Tenían la intención de oler a Selena, pero un viento frío sopló en ese momento helando la nuca mientras escuchaba la palabra Mate, muy cerca de su oído, demasiado cerca.
Abrió los ojos de nuevo y el cuarto estaba en silencio. Daniela respiraba profundamente, dormida. Selena se llevó las manos al pecho, notando que su corazón seguía acelerado. Se puso de pie y fue a la nevera a beber agua, pero no pudo; el primer sorbo lo escupió: tenía un sabor diferente.
Parada frente al espejo, recordó las palabras de Adrián. "No eres un error", se dijo a sí misma en el reflejo oscuro y volvió a la cama.
El segundo sueño de esa noche la despertó como a las seis, cuando amanecía. En su sueño estaba descalza, el barro se enfriaba entre los dedos de sus pies, la sensación pegajosa no le resultó agradable. Pero algo más impactante retuvo su atención, un aullido, la llamaba. Siguió escuchando más aullidos al punto de que su esternón comenzó a vibrar.
Selena dio un paso en la dirección de los aullidos, mientras sentía el bosque parte de ella. Las sombras se fueron disipando hasta que vio a un lobo blanco cruzar entre los árboles. El lobo era muy grande y rápido, con un pelaje blanco brillante y ojos dorados. Se detuvo a mirarla.
-Hola, no soy de acá, no pertenezco al bosque -murmuró Selena ante el lobo.
El lobo bajó la cabeza como si la comprendiera, y a su costado aparecieron los otros dos lobos.
-Una voz humana interrumpió el encuentro -venía de entre los árboles. -Vuelve.
Cuando Selena despertó vio a Daniela en el baño, debajo de la puerta podía verse la luz reflejada en el piso. Se incorporó con cuidado, recordando lo que acababa de experimentar en el sueño, tratando de no olvidarlo. Abrió la ventana y el aire de la mañana le acarició la cara y le vino el escalofrío.
-¿Dormiste bien? -preguntó Daniela.
-Más o menos, soñé mucho y amanecí cansada -respondió Selena-. Soñé con lobos.
-¿Lobos?, qué raro, ¿quieres café?
-Sí, lo necesito, por favor.
Mientras el agua hervía, Selena sacó su libreta y escribió lo que recordaba del sueño.
A media mañana, el campus era una locura, el ruido de siempre, la gente alborotada, unos practicaban con sus instrumentos musicales, otros andaban a toda velocidad en sus bicicletas. Atravesó a marcha rápida hasta la biblioteca, donde se instaló en una mesa cerca de la ventana con vista al jardín. Se puso los audífonos para aislarse y comenzó a investigar su sueño en el computador. Trataba de interpretar el motivo de ese sueño recurrente: boque, lobos, aullidos.
Ninguno de los resultados le pareció fiable, apenas uno que indicaba que el cerebro intentaba procesar un conflicto o un deseo.
Cuando alzó la vista, Elías estaba del otro lado, devolviendo un libro de filosofía. La vio y saludó con la mano discretamente. Selena le devolvió el saludó de la misma manera. Por un momento la calma que reflejaba Elías la hizo pensar en el lobo de ojos azules.
-¿Quieres café? -preguntó, cuando pasó cerca de ella, una pregunta obvia en la mañana.
-Sí, necesito otro café -respondió ella cerrando el portátil-. Gracias.
Caminaron hasta la máquina dispensadora que estaba en el pasillo. Lo hicieron en silencio, pero en tensión. Elías sirvió los dos vasos, sin preguntar la cantidad de azúcar; sin embargo, acertó la cantidad que acostumbraba agregar.
-Parece que no dormiste bien, te ves cansada -observó sin juzgarla.
-La verdad es que me desperté dos veces con el mismo sueño. Estaba en el bosque y era de noche -admitió-. Vi lobos. Elías no hizo comentario en relación con la confesión de Selena. Apenas bebió un trago de café y dijo.
