Una noche con mi jefe
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Capítulo 5 5

Mi jefe me dejó tirada como si fuera un simple objeto. Sabía que yo no conocía esta ciudad y aun así se atrevió a hacerlo. Ya sé que no debe importarme eso porque se le nota que él me odia, pero no crean, eso dolió que me dejara así porque siempre he sentido que soy rechazada desde pequeña.

Comencé a caminar con rumbo al hotel, solo esperaba que no me dejara sin habitación también. Estaba como a una hora aproximadamente de distancia en ese momento, me iría caminando ya que necesitaba despejar la mente del mal momento que había pasado. Comenzó a llover, así que, decidí pagar un taxi mejor, tenía miedo de que me asaltaran o me pasara algo peor.

Llegué a la habitación del hotel y como ya había cenado en la reunión que tuvimos, solo me di una ducha, para acostarme a descansar. Mi jefe no estaba, quizá llegaría más tarde, no lo sé y tampoco me interesa saber en dónde está.

En todo el camino de regreso me venían los recuerdos de aquel beso que me dio, joder, pero es que aunque haya sido en la mejilla y de mentira, pero no voy a negar que me encantó. ¡Uf, a quien no le va a volver loco estar cerca de semejante bombón! Y como hubiese deseado que fuera de verdad lo que él dijo, que yo era su novia.

-Ya, cálmate Dayana, él te odia y lo sabes-. Me dije mentalmente.

Estaba por dormir cuando recibí un mensaje de texto. En ese momento me arrepentí de haberle dado mi número de teléfono cuando él me lo pidió, dizque para cuando no pudiera localizarme en la oficina y hubiera que hacer trabajos de emergencia, ¡Qué patético!

-Señorita, vuelva a la ciudad mañana. A primera hora estará un chofer esperándola para trasladarla al aeropuerto.

Me molesté, juro que en lugar de alegrarme porque no lo vería esa noche, me enojé. Pensé que ese hombre me cancelaría la pasantía, sin yo saber el motivo. Hasta entonces noté que su maleta ya no estaba, joder, me había dejado abandonada a mi suerte nuevamente y él había vuelto campante.

Una semana después.

El día viernes llegó y tenía que hacer la misma rutina de estos últimos días, levantarme, asearme, preparar mi desayuno y salir para la tienda y luego para la empresa. Sí, trabajo medio tiempo en una tienda de ropa y el resto en la empresa del ogro.

Afortunadamente ya mañana es sábado y tengo todo el día libre para descansar, igual que el domingo. Por lo cual, me dedicaré a hacer el aseo en el departamento.

Los sábados no voy a la tienda, ya que ese día me lo dio de descanso la dueña por el tiempo que dure mi práctica profesional. Ya que en algunas ocasiones me tocará presentar en la facultad avances sobre mi estadía en la empresa.

Llegué y saludé a los que se encontraban cerca, eso sí, soy muy educada. Fui a la oficina y coloqué mis cosas en el escritorio. Luego me dirijo a la oficina del señor Alemán, estoy nerviosa, no sé si estará de buen humor hoy.

No sé qué explicación me dará por lo que pasó hace unos días, bueno si es que se digna a darme una. Todos estos días pasados no ha venido a trabajar, todo lo hace desde casa, ¿el motivo? No lo sé. Yo ni loca le preguntaré, por temor a que me ofenda, suficiente tengo con el momento bochornoso que me hizo pasar al dejarme tirada aquella ocasión.

Toco la puerta y él me dice que pase, y ahí estoy yo temblando de los nervios frente al dios griego y arrogante que tengo por jefe, está muy serio y, joder, que guapo se ve así, pero da miedo.

-¡Buenas tardes, señor! -Le saludo y sin esperar su respuesta le comunico que en diez minutos tiene la reunión que hace todos los viernes con los jefes de departamentos de la empresa.

-Gracias por avisarme, lo había olvidado, he estado muy distraído toda la mañana, puede retirarse señorita-. Ordenó.

Me di la vuelta para salir y cuando estoy abriendo la puerta escucho que me llama por mi apellido, me volteo a ver qué sucede y lo que me dijo en ese momento me dio ganas de llorar.

Salí rápido de su oficina, sin mencionar ninguna palabra y me fui directo al baño y ahí lloré, no como quería, porque no estaba en mi departamento para soltarme en llanto, pero me sirvió de mucho para desahogarme más o menos.

Mientras las lágrimas salían sin detenerse de mis ojos, me preguntaba ¿por qué la vida se ensancha con los más desprotegidos?

Estaba segura de que no iba a aguantar por mucho tiempo en ese consorcio. Una cosa era aguantar regaños relacionados con el trabajo y otra cosa era aceptar que me humillara cuando él quisiera. No podía defenderme, eso era lo peor. Deseaba gritarle en la cara que era un completo canalla, pero, ¿acaso eso hablaría bien de mí, como futura abogada?

                         

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