"Mi Beta, Walter, está ahora a tu entera disposición. Él se encargará de la logística. No me contactes de nuevo hasta que todo esté hecho". La conexión se cortó bruscamente, dejándome sola en el silencio de mi pequeño departamento.
Un momento después, un nuevo mensaje de Vínculo Mental se deslizó en mis pensamientos. Era Eva. Esta vez, no era una imagen, sino una grabación de audio. Sus suaves gemidos y la voz de Ricardo, áspera por la pasión.
"Solo es una Omega, Eva", jadeaba él. "Su sangre es débil. Eres tú... tú eres la que se siente correcta. Tú eres la que podría darme un heredero fuerte".
Las palabras estaban destinadas a destrozarme. En cambio, forjaron mi determinación en acero. Contacté a Walter.
"La ceremonia es en una semana", le dije. "La transmisión en vivo. Ese es el escenario".
"Entendido", la respuesta de Walter fue nítida y eficiente. "El Alfa Garza también te ha asignado tu primera tarea como heredera aparente. Requiere que pases su prueba. El Reino de la Luna de Plata organiza un baile de caridad esta noche. Asistirás como representante de la Manada del Pantano Sombrío".
Mi corazón dio un pequeño vuelco. El Reino de la Luna de Plata era el órgano rector de todas las manadas, liderado por el propio Rey Alfa. Este era un evento político de gran importancia.
"Entiendo", respondí.
Justo en ese momento, la voz de Ricardo entró en mi mente, teñida de un falso arrepentimiento. "Isabela, mi amor. Lo siento mucho. Esta junta de la manada se está alargando. No podré llegar a nuestra cena de esta noche".
"Está bien, Ricardo", le respondí, mi tono suave y comprensivo. "Los asuntos de la manada son lo primero".
"Eres la mejor, Bela. Te lo compensaré".
Mentiroso.
En el baile, yo era un fantasma de otra vida. Vestida con un traje de noche azul oscuro, me moví entre la multitud de poderosos Alfas y sus Lunas, una depredadora silenciosa en medio de ellos. Cuando llegó el momento de las donaciones, di un paso al frente.
"La Manada del Pantano Sombrío dona diez millones de pesos", anuncié, mi voz clara y firme.
Una ola de murmullos recorrió el salón. La Manada del Pantano Sombrío era notoriamente solitaria y poderosa, su riqueza legendaria. Nadie sabía quién era yo, pero el nombre de mi manada imponía un respeto instantáneo.
Entonces lo vi.
Al otro lado del brillante salón, Ricardo estaba de pie con una copa de champán en la mano. Y aferrada a su brazo, vistiendo un ridículamente revelador vestido rojo, estaba Eva.
La sangre se me heló.
Él se reía, presentándola al Alfa de la Manada del Colmillo Carmesí. "...y esta es Eva Montes", lo oí decir mientras me acercaba. "Es la mente brillante detrás de nuestro nuevo proyecto insignia, O-3. Un verdadero activo para Cumbres Negras".
O-3. Mi proyecto. Aquel en el que había vertido mi corazón y mi alma durante los últimos dos años. El proyecto que se suponía que aseguraría el futuro financiero de Cumbres Negras y demostraría mi valía a sus padres.
Se lo había dado a ella.
Me deslicé hacia ellos, con una sonrisa serena fija en mi rostro.
"Ricardo, cariño", dije, mi voz dulce como la miel. "Qué sorpresa verte aquí. Pensé que tenías una junta de la manada".