-El cerebro puede anticipar nuestro camino.
-¿La frase es tuya o la leíste en alguna parte? -preguntó agradecida de que profundizaran en el tema.
-Se me acaba de ocurrir y creo que es así, yo también suelo soñar cosas distintas a mi vida diaria.
Regresaron a la mesa, Elías se despidió y se fue. Selena lo siguió con la mirada, el haber estado unos minutos con él la hizo sentir más tranquila.
Pasaron varias cosas ese día, le entregaron los exámenes corregidos, tuvo clases de todas las materias, estuvo bastante ocupada. Tomó su mochila y salió aturdida mentalmente pensando en ir a descansar un rato. Anduvo por el corredor hacia la salida y al fondo, vio a Adrián apoyado en una columna, solo y seguro de sí mismo.
Selena bajó la cabeza para no tener que saludarlo. No iba a detenerse. Caminó más rápido.
Cuando estuvo a escasos dos metros, el aire se le volvió familiar, un aroma a piel y supo que venía de él. La sorprendió cómo sus cuerpos se entendían y distinguían entre tanta gente en el campus. Darse cuenta le dio rabia y sintió un dejo de odio hacia él.
-No te acerques al bosque -aconsejó Adrián sin siquiera saludarla.
Selena se detuvo a mirarlo porque le pareció ridículo su comentario.
-Perdón, ¿qué dijiste?, repítelo.
-Que no te acerques -repitió-. No sigas buscando respuestas, simplemente no des credibilidad a tus sueños.
Selena prefirió hacerse la que no comprendía antes que decirle que había soñado justo con el bosque. No quiso dejarle saber que había atinado en su comentario.
-Los sueños son para disfrutarlos, no para ignorarlos.
Adrián apretó la mandíbula y le dedicó una mirada profunda.
-Se nota que no sabes lo que dices -murmuró.
-La verdad no lo sé, pero no te preocupes por mi bienestar, no te lo he pedido.
Selena fue cortante, pero cortés, mientras pasaba a su lado cerca sin rozarlo, a pesar de que tuvo ganas de hacerlo.
-Selena -la llamó.
Ella siguió como si no lo hubiera escuchado.
-No te mezcles recuérdalo -insistió.
-Déjame vivir, no me estoy mezclando, no sé por qué lo dices -respondí dándole la espada mientras se alejaba.
Siguió su camino sin voltear a ver la reacción de Adrián, no le importo, o al menos eso trato de demostrar. No quiso saberlo.
Esa noche volvió a soñar. Esta vez apenas durmió, comenzó a soñar, como si la hubieran estado esperando para arrancar la experiencia. Estaba en medio del silencioso bosque, esta vez pudo ver la luna detrás de las nubes, todo se veía más suave como si las líneas se desdibujaran en los bordes de las siluetas. Los lobos estaban allí. Se miraron y nadie avanzó.
-No soy un error -les dijo. Los lobos la observaban, habían entendido su mensaje, El lobo de ojos dorados aceptó sin refutar. El juguetón movió sus patas como si quisiera correr y se quedó en el mismo sitio. En cambio, el de los ojos azules volteó hacia atrás, como si hubiera percibido algún peligro que los demás no oían.
La sensación de que algo se estaba quebrando cerca o dentro de ella, la confundió, no sabía si el sonido venía del sueño.
-Vuelve -dijo una voz.
Ella no obedeció, sino que dio un paso al frente. La tierra cedió a su peso. Un olor a lluvia y a vainilla penetró su olfato y le dio mucha hambre.
Despertó poco a poco, con el corazón controlado. Miró al techo, reconoció que estaba en casa. No observó nada diferente en lo exterior, pero supo que ella se había mezclado con los lobos de alguna manera.
En la cama de al lado, Daniela dormía ajena a lo que pasaba con Selena.
-Puede que cada vez que duerma me estén esperando: la noche, el bosque, la luna y los lobos.