareció notar la tensión de su esposa y le sonrió a Aria. "Esto es para ti", dijo él, entregándole las flores y el regalo. "Un pequeño detalle para celebrar".
Todo era para esa mujer. Por supuesto que era para ella. La cena, las flores, el regalo. Caroline solo era la violinista, accesorio en su perfecta historia de amor.
"¡Blake, te acordaste!", respondió la chica con voz melosa, hundiendo la cara en las gardenias. "Son mis favoritas". Desenvolvió el regalo y descubrió el collar de diamantes que él tanto quería entregarle. "Y este... es exactamente igual al que puse en mi tablero de inspiración el mes pasado. ¿Cómo lo supiste?".
"Solo fue una suposición afortunada", respondió él con los ojos fijos en ella y una expresión suave y amorosa.
Caroline sintió que se quedaba sin aire. Aun así, extendió la mano y tomó el ramo de las manos de Aria, obligándose a sonreír. "Yo te las tengo", murmuró con manos temblorosas.
Arian sonrió radiante. "Gracias, Caroline. Eres una esposa maravillosa".
Esas palabras se sintieron como una burla. En ese instante, comprendió que Blake había usado su aniversario como una tapadera para celebrar con la mujer que realmente amaba. No era su esposa, solo su excusa.