Humanamente tuya
img img Humanamente tuya img Capítulo 5 Tensión en el campus
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Capítulo 6 La primera amenaza img
Capítulo 7 La mordida img
Capítulo 8 El despertar img
Capítulo 9 La verdad img
Capítulo 10 El Vínculo img
Capítulo 11 Entrenamiento y reglas img
Capítulo 12 Cebo en Ingeniería img
Capítulo 13 El baúl cerrado img
Capítulo 14 Audiencia de Lunas img
Capítulo 15 Fuego img
Capítulo 16 El juramento de Lunara img
Capítulo 17 La loba img
Capítulo 18 Un traidor bajo la luna img
Capítulo 19 Noche sin luna img
Capítulo 20 Bajo la lluvia img
Capítulo 21 Rumbo a la capital img
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Capítulo 5 Tensión en el campus

La mañana en la universidad presentaba un ambiente casi inocente. De un lado a otro de los jardines podían verse grupos tirados en el césped compartiendo alguna anécdota mientras otros los observaban fingiendo estudiar. Selena caminaba entre ellos con una carpeta marrón agarrada con ambas manos y pegada contra su pecho. El cabello, como de costumbre, lo llevaba recogido colgando a lo largo de su espalda. Otra noche en que no estaba lo suficientemente despierta para comenzar el día.

-¿Vas a la clase de poesía? -preguntó alguien que caminaba a su lado.

Era Sergio, también de primer semestre. Siempre iba sonriente con su mochila roja rota en una esquina. Alguien tranquilo que no da problemas y que esa mañana decidió caminar algunos pasos junto a ella.

-Sí -respondió-. ¿Y tú?

-Me toca clase de música. ¿Te veo luego en la cafetería? Me gustaría invitarte a un postre.

Selena iba a negarse al ofrecimiento, pero vio a Adrián a unos metros mirándola. Lo que la puso muy nerviosa.

-Acepto, nos vemos allá -le respondió a Sergio. Y cambió de rumbo, tomando un atajo hacia el edificio de Humanidades.

Durante la clase sintió el peso de las miradas, cuando salió del aula y durante la cola para comprar café. No era su imaginación, algo físico lo comprobaba: sentía el escalofrío en la nuca.

Llegó la hora del almuerzo y la cafetería estaba colapsada de tanta gente. Selena consiguió sentarse en una mesa que se acababa de desocupar, junto a la pared de frente a la puerta. Y para no sentirse incómoda, se puso a hacer la lista de pendientes: la tarea pendiente, llamar a su mamá, hacer compras. En eso, una bandeja apareció en su mesa sin que ella hubiera pedido nada: té, sándwich y galleta de chocolate.

-Ya está pagado -afirmó Luciano, mientras se sentaba en la silla frente a ella-. Considera una cortesía para hacer las paces, mi hermano me reclamó por ser odioso contigo la otra noche en la fiesta.

-No pedí nada -respondió Selena mientras apartaba la bandeja a un lado.

-Yo tampoco pedí que te presentaras aquí, te me haces tan ... -hizo un gesto con la mano-... Interesante.

Con sutileza y elegancia se movió mostrando su cuerpo, mientras se quitaba la chaqueta. Su perfume llegó a mezclarse con el de Selena. Un contraste delicioso y suave, y Luciano también notó el aroma dulce de ella porque sonrió mientras inspiraba.

-No tengas miedo, esta no es la hora en la que muerdo a las chicas bonitas.

-Luciano -Elías llegó sin hacer ruido al rescate de Selena. Tenía en sus manos varios libros y un vaso con agua. Saludó con un gesto y le pidió permiso para sentarse-. ¿Puedo?

-No -contestó ella, sintiéndose invadida por ambos. Luego cambió de idea-: Sí, por supuesto. Disculpa.

Elías se sentó a su lado, colocando los libros en sus piernas para no llenar más la mesa.

-¿Viniste a ver cómo mastica? -preguntó en broma.

-Quiero almorzar -respondió Elías con seriedad.

No pasaron sino minutos para que apareciera Adrián, quien no se sentó, más bien se quedó de pie para poner límites a sus hermanos.

-Tienes clase en cinco minutos, vete Adrián -ordenó Luciano sin mirarlo.

-Ahora tengo el almuerzo -dijo enseñando los dientes mientras mordía la mitad del sándwich.

Selena tragó saliva molesta porque siempre la ponían en una situación incómoda.

-Empujó la bandeja al centro rechazando el detalle y respondió.

-No necesito guardaespaldas, sé cuidarme sola -dijo con firmeza pero sin levantar la voz.

-Me lastimas -se burló Luciano.-No te preocupes no estamos aquí por ese motivo -aclaró Elías, suavemente.

Selena levantó las cejas.

-Dime por qué, quiero saberlo.

Adrián intervino antes que Luciano.

-Por qué todo se ve muy bien de día, pero el campus no es el lugar seguro que aparenta.

-Piensan así porque están acostumbrados a andar atropellando entre tres, yo siempre he andado sola. No me da miedo nada.

Luciano sonrió mientras Elías inclinaba la cabeza. Adrián se puso tenso, luchando con lo que sentía.

-No te mezcles, por favor.

Selena se levantó molesta y agarró su libreta para irse.

-Basta de decirme qué debo hacer.

