Cárlenton le dijo que lo hacía como muestra de disculpas por el trato recibido la primera semana de su pasantía. Que no significaba nada personal, eso dolió para la chica, pero a la vez se sintió aliviada.
-Señor Alemán, le informo que mañana a primera hora tiene una reunión en la sede principal en el extranjero. La junta directiva ha dicho que es muy importante y que no puede faltar-. Informó Dayana.
-Está bien. Ve haciendo tu maleta-. Ordenó.
-¡Cómo! -exclamó, sin creer lo que estaba escuchando.
-Sí, eres mi secretaria y tendrás que viajar conmigo.
-Lo siento mucho, señor. Yo no puedo viajar con usted.
-¿Acaso pretendes perder tu pasantía a estas alturas?-. Cuestionó, alzando una ceja.
-Puedo hacer otro trabajo dentro de la empresa.
-No, no hay opción. Así que, o me acompañas o te das por despedida. Recuerda que en la carta de despido irán las famosas palabras de incumplimiento del deber y nadie más te dará una oportunidad. Así que, piénsalo, te gradúas o te quedas en casa.
-No lo puedo creer, pensé que usted y yo ya nos estábamos entendiendo-. Lamentó.
-Oh, no, querida. No te confundas, trabajo es trabajo y debe de atenderse de la mejor manera posible. Tienes hasta las siete de la mañana para decidir si me acompañas o te vas de mi empresa.
Dayana hizo un gran esfuerzo para viajar con su jefe fue. El proceso fue muy tedioso, pero finalmente ambos arribaron al avión y van de camino al extranjero.
Durante el día tuvieron muchas reuniones. Apenas les quedaba tiempo para almorzar y cenar, llegaron al hotel casi de madrugada y agotados, no habían descansado nada, ni siquiera durante el viaje.
-¿Tienes el número de habitación?- preguntó Cárlenton.
-No, señor. Yo no he reservado habitación.
-¿Cómo así? Ese es tu trabajo como mi secretaria.
Cárlenton estaba muy molesto.
-Lo lamento, jefe. Pensé que usted haría todas las reservaciones.
-¡No lo puedo creer! -exclamó con un suspiro. Y no renegaba más porque realmente el sueño le andaba ganando.
Ambos se acercaron a la recepción y pidieron cada uno su habitación.
-Lo lamento, señor. Es temporada de vacaciones y todas nuestras habitaciones están llenas, apenas la suite presidencial está vacía, pero tiene un costo muy elevado y no creo que puedan pagarlo.
-Dame esa-. Ordenó. Sin siquiera pestañear por el precio que le mencionaron, total, él puede pagar eso y mucho más. Aunque, se sintió ofendido de que lo confundieran con un pobre.
Por su parte, Dayana estaba en silencio. Ella había tenido la culpa, como su secretaria, en realidad era su trabajo de reservar el lugar donde se quedarían. Ahora que escuchó decir que solo tienen una habitación se puso nerviosa.
Ese hombre ha pasado enojado todo el día con ella, ahora es probable que la deje dormir en algún lugar fuera de la habitación.
-Señor Alemán, entonces lo dejo aquí y yo me iré a buscar otro hotel.
-No es necesario, la habitación tiene dos camas. Además, ya es bastante tarde y no encontrarás otro lugar.
Señorita Dayana, ¿acaso temes quedarte conmigo? no te preocupes, no te haré nada. No eres el tipo de mujer que me gusta.
Aunque eso ofendió a Dayana, se sintió más aliviada que nunca. Pero siempre juró que se mantendría alerta.
-Si te vas a duchar, hazlo después de mí-. Ordenó el gran jefe.
Ella se detuvo, se sentó en la cama y esperó a que él saliera del baño. Minutos después la puerta se abrió, él venía envuelto solo en una toalla que lo cubría de la cintura para abajo. Ella lo observó sin querer, gotas de agua resbalaban por su pecho y desaparecían justo cuando llegaban al borde de la toalla.
Dayana tragó saliva, no supo cuánto tiempo pasó hasta que el hombre le habló.
-¿Me vas a observar toda la noche o te darás un baño? si gustas puedo quedarme aquí de pie, princesa-. Dijo, con palabras coquetas. Le divertía ver como las mujeres se derretían por él.
-Lo siento, jefe.
Ella muy avergonzada se disculpó y corrió al baño. Se vio en el espejo sus mejillas rosadas y sus ojos más vivos que nunca.
Calculando que el gran jefe ya se hubiese dormido, ella salió del baño. Pero, para su mala suerte, el hombre todavía estaba sentado en el borde de la cama y la computadora en las piernas.
-¿Cómo lo enfrentará?