Se movió tan rápido que los dejó a los tres pensando qué decir.

En el pasillo de Sociología, Sergio la alcanzó con dos cafés y galletas.

-Toma, vamos a compartir esto antes de entrar a la clase.

La sencillez de Sergio conmovió a Selena, quien supo que actuaba con buenas intenciones.

-Gracias -tomó el vaso-. Y se disculpó por no haberlo esperado en el cafetín.

-No te preocupes, los Blackwell causan esas incomodidades entre los estudiantes.

Selena rió por el comentario tan acertado. En verdad les gustaba llamar la atención de la peor manera.

Detrás del vidrio, Selena pudo ver cómo uno de los morochos la espiaba.

-¿Te acompaño a la biblioteca? -ofreció Sergio.

-Sí, por favor -respondió. Y caminaron juntos.

Arriba, en las escaleras, dos pisos exactamente la separaban a Adrián, quien, apoyado en la baranda, los seguía con la mirada. Uno de sus hermanos, Luciano, se apoyó a su lado.

-¿Le gustará ese humano?

-Cállate, basta ya -se impuso Adrián sin siquiera voltear en su dirección.

-Te gusta esa mujer, acaba de aceptar tu realidad. Haces justo lo que odias, negar tu destino.

-No me digas cómo hacer las cosas -gruñó.

Elías llegó cuando la discusión había acabado para informar.

-Huele a hierro en el edificio de Ingeniería.

Los tres se miraron en silencio. El olor procedía de otra manada: hierro, aceite rancio y rabia.

-Vigila el perímetro -ordenó Adrián.

-Con gusto -sonrió Luciano.

-Voy a estar en la biblioteca -aclaró Elías.

Adrián no le había pedido que cuidara a Selena, no hacía falta. Fue un lenguaje silencioso.

Las sombras caían bajo los árboles. En la biblioteca cada quien ocupaba un cubículo, Selena estaba en el de siempre. Sergio al lado.

-Si te molesto, dímelo y me voy -avisó con cortesía.

-No me molestas -contestó sonriendo. La energía de Sergio era liviana.

Encendió el portátil sin mirarlo, su mirada se fue más allá de la ventana. Cuando regresó la vista a la mesa se encontró con que Elías estaba en una mesa cercana, notó que tenía un libro abierto, pero no estaba leyendo ni siquiera viéndolo.

Un mensaje en su teléfono: "¿Vas hoy al taller de escritura?", era Daniela.

Selena le respondió que sí.

-Perdona la interrupción, ¿tienes un resaltador que me prestes? -pidió Sergio.

Ella buscó en el estuche de colores y encontró uno amarillo.

-No pinta mucho; ve si te sirve -aclaró-, está gastado.

Una voz a su espalda le repitió.

-Te dije que no te mezclaras -repitió Adrián, con suavidad.

La bibliotecaria les llamó la atención por estar distrayendo a los estudiantes.

-No estoy haciendo nada, estoy estudiando -le dijo a Adrián, mientras le entregaba el resaltador a Sergio.

-¿Con ese tipo?

-Es mi compañero de clase -refutó-. ¿No puedo?

Luciano apareció metiéndose en medio, inoportuno como de costumbre, y Elías negó con la cabeza, molesto. Sergio se sacudió incómodo.

-Mejor me voy Selena, no quiero causarte problemas -dijo Sergio.

Adrián clavó sus ojos en el joven y mostró sus colmillos por primera vez. Sin decir más nada, Sergio se retiró, apenas consiguió despedirse.

-Después te escribo, murmuró.

-No te vayas, espera.

No respondió, sino que se marchó al trote.

-Qué cobarde -sentenció Luciano.

-Deja de causar problemas, no ves que no es lugar -reclamó Elías acercando su boca a la cara de Luciano.

La vergüenza se manifestaba en el rostro de Selena, por estar en medio de una pelea de hermanos que creía no había provocado. Además, estaba quedando en evidencia con la gente de la biblioteca que la veía llegar e irse a diario, en calma.

-¿Por qué me vigilan?, me tienen cansada -dijo dirigiéndose a los tres-. No necesito que me cuiden ni que me aconsejen. Ni siquiera saben lo que en verdad necesito.

-¿Qué quieres o qué necesitas?

Se quedó sin saber qué decir hasta que encontró las palabras.

-Estudiar en paz, más nada. Con quien yo decida.

Luciano carraspeó burlándose.

Los miró con su peor cara y recogió sus cosas para irse.

-Déjenme en paz, pertenecemos a mundos muy diferentes.

Cuando Selena salió al patio sintió un escalofrío, el aire estaba muy frío y olía a hierro. Aunque para ella pasó sin mucha importancia.

La piel de sus brazos se erizó debajo de la chaqueta como resultado de un mal presagio. No le hizo caso y cruzó el jardín hacia el taller de escritura.

-¿Sentiste?, es ese olor de nuevo -dijo Elías.

-Lo sentí, viene de afuera -afirmó Adrián.

-Sí, también lo he reconocido.

-Que no sea esta noche y menos cerca de ella.

Luciano silbó suave como si estuviera llamando a un perro.

El campus se preparaba para una noche más mientras Selena al dormir volvería al bosque.

Y alguien a quien aún no conocía había puesto sus ojos en ella.

                         